Ninis, herencia de Fox y Calderón: expertos
11/01/2012
- Opinión
Hasta ahora los aspirantes a la Presidencia de la República no se han interesado por los ninis. Excepto Andrés Manuel López Obrador, a quienes se refirió expresamente para ofrecerles alternativas de educación y empleo. Ni el gobierno les ofrece oportunidades.
Son chicos de entre 14 y 29 años que preocupan a sus acongojados padres que son objeto de burlas, reflexión y estudio. Según estadísticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) existen 7.8 millones. En la ciudad de México hay 120 mil.
En Durango hay aproximadamente 20 mil, dijo el director del Centro de Integración Juvenil, Roberto Escárcega Montañez. Viven en la ciudad capital del mismo nombre y en Gómez Palacio, Lerdo y Santiago Papasquiaro. Por coincidencia, esta región ha sido fértil productora de enervantes que se comercian clandestinamente y ha sido enclave histórico de cárteles de la droga.
Es una minoría que preocupa en cada uno de los 32 estados. La socióloga Ana María Salazar revisó esta realidad. Dijo que el fenómeno surgió al inicio del primer presidente salido de las filas del Partido Acción Nacional.
Personalmente Fox se vio afectado: reconoció no haber concluido su formación académica y en lugar de promover el empleo formal, favoreció el auge de los “changarros” dentro de la economía informal.
Vicente Fox dio al mundo pruebas de su ignorancia, su falta de interés por la cultura y su negligencia para atender la generación de empleos bien pagados.
El sociólogo José Pedro Landaverde, especialista en el tema, precisó que esta nueva generación desinteresada por estudiar y trabajar se gestó al inicio de la etapa Fox, como claro reflejo de la falta de interés y de sus padres, por no inculcarles los valores de la formación académica y la capacitación para el trabajo.
El número de ninis se incrementó en una cifra contradictoria en la presente administración, justo en el tiempo en que se promocionó la figura del “presidente del empleo” y aquel famoso programa del “primer empleo”, para recién egresados universitarios.
Nelly Alarcón, de la Dirección Ejecutiva de Tratamiento a Menores, del sistema penitenciario del Gobierno del Distrito Federal, dice que estos chicos surgen de hogares en total abandono y falta de supervisión de sus padres.
Como papá y mamá trabajan, dijo, los descuidan y ellos caen en el ocio y quedan también expuestos a delinquir. El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Narro Robles, en su primera gestión, urgió al gobierno a atender a este grupo minoritario con oportunidades de empleo y acceso a las universidades públicas.
A finales del 2010 Narro Robles firmó un acuerdo con la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) y la UNAM para que los muchachos estudien diversas carreras en línea y concluyan su formación académica para mejorar su desarrollo con redes de atención directa en sus hogares y centros de recreación.
Este grupo de chicos desmotivados es característico sobre todo de comunidades asentadas en las ciudades, porque en la zona rural los que no estudian, trabajan en las labores del campo. Aun así, no hay en el medio rural muchas alternativas.
Arriesgan la vida. Uno de los grandes riesgos que se corre en todo el territorio nacional es que estos muchachos desocupados y desmotivados son atraídos por los criminales, que les ofrecen dinero fácil y en grandes cantidades con riesgo de su vida.
Para ilustrar esta triste realidad, las estadísticas de la Secretaría de la Defensa Nacional apuntan que en los últimos cuatro años han muerto mil 200 chicos en enfrentamientos entre cárteles del narcotráfico. Otros tantos se contrataron con grupos de sicarios o como transportadores de drogas.
Los que no estudian son aquellos que por falta de orientación no cursan una carrera universitaria; los rechazados de universidades que se dicen decepcionados del estudio y que no están motivados para trabajar. No les interesa.
Los que abandonan las aulas por carencias económicas, bajo nivel académico o su área de estudios no cubre sus expectativas o, en el otro extremo, aquellos que gozan de alto nivel económico y deciden no estudiar ni trabajar, porque creen que de todos modos tienen su porvenir asegurado. Y aquellos egresados de universidades que no lograron un empleo bien remunerado.
