Durante 10 largos e interminables años todos los miércoles a las 12 del día al atravesar el centro de la ciudad de Medellín, he escuchado un grito lacónico, desesperado y recurrente, “los queremos vivos, libres y en paz” que brota de las gargantas de los familiares de secuestrados y desaparecidos por parte de guerrilleros, paramilitares y los propios organismos del Estado. Pero eso parece no importar a los victimarios, no los conmueve el dolor de estas madres y familiares que se congregan para exigir, para reclamar por sus familiares secuestrados, desaparecidos, injustamente detenidos o asesinados. Para los familiares, es decir, para las víctimas no existe ideología, ellos solo quieren poder volver a verlos vivos y ruegan día tras día que no les pase lo que a Guillermo Gaviria, Gilberto Echeverri, Julián Ernesto Guevara, los diputados del Valle y tantos y tantos que este conflicto se ha llevado hasta de nuestra memoria, ese es su gran y fundado temor; que en medio de la politización y polarización del debate de intereses, sus seres queridos terminen atravesados por las balas que se ofrecen de parte y parte y finalmente queden convertidos en tan solo un vago recuerdo, en un busto de cemento exhibido en una plazoleta como la alpujarra,- en donde están las estatuas de Gilberto Echeverri y de Guillermo