El ocaso de un ídolo
02/03/2011
- Opinión
Recientemente, en una clase sobre antropología e historia colonial discutíamos sobre los sacrificios humanos en la antigua cultura azteca y otras prácticas de violencia ritual y alguien expresó: “!Ah! esos indios salvajes, ignorantes; esa gente salvaje es igual a la de ahora con sus linchamientos y bloqueando carreteras. ¡Es gente incivilizada, no puede vivir en sociedad!…” luego, conforme se iba hinchando su pecho en “patrio ardimiento”, llegó a la conclusión de lo que realmente necesita Guatemala es un “verdadero líder”, de carácter, que se arriesgue a tomar las decisiones no políticamente correctas, que sea capaz de tomar el timón por la fuerza y llevarnos hacia costas más soleadas. Que pueda “hacer respetar la ley” e imponerla a esos delincuentes acarreados que viven bloqueando carreteras y quemando llantas. Al parecer, para muchos, Guatemala está urgida de un líder que asuma la tarea histórica de salvarnos de nuestro inminente desastre… en fin… lo que necesitamos es, al parecer, un caudillo, un dictador.
A mi criterio, más que la ausencia de un dictador, considero que uno de los problemas más grandes que tenemos los guatemaltecos es que somos terriblemente dogmáticos y eso nos impide articular procesos políticos. No hemos aprendido a escuchar al otro, ni a poner en tela de juicio lo que pensamos, ni a abrirnos a las ideas de los otros como posibilidad. Al contrario, de todo hacemos dogmas, por ejemplo: de que la gente es pobre porque es tonta y no sabe lo que quiere; que el ser humano es malo por naturaleza; o que el Estado siempre va a estar en su misma forma inalterable, por lo que no nos atrevemos a pensar mas allá de él. Somos dogmáticos incluso en creer que no creemos nada, en fin, dogmáticos en todos los sentidos y especialmente dogmáticos del dios Estado.
Cuando el Estado es tomado como un valor en sí mismo, se vuelve un mito y un dogma. Al dogmatizarlo lo ponemos en una relación de externalidad con respecto a nosotros y a nuestro poder de transformarlo. Como algo cuya naturaleza esta más allá de nosotros. Como sucede con el mercado en el discurso neoliberal. “Al mercado hay que dejarlo que actué libremente porque se rige por la ley natural de la oferta y la demanda” pregona el neoliberalismo. Si una institución social responde por una ley natural no hay nada que nosotros podamos hacer para transformarlo y en esa línea, el discurso pretende vaciar el contenido político de las instituciones.
De la misma forma sucede cuando asumimos que el Estado es un valor en sí y la lucha por éste es para salvarlo así mismo ¿de qué? De su propia gente a la cual supuestamente se debe. Pero, como al dogmatizarlo lo consideramos inherente a la sociedad no podemos pensarnos sin él. Siempre pensamos en alternativas para darle otro contenido pero con la misma forma. Le pedimos reconocimiento, le pedimos salud, educación, que nos cuide y que nos quiera, le pedimos misericordia cuando se enfurece y nos reprime.
Con esto nos olvidamos que llamamos Estado a la forma en la que políticamente nos organizamos como sociedad y que hay tantas formas de organizarnos como posibilidades imaginemos.
Al igual que al dios sol náhuatl Tezcatlipoca que había que rendirle sacrificios de vidas humanas para que pudiera salir al día siguiente y dar luz, calor y vida. De la misma forma, el dios Estado exige sus propias vidas humanas. Ingenuos de los discursos hegemónicos legitimamos con nuestro consentimiento resignado que es inevitable que unos mueran para que otros puedan vivir. Y de esta forma exigimos limpieza social, exigimos que se reprima, que se despoje, que se imponga la Ley con toda su fuerza y toda su violencia.
El tatuado, el delincuente, los ancianos y niños que deambulan en las calles del país, que mueren en el silencio de la noche, el campesino que deja su vida en la tierra, el joven cuya capacidad creativa muere ante el represivo sistema educativo, la mujer que es vilmente sacrificada y exhibida en la sociedad; esas, entre muchas otras, son las víctimas que día a día sacrificamos para que todas las mañanas el dios Estado salga a darnos orden, paz, progreso y desarrollo.
Algunos guatemaltecos exigen un nuevo sumo sacerdote que haga caer la violencia y sacrifique víctimas inocentes para revivir a nuestro dios moribundo. Y no es que eso nos haga una sociedad buena o mala, pero lo que no podemos negar es que realmente sucede y que en el silencio de nuestros pensamientos exigimos la víctima, exigimos el sacrificio a nuestro dios, ¡queremos limpieza social! y ¡queremos verlo! ¡Y nos dan nuestro espectáculo!: todos los días los medios amarillistas imprimen miles de páginas con el espectáculo de sangre que nuestra forma de organización política y social se cobra en su inmensa injusticia y desigualdad.
Es fundamental salir de esta racionalidad perversa y de nuestro dogmatismo sordo y ciego y que nos rebelemos ante ese dios infame. Dejemos de ver el Estado como un alguien, puesto que Estado somos todos: es nuestra práctica, es la lógica de nuestras acciones, es como nos organizamos, en como nos pensamos, etc.
Por eso, este proceso electoral nos abre la posibilidad de hacer un balance tomando en cuenta la historia de este país, debemos de ver esa forma de organización social que llamamos República de Guatemala y qué hemos obtenido de ella ante las propuestas políticas vacías e insignificantes de los candidatos que empiezan a perfilarse, y que solo pretenden revitalizar nuestra agonizante deidad.
Guatemala no está urgida de dictadores, ni de mesías, está urgida de una profunda revolución reflexiva. Es fundamental, si realmente queremos salir de esta situación tan desesperante y desesperanzadora en la que nos encontramos, que nos abramos al otro y que estemos dispuestos a poner lo que tomamos por sentado en tela de juicio y que seamos capaces de cuestionarlo todo abriéndonos a la posibilidad de co-construir una nueva verdad codo a codo con el que siempre ha sido excluido, aunque eso nos lleve incluso a romper con las bases mismas de nuestra sociedad.
Guatemala 1 de marzo del 2011.
- Fernando Jerez, Áerea de Estudios sobre Imaginarios Sociales. AVANCSO
https://www.alainet.org/fr/node/148007
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