Los condenados de la tierra
Oaxaca: la encrucijada en la transición mexicana
09/10/2006
- Opinión
Mientras el ejército y la marina continúan al acecho, Felipe Calderón firma acuerdos en Colombia para combatir el narcotráfico y la inseguridad. La militarización resulta una constante en la política mexicana.
En los últimos días, los habitantes de Oaxaca continúan en “alerta máxima”, el conflicto en el estado más pobre de México parece convertirse en un punto de confluencia entre el gobierno del actual presidente, Vicente Fox, y el de Felipe Calderón, electo en unos comicios que dejaron más dudas que certezas.
Oaxaca parece ser un puente, una zona de paso que deja al descubierto los seis años de gobierno de Fox y muestra el camino hacia los próximos años del mandato de Calderón.
Los vuelos de aeronaves militares realizados sobre el centro de la capital oaxaqueña, la llegada al aeropuerto de esa ciudad de efectivos castrenses, así como la ubicación de helicópteros y aviones de la Armada en ciudades próximas como Salina Cruz, son hechos que pueden ser interpretarse como provocaciones innecesarias y peligrosas en una zona de gran explosividad, o como movimientos previos a una incursión represiva de gran escala.
Pero retrocedamos apenas tres años. Fue allí mismo en México, algunos kilómetros al norte de Oaxaca, en Monterrey, donde la Organización de Estados Americanos (OEA) convocó a una Conferencia Especial sobre Seguridad, en octubre de 2003.
Allí, se adoptó un nuevo concepto de seguridad hemisférica que amplió la definición tradicional a partir de la incorporación del término “nuevas amenazas”. Desde ese momento, casi todos los problemas pueden ser considerados como una potencial amenaza para la seguridad.
Como consecuencia, la militarización fue una respuesta para confrontar esas problemáticas. Todo esto, claro, en el marco de la supuesta “guerra contra el terrorismo”, lanzada por la administración Bush, post 11-S.
Colombia es el exponente más claro de este fenómeno. A pesar de ser un conflicto que lleva más de 40 años, el gobierno actual adoptó como política reducirlo a un problema de terrorismo. En tal sentido lo que antes se denominaba “narcotráfico” ahora comenzó a llamarse “narcoterrorismo”.
La semana pasada, mientras el pueblo oaxaqueño temía una intervención militar, Calderón visitaba en Bogotá al presidente colombiano, Alvaro Uribe. La admiración de Calderón por el mandatario sudamericano es ya conocida.
En esta visita el mexicano aprovechó para refrendar su interés por seguir los pasos de Uribe. Desayunaron juntos y establecieron mecanismos de diálogo y ayuda recíproca para enfrentar el narcotráfico y los problemas de inseguridad de ambas naciones. "No podemos permitir que haya poderes de facto que desafíen autoridad Estado mexicano", afirmó el panista, en un tiro por elevación al conflicto en su país.
Esta claro que de seguir el modelo de Uribe, conflictos como el de Oaxaca serán resueltos por el nuevo gobierno con los métodos más violentos y represivos.
Esa misma semana, el presidente estadounidense, George W. Bush, firmaba en Scottsdale, Arizona, la ley de presupuesto del Departamento de Seguridad Interior, que incluye 1.200 millones de dólares para construir un muro en la frontera con México.
La ley aprobada por el presidente Bush incluye un paquete de medidas de refuerzo de la seguridad fronteriza, con un presupuesto total de 33.800 millones de dólares. Además recordó que pretende aumentar de 12 mil a 18 mil en 2008 el número de agentes efectivos de la Patrulla Fronteriza.
Por su parte, el actual presidente mexicano dijo que ni en Oaxaca ni en cualquier otro lugar del país la solución de los problemas se puede dar por medio de la violencia.
En tal sentido, aseguró estar empeñado en resolver el conflicto mediante el diálogo, aunque de no ser así “la transgresión de la ley debe ser impedida y debe ser castigada”.
El conflicto en Oaxaca, refleja una vez más en Latinoamérica la dicotomía de la utilización de las Fuerzas Armadas para situaciones que le competen a las fuerzas internas, algo promulgado por la Casa Blanca y su Comando Sur.
Muchos aseguran que la represión contra las movilizaciones en Oaxaca ya está acordada. ¿Por qué los sobrevuelos los realiza la Armada de México y no -en todo caso- la Policía Federal? ¿Por qué interviene la Armada en una ciudad que no tiene mar?
Los seis años de gobierno de Fox están culminando, su política transcurrió en una subordinación constante a Estados Unidos, alejándose de los países latinoamericanos. El conflicto en Oaxaca parece convertirse en una encrucijada del destino, entre el foxismo y el gobierno de Felipe Calderón, quien parece seguir los pasos del colombiano Alvaro Uribe.
Un pasaje entre presente y el futuro, un futuro que se vislumbra oscuro para los pueblos del sur de México.
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Mar del Plata / Argentina
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