América Latina y los tiempos de cambio
17/11/2006
- Opinión
América Latina marcha, con pie firme y seguro, hacia nuevos tiempos que auguran cambios.América Latina marcha, con pie firme y seguro, hacia nuevos tiempos que auguran cambios. No importa si políticos, analistas y medios de prensa interesados caracterizan maniqueísticamente el panorama continental, en términos de victorias y derrotas entre derecha e izquierda.
Esta perspectiva tiene como único objetivo restar méritos y ocultar la emergencia y el avance de las fuerzas progresistas en toda la región, a la vez que se hunde un modelo económico y político que, lejos de reflejar en lo cotidiano los índices macroeconómicos aplaudidos por el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, agudiza la desigualdad extrema en la distribución de la riqueza y ensancha la brecha entre los poquísimos muy ricos y los muchísimos solemnemente muy pobres.
Son esos mismos sectores y actores locales que etiquetan de populistas a quienes encabezan la oleada del cambio y los que le endilgan el peyorativo "amigos de Chávez" a quienes desde la izquierda disputan el ejercicio del poder, en buena lid, a la derecha tradicional.
El vueltegato se inició en Perú con unas elecciones en las cuales, al final, Alan García derrotó a Ollanta Humala, quien de todos modos consiguió el mérito de trazar una meteórica carrera al frente de una alternativa nada sospechosa de comunista. Humala no ganó la Presidencia pero su candidatura evidenció el avance de las fuerzas populares que, a pesar de adolecer de diferencias y falta de unidad, podrían estar listas para futuros escenarios. Así pues, más que un fracaso, el caso Humala evidenció el progreso de esos nuevos esquemas.
Otro tanto ocurrió en México, donde el proceso eleccionario se decidió por un puñado de votos pero con sobradas evidencias de que el fraude y la componenda, endémicos allí, fueron los que a la postre decidieron la suerte de Andrés Manuel López Obrador, líder de una alianza que pudo cambiar el escenario político local, oligopólico por tradición. Pese a todo, el caso mexicano confirmó la tendencia y sigue encendido como lo prueba Oaxaca.
Bolivia concretó su coyuntura en las urnas con el contundente triunfo que convirtió a Evo Morales en el primer Presidente indígena de la nación más pobre de Sudamérica. El evento trajo a primer plano la lucha por la defensa de los recursos naturales, evidenció el propósito de comenzar a encarar la preterita deuda social y dejó oír el grito desesperado y reivindicativo de las mayorías indígenas silenciadas. La nacionalización de los hidrocarburos, a la cola de la ola privatizadora que piñatizó los patrimonios públicos en América Latina, se convirtió en un golpe popular de gran incidencia en Bolivia, con méritos reconocidos hasta por la propia oposición local.
Sólo la férrea y soberana defensa de los recursos naturales, en procura de un genuino desarrollo nacional con justicia social, representa un cambio sustancial en el país andino y un ejemplo para cualquier otra nación del continente, más allá de los estancos ideológicos.
La reelección permitirá a Lula mantener la misma línea que abrió y que ahora le deberá allanar el camino para desarrollar una segunda fase de fortalecimiento en beneficio de las mayorías pobres del gigante “do sul”.
El regreso de Daniel Ortega y el FSLN al gobierno en Nicaragua se constituye en un eslabón más en la cadena de avance de las fuerzas progresistas, con independencia de la grosera intromisión de Estados Unidos con pretensiones de volver a imponer el voto del miedo entre los hermanos nicas. Baste decir que, en los últimos años, un millón de niños nicaragüenses desertaron de la escuela y que el analfabetismo, reducido considerablemente por la Revolución sandinista, supera hoy el 30 por ciento en tanto que el ex somocismo, con piel de oveja de neoliberalismo, mata mediante el hambre y las enfermedades.
En la cresta de este mismo tsunami disputa la Presidencia en su país el ecuatoriano Rafael Correa quien apenas meses antes no anunciaba tal empeño. Más allá del resultado electoral, ha dado un salto para colocarse en la vanguardia del combate por el poder y las transformaciones estructurales.
Y en el colofón del año electoral 2006 se estampa Venezuela, donde Chávez Frías se reelegirá sin dificultad, pese a los esfuerzos en contrario por parte de sectores opositores que intentan restarle mérito y brillo a una nueva victoria de la Revolución Bolivariana, empeñada en el plausible esfuerzo de construir lo que denominan socialismo del siglo XXI.
En definitiva, el cambio se está definiendo en las urnas y, más meritorio todavía, con las reglas de las clases dominantes. Pero más allá de victorias o derrotas electorales, hoy o mañana, la dirección hacia la izquierda sigue consolidándose a lo largo de Latinoamérica, desde el río Bravo hasta el Cabo de Hornos.
