La derecha reaccionaria y la masacre en Alaska

21/10/2012
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El 4 de octubre del 2012 en la carretera interamericana se dio un acto terrible. En una manifestación convocada por la organización de los 48 cantones de Totonicapán, el Gobierno de Guatemala bajo el argumento de la defensa del Estado de Derecho y el Orden, asesinó a 9 guatemaltecos en la disolución de una protesta.
 
Desde este espacio quisiera expresar el más profundo repudio y condena ante los hechos. Nada, pero absolutamente nada, justifica que el Gobierno, que se debe a su pueblo, sacrifique la vida de sus ciudadanos por la razón que sea. Los guatemaltecos no debemos de perder de vista que si existe un gobierno, que si existe un Estado, es para facilitarnos la existencia y para garantizar no solo la sobrevivencia, sino la integridad física y emocional de absolutamente todas las personas que co-existimos en este territorio.
 
Mucho se ha dicho y escrito al respecto. Muchas voces son de indignación y enojo frente a las acciones irresponsables del Gobierno, otras, las más preocupantes, buscan justificar y legitimar el asesinato de los guatemaltecos que fueron sacrificados por su propio gobierno y para esto producen una serie de fantasmas que surgen de su ignorancia, incomprensión, de su miedo, resentimiento, pero especialmente del racismo. Imaginan fantasmas como una agenda secreta detrás de las protestas, planes macabros de desestabilización política y social, personajes ocultos en las sombras del anonimato que se hacen millonarios con la manipulación de las personas y muchas otras fantasías paranoides que surgen de la imaginación de estos personajes.
 
Dentro de esos discursos que legitiman la violencia hay uno que me llama la atención y sobre el que quisiera referirme en esta breve opinión debido a que me parece representativo de esta lógica argumentativa. El día 9 de octubre, en la columna de opinión del Periódico, el columnista y exmilitar Ricardo Méndez Ruiz se refiere a los campesinos que participaron en la protesta como LA BESTIA. Esto haciendo alusión a Satanás. Plantea que la protesta, la rebeldía y la indignación del pueblo es como un vampiro que clava sus colmillos en territorios y, como un demonio, posee a las personas. Esta BESTIA es imaginada como un espíritu que se desplaza oculto en el país, que se apodera de los guatemaltecos y los contamina con ideas anti-sociales (socialistas). En ese sentido, no es la ignorancia y la estupidez en el argumento de Méndez Ruiz lo preocupante, sino la forma cómo le atribuye a un conjunto de seres humanos las características de un demonio que merece ser exterminado en beneficio de “todos”. Para éste columnista es irrelevante quién inicio los disparos, al final fueron para defenderse del monstruo. En sus palabras: “no importa si quien disparó fue un guardia de seguridad o los soldados. Se abrió fuego para salvase de una muerte espantosa a manos de la turba que los hubiera desmembrado o quemado vivos”. El Estado, según este razonamiento, necesita defenderse de su propia gente y asesinarla para garantizar su integridad.
 
Haciendo eso, divide a la sociedad guatemalteca en “buenos y malos”. Por un lado es un discurso que dice que “todos somos guatemaltecos” pero que dentro de eso existen buenos y malos. Los buenos son los que tienen los derechos y privilegios, los que gozan de protección y los malos, que son tan guatemaltecos como los buenos, quedan en una especie de limbo donde no tienen nada más que ellos mismos para defenderse. No hace falta mucho para darse cuenta que esos “malos guatemaltecos” siempre son los mismos: los “indios bochincheros”, las organizaciones sociales, los Derechos Humanos, etc.
 
Antes de vociferar argumentos racistas y a exigirle al Estado que sacrifique a su propio pueblo, tenemos que reconocer una realidad. Y esa realidad es que en Guatemala cuando se trata de las necesidades y reivindicaciones, absolutamente legitimas, del pueblo maya al Estado mágicamente se le tapan los oídos y aplica una política de dilación. No da respuestas satisfactorias, sino que ignora y da largas a los problemas. Los mecanismos de resolución de conflictos van enfocados a que la gente se canse y que termine por desistir a sus demandas. Ahora esto tiene consecuencias y es que la gente esta harta de ser engañada y de esperar y cuando la gente esta harta toma medidas extremas para ser escuchados y tomados en cuenta. Así, en el discurso que hace del pueblo LA BESTIA, los malos guatemaltecos son los que tienen la dignidad y el valor de decir NO cuando todos callan. Los “malos guatemaltecos” son los que denuncian con sus acciones que en Guatemala existe un modelo de Justicia que es una Bestia porque convierte a su propia gente en Bestias y los sacrifica para que otros sigan gozando de sus “derechos”.
 
Para la Ley y este tipo de discursos, son delincuentes y merecen ser sacrificados todos los que se opongan al Orden, al Progreso, a la Libre Locomoción, etc. Algo de lo que tenemos que tener claridad es que esto no tiene nada que ver con el hecho de que Otto Pérez Molina y Mauricio López Bonilla sean militares. Esto es algo propio del Estado, cuyo fundamento dogmático es La Ley y ésta al seguirse ciega y dogmáticamente se convierte en el fundamento de injusticia ya que no contempla las condiciones que llevan a un ser humano a jugarse la vida solo por ser escuchado, sino que la Ley, en su mirada ve hombres-bestia, criminales.
 
Ahora bien, este tipo de situaciones nos ponen a los guatemaltecos en una encrucijada. O bien podemos reproducir esos discursos reaccionarios y justificar que el Estado asesine a su población por ser incómodos al bloquear una carretera o bien podemos preguntarnos, en función de esos hechos, ¿qué tipo de sociedad es la que estamos construyendo? ¿qué tipo de seres humanos va a producir esa pedagogía de la violencia y de la impunidad? ¿Hacia donde, este tipo de acciones, este tipo de actitudes y este tipo de discursos nos conducen? ¿qué traumas le estamos produciendo a los niños que marcarán la Guatemala de los próximos años?
 
Basta ya de legitimar la muerte de los guatemaltecos por  fantasmas y mitos. Desde esta columna quisiera sumarme a las muchas otras voces que hablan de dignidad, que exigen el esclarecimiento de los hechos y que hablan de que si queremos una Guatemala distinta no solo no debemos de tolerar que se den este tipo de acciones sino que tenemos que denunciar y desmantelar de una vez por todas esa lógica perversa que dice que es “legitimo” que unos guatemaltecos mueran para que otros gocen de libertad de locomoción. No debemos de tolerar que bajo ninguna justificación, los guatemaltecos, cualesquiera que sean, se sacrifiquen. Si queremos una Guatemala distinta, ésta tiene que construirse desde la convicción de que la vida simple y sencillamente no es negociable.
 
Guatemala 22 de octubre del 2012
 
- Fernando Jeréz
Área de Estudios sobre Imaginarios Sociales
Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala (AVANCSO)
https://www.alainet.org/fr/node/162039
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