Removiendo la memoria de las y los guatemaltecos

Por una mirada diferente

02/07/2006
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  • Opinión
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A finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, no hablábamos de la política de la memoria. Hablábamos de la política contrainsurgente, de la política de exterminio, de la política de aislamiento de nuestro país en el concierto de las naciones. Hablábamos de algunas masacres de las que sí teníamos conocimiento, como la de Panzós en 1978 o la de la Embajada de España en 1980, pero no hablábamos de la política de la memoria. Las luchas de los sectores populares en aquellos días, que se ubicaban en el terreno de lo político-militar o en el de lo político-organizativo, eran luchas en el presente sobre el presente, aunque, claro está, alimentadas por una larga historia nacional de muerte y explotación. La reaparición en la escena nacional en las últimas semanas de dos personajes de aquellas décadas, nos han mostrado que los tiempos, efectivamente, han cambiado. Romeo Lucas García murió y ha sido enterrado sin nunca haber enfrentado juicio por las atrocidades cometidas por el ejército y los grupos paramilitares durante su gobierno; Donaldo Álavarez Ruiz, el ministro de gobernación de Lucas conocido por su crueldad, fue noticia pocos días después al informar la prensa internacional sobre su supuesta captura en Estados Unidos. Noticia, que como sabemos, nunca fue confirmada. Uno murió, el otro sigue gozando de su libertad, inaccesible, en apariencia, a la mano de la justicia. Pero las noticias sobre ambos han removido la memoria de las y los guatemaltecos. Los medios han salido rápidamente a entrevistar testigos de la época, personas que pueden recordar lo que pasó, lo que vivieron, lo que oyeron, lo que sintieron en aquellos años. Y hemos oído los testimonios de las víctimas de aquel régimen sanguinario, y hemos entendido de nuevo el porqué de la radicalización de tantos hombres y mujeres en Guatemala. Pero, pasado el primer impacto, surge con gran claridad de nuevo la lucha, pero esta vez no en el presente y sobre el presente, sino que en el presente sobre el pasado. Es la lucha sobre la memoria, sobre lo que se recuerda y lo que no; sobre lo que se debe olvidar y lo que no. Y, aunque sabemos que las estructuras sociales, políticas y económicas de nuestro país siguen siendo en lo fundamental las mismas que se encontraron en la base de la motivación para la organización social y política que se movilizó ampliamente en los años 70 y 80, nos damos cuenta de pronto que habíamos dejado de escuchar un cierto lenguaje justificador del exterminio, pero que el mismo sigue vivo en la memoria. Sigue vivo en la memoria y puede reaparecer en un campo pagado, en una declaración, en un pronunciamiento, hoy, en el presente. Volvemos a leer que ante el llamado "peligro comunista", aquello era lo único que podía hacerse; volvemos a escuchar explicaciones amañadas de las circunstancias de la tragedia de la Embajada de España y leemos el encomio de un hombre capaz de dirigir cotidianamente la muerte de sus conciudadanos y conciudadanas con la más absoluta frialdad. Y de nuevo vemos la inadmisible negación de las causas profundas del conflicto guatemalteco. Muchos libros han recogido ya testimonios de las víctimas de la política contrainsurgente del Estado, comenzando por los informes del REMHI y de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, pero es notorio que los datos presentados, los hechos documentados, y los restos exhumados de innumerables fosas, son todavía incapaces de hacer rectificar a esa memoria insólita que nos ha mostrado su vitalidad en estos días. Es oportuno preguntarse por esa vitalidad. La respuesta tiene que ver con la naturaleza política de tal memoria, pero sobre todo, con el hecho de que en la lucha planteada sobre la memoria, es esta versión la que impide que la historia se termine de escribir con las voces de aquellos que aún claman justicia. - Artículo difundido en el programa "Buenos Días" de Radio Universidad
https://www.alainet.org/es/active/12105
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