Luis Enrique Rosales, de 17 años, reconoce así, sin el menor rubor: “Mi mamá me da todo: no tengo por qué trabajar, no tengo obligaciones, y no voy a trabajar para los demás”. Y Rosa María Bohórquez: “Dejé de estudiar para estar con mi mamá y no voy a estudiar ni a trabajar, porque ya soy casada”.
La familia tiene la palabra. Para ellos no tiene sentido ni estudiar ni trabajar, porque no creen que pueda mejorar su vida. Son miembros de una minoría de clase media o alta. Estos últimos no consideran necesario estudiar una carrera ni encontrar un empleo, porque su futuro lo imaginan asegurado porque sus familias los pueden mantener, comenta el sociólogo Landaverde.
El diputado Vidal Llerenas Morales, secretario de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, y quien impulsara en el Gobierno del Distrito Federal desde la Secretaría de Desarrollo Económico, el programa Prepa Sí, con Marcelo Ebrard, dijo a Forum en Línea que el fenómeno, “más que un problema social, es de tipo económico, porque carecemos en todo el país de suficientes planteles para que estudien la preparatoria”.
“Nunca se ha logrado la preparatoria universal”, afirmó. “Esto se ha agudizado con el tiempo y este fenómeno, que ya tiene algunos años, ahora se ha agudizado porque es mayor el número de jóvenes que no han podido entrar a estudiar”.
Consideró ocioso especular sobre el número de jóvenes que no estudian, “porque de todos los que deben ingresar a la preparatoria sólo tiene acceso la mitad y de éstos sólo la mitad la concluye”.
El legislador del Partido de la Revolución Democrática afirma que a esta carencia de planteles “no se le ha metido dinero; el gobierno no destina presupuesto a la educación media; tanto el gobierno como el sindicato de maestros priorizan la educación preescolar y por esa razón nunca se ha incrementado la matrícula en la preparatoria”. Así, la prepa se convierte en un embudo.
El problema es que no hay escuelas preparatorias. Los que sí quieren estudiar, no pueden”.
Lo anterior es una consecuencia de la inmovilidad gubernamental, porque el Estado ha fallado en fortalecer las instituciones y los mecanismos para el desarrollo integral de la juventud; no hay políticas de Estado o son mediocres y superficiales, pues es un hecho que la juventud no existe para el Estado.
Para los jóvenes, comentó, las instituciones del gobierno y sobre todo las que están a su cargo como el Imjuve (Instituto Mexicano de la Juventud) y otras que debieran contar con el apoyo de la Secretaría de Educación Pública (SEP), están desarticuladas, son mediocres o en la realidad ni siquiera existen, pues los chicos parecen estar fuera de la agenda pública
De ahí se deriva el éxito que ha tenido en la ciudad de México el programa Prepa Sí, pues cuando se destinan becas suficientes a los muchachos que buscan capacitarse, lo hacen a través de estos estimulantes programas, ya que el gobierno federal no se preocupa por capacitar para el trabajo a los jóvenes, concluyó.
El 18 de noviembre el subsecretario de Educación Superior de la SEP, Rodolfo Tuirán, informó que de acuerdo a la información en su poder, en México hay alrededor de 7.8 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan y tres cuartas partes de ellos son mujeres, lo cual revela que los motivos de discriminación de género tienen un gran peso en esta problemática.
En esa fecha Tuirán presentó los resultados de la Encuesta Nacional de la Juventud 2010, que tiene a los ninis como uno de sus principales temas de estudio. El funcionario subrayó que este fenómeno es mucho más complejo, diverso y fluido de lo que se le ha presentado en la discusión pública, por lo que llamó a no trivializar o simplificar el asunto.
Uno de los aspectos que subrayó Tuirán durante la presentación de su ponencia es que los jóvenes descritos en esta categoría no pueden ser calificados como perezosos o indolentes, pues muchos de ellos buscan trabajo activamente o se desempeñan en las labores del hogar.
Sentado, casi recostado sobre un mullido sofá, Vicente González, de 24 años, dice que de nada sirvió haber egresado de la universidad donde estudió trabajo social, pues no encontró empleo y ya no tiene sentido insistir en su búsqueda.
Confía en que cuando cumpla 30 años, tal vez se anime a buscar una vacante, pues sus padres tienen dinero para que siga ahí, inmutable, “con la mente en blanco”.