- J. Santos Coy es analista invitado de Incidencia Democrática.
Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
http://www.i-dem.org
Esta perspectiva tiene como único objetivo restar méritos y ocultar la emergencia y el avance de las fuerzas progresistas en toda la región, a la vez que se hunde un modelo económico y político que, lejos de reflejar en lo cotidiano los índices macroeconómicos aplaudidos por el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, agudiza la desigualdad extrema en la distribución de la riqueza y ensancha la brecha entre los poquísimos muy ricos y los muchísimos solemnemente muy pobres.
Son esos mismos sectores y actores locales que etiquetan de populistas a quienes encabezan la oleada del cambio y los que le endilgan el peyorativo "amigos de Chávez" a quienes desde la izquierda disputan el ejercicio del poder, en buena lid, a la derecha tradicional.
El vueltegato se inició en Perú con unas elecciones en las cuales, al final, Alan García derrotó a Ollanta Humala, quien de todos modos consiguió el mérito de trazar una meteórica carrera al frente de una alternativa nada sospechosa de comunista. Humala no ganó la Presidencia pero su candidatura evidenció el avance de las fuerzas populares que, a pesar de adolecer de diferencias y falta de unidad, podrían estar listas para futuros escenarios. Así pues, más que un fracaso, el caso Humala evidenció el progreso de esos nuevos esquemas.
Otro tanto ocurrió en México, donde el proceso eleccionario se decidió por un puñado de votos pero con sobradas evidencias de que el fraude y la componenda, endémicos allí, fueron los que a la postre decidieron la suerte de Andrés Manuel López Obrador, líder de una alianza que pudo cambiar el escenario político local, oligopólico por tradición. Pese a todo, el caso mexicano confirmó la tendencia y sigue encendido como lo prueba Oaxaca.
Bolivia concretó su coyuntura en las urnas con el contundente triunfo que convirtió a Evo Morales en el primer Presidente indígena de la nación más pobre de Sudamérica. El evento trajo a primer plano la lucha por la defensa de los recursos naturales, evidenció el propósito de comenzar a encarar la preterita deuda social y dejó oír el grito desesperado y reivindicativo de las mayorías indígenas silenciadas. La nacionalización de los hidrocarburos, a la cola de la ola privatizadora que piñatizó los patrimonios públicos en América Latina, se convirtió en un golpe popular de gran incidencia en Bolivia, con méritos reconocidos hasta por la propia oposición local.
Sólo la férrea y soberana defensa de los recursos naturales, en procura de un genuino desarrollo nacional con justicia social, representa un cambio sustancial en el país andino y un ejemplo para cualquier otra nación del continente, más allá de los estancos ideológicos.
La reelección permitirá a Lula mantener la misma línea que abrió y que ahora le deberá allanar el camino para desarrollar una segunda fase de fortalecimiento en beneficio de las mayorías pobres del gigante “do sul”.
El regreso de Daniel Ortega y el FSLN al gobierno en Nicaragua se constituye en un eslabón más en la cadena de avance de las fuerzas progresistas, con independencia de la grosera intromisión de Estados Unidos con pretensiones de volver a imponer el voto del miedo entre los hermanos nicas. Baste decir que, en los últimos años, un millón de niños nicaragüenses desertaron de la escuela y que el analfabetismo, reducido considerablemente por la Revolución sandinista, supera hoy el 30 por ciento en tanto que el ex somocismo, con piel de oveja de neoliberalismo, mata mediante el hambre y las enfermedades.
En la cresta de este mismo tsunami disputa la Presidencia en su país el ecuatoriano Rafael Correa quien apenas meses antes no anunciaba tal empeño. Más allá del resultado electoral, ha dado un salto para colocarse en la vanguardia del combate por el poder y las transformaciones estructurales.
Y en el colofón del año electoral 2006 se estampa Venezuela, donde Chávez Frías se reelegirá sin dificultad, pese a los esfuerzos en contrario por parte de sectores opositores que intentan restarle mérito y brillo a una nueva victoria de la Revolución Bolivariana, empeñada en el plausible esfuerzo de construir lo que denominan socialismo del siglo XXI.
En definitiva, el cambio se está definiendo en las urnas y, más meritorio todavía, con las reglas de las clases dominantes. Pero más allá de victorias o derrotas electorales, hoy o mañana, la dirección hacia la izquierda sigue consolidándose a lo largo de Latinoamérica, desde el río Bravo hasta el Cabo de Hornos.
- J. Santos Coy es analista invitado de Incidencia Democrática.
Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
http://www.i-dem.org
https://www.alainet.org/es/active/14588
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