La necesidad de pensarnos desde la Multitud

02/11/2010
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En estos días a todas voces y en todos lados se escucha el grito de “¡crisis!”. Esta crisis es producto de la naturaleza caníbal y antinatural del capitalismo; en el que se devora a sí mismo para sobrevivir produciendo igualmente relaciones sociales enajenantes, por eso se dice que es una crisis sistémica, dado su carácter general, pero necesaria, ya que el capitalismo no puede vivir sino en crisis. De esta forma, el andamiaje ideológico produce sentido y hace operar al sistema mismo que tiene la tendencia a asimilar la diversidad reduciéndola a  unívocos generales o al “deber ser”, que niegan al ser y reivindican la abstracción, la idea misma que proyecta al ser para darle sentido.
 
Es como la idea del progreso o la idea de belleza que se ha construido como única, a la cual el ser debe de apegarse para darse valor a sí mismo. Producto de esta lógica en crisis es que tenemos formas de actuar, de hacer las cosas y de pensar que tienden a construir totalidades en las que el ser debe desarrollarse o asumir como propias para valorizarse, es ahí el factor violento del capitalismo con las diferencia aquellas producidas por lógicas que rompen con la lógica sistémica que el capitalismo neoliberal necesita para reproducirse.
 
Es necesario, en la línea de construir sistemas de pensamiento que reproduzcan lógicas diferentes, pensarnos desde esa misma diferencia y desde esa misma diversidad, para conservarla y potencializarla como un valor político, como parte de una actitud revolucionaria. Por diversidad estamos hablando en términos generales y no específicamente de la diversidad cultural. Lo diverso es la condición natural de lo social. A pesar de que existan ritos en común, imaginarios comunes y normalizaciones que pretenden asimilar y universalizar al ser,  no hay dos individuos iguales que puedan pensar, actuar y sentir lo mismo. No existen dos potencias deseantes que sean iguales. Es a esa diversidad a la que nos referimos, y a su praxis en la que el sujeto se afirma a sí mismo en su singularidad y esto conlleva una negación del univoco al cual el individuo es reducido.
 
Podemos ver entonces cómo la poesía, el arte, la música, la danza, la diversidad cultural, sexual, homosexualidad, etc., encierran un significativo valor revolucionario en la medida en que son afirmación del ser. De lo que se trata es de lógicas que den sentido a prácticas distintas.
 
En esta línea, la noción spinozeana de La Multitud adquiere un valor relevante. No debe pensarse que la multitud es una negación o algo en lo que se diluye al individuo. La multitud es una multiplicidad de individuos, por lo tanto una multiplicidad de potencias deseantes, que desde su singularidad producen y componen formas de conservarse a sí mismos en comunidad, conservando su esencia, su potencia y su propia diversidad. No puede, por ello, la Multitud desear algo distinto de lo que los individuos desean en común ya que la comunidad se articula a partir de un deseo común; de esperanzas comunes y temores comunes. Permite la unidad táctica de la diferencia y reproducir un orden de sentido opuesto al de la ontología imperante.
 
En estas fechas de fervores revolucionarios se hace justa y necesaria una mirada crítica sobre lo que se considera por revolucionario en Guatemala, para poder abrir nuestros horizontes de transformación a esa diversidad, que encierra un potencial revolucionario, de la que hablamos. Es necesario abandonar la moral revolucionaria proveniente de la militancia guerrillera; que nos hace ver algunas formas de lucha como “genuinamente revolucionarias” y otras no, que establece un “deber ser” revolucionario, que plantea unívocos ante los cuales la diversas estrategias de transformación son evaluadas, clasificadas y reducidas y, que a fin de cuentas tienden a cortar, en muchos casos, esos gérmenes de transformación. O en algunos casos a cerrar puertas, posibilidades de alianzas y convergencias.
 
La Multitud entonces, a partir del orden lógico que posibilita,  representa una alternativa sumamente significativa para pensar un nuevo ser revolucionario. Ya que no sólo permite la convergencia de las diferencias en resistencia, sino también es un elemento emancipador que posibilita una transformación del ser mismo, puesto que lo sitúa más allá de la lógica del reconocimiento y devuelve al ser su valor en su singularidad y no en la potencialidad de llegar a ser o alcanzar un unívoco abstracto que le reconozca y que le dé valor.
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Fernando Jerez
Área de Estudios sobre Imaginarios Sociales
https://www.alainet.org/fr/node/145216

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