“Esperaré a que me hablen por teléfono de las empresas a donde llevé mi curriculum vitae”, dijo. Porque, “no pienso perder mi tiempo en las posibilidades de empleos que no me satisfacen”.
La historia de Rosa María Bohórquez es ilustrativa. Nacida en el seno de una familia marginada, en sus primeros años estudió en una primaria de su barrio de la colonia Santa María la Ribera, pero sin el estímulo de sus padres para obtener las mejores calificaciones.
Ignoran la importancia del estudio y el trabajo. En los subsecuentes estudios secundarios Rosa María nunca escuchó de sus padres una explicación sobre la importancia de estudiar desde la infancia como una parte fundamental de la formación.
Ella recuerda que ya en la secundaria del mismo barrio, sus padres nunca la supervisaron y hubo veces que no iba a la escuela y ellos ni se percataron. Y si se dieron cuenta, nunca le llamaron la atención.
Más adelante, la adolescente tampoco llamó la atención ni el interés de sus padres en su formación universitaria y sólo esperaban que pronto encontrara una pareja para que al casarse, se fuera de su casa e hiciera su propia vida, pero nunca le inculcaron los valores del estudio y los beneficios de trabajar. Y si, se casó, pero sigue viviendo con sus padres, porque carece de vivienda propia.
Actualmente grupos ciudadanos y algunas autoridades de las 16 delegaciones del Distrito Federal promueven cursos para capacitar a los jóvenes de manera que encuentren un empleo. Desde febrero el GDF puso en marcha un plan para capacitar a 110 mil jóvenes a través de cursos de informática e implementó un bachillerato a distancia.
En la vía de los hechos persiste el círculo vicioso original: hay trabajos que requieren de un título académico del que muchos carecen, pero si se niegan a estudiar, permanecen en la inactividad. Brenda Contreras García comentó: “Como no tengo estudios, no puedo ingresar a un empleo donde se requiere título universitario. Hay trabajos donde te piden estudios y no los tengo”.
A merced del narcotráfico. Lo cierto es que estos desmotivados jóvenes son presa fácil de los cárteles del narcotráfico, pues no logran captar el interés de los gobernantes. Por la falta de oportunidades para estudiar o trabajar, el crimen organizado llega a ser para estos muchachos una opción y en algunos casos la única. Una salida fácil, como a ellos les gusta, pero peligrosa. Pero es una forma rápida de conseguir dinero, dicen.
Para los orientadores del Imjuve, no tienen sentido las oportunidades tradicionales; para ellos las alternativas del crimen organizado son más reales. Para otros el comienzo natural es que se vuelven adictos, porque el consumo de enervantes es una oportunidad de llenar los vacíos que deja el ocio, comenta Eduardo Aguilar Serra, del Imjuve.
Las estadísticas de la Secretaría de Gobernación señalan un incremento importante de la participación juvenil en las actividades subterráneas de lo ilícito, como la trata de mujeres para el comercio sexual.
Esto se explica, en parte, dicen los especialistas, a la exclusión permanente de los jóvenes, y al clima de impunidad generalizado que se vive en este país. Los muchachos se cansaron de ser excluidos y reclaman su parte en esta vida y la quieren con lujos y dinero suficiente para pagar sus cuentas.
Lo que alarma es que esta incursión de niños, adolescentes y jóvenes en los grupos delictivos dedicados al narcotráfico se disparó en altos índices desde el 2000, de acuerdo con investigaciones del Centro de Estudios Fronterizos de Tijuana.
Estos nuevos integrantes del crimen surgieron de barrios pobres con altos índices de violencia, pobreza, desintegración familiar y bajos niveles educativos; donde la pobreza estimula a los chicos a caer en la tentación de una vida de lujos que jamás alcanzarían de otra forma.
Se alquilan como sicarios y en ocasiones ejecutan acciones de violencia contra otros muchachos de su edad o más jóvenes. O contra adictos que buscan regenerarse, como ocurrió en Ciudad Juárez, Chihuahua, en un centro de rehabilitación, a donde entraron y masacraron a 18 chicos que decidieron alejarse del consumo de enervantes.
Fuente: Forum en línea
https://www.alainet.org/de/node/155154?language=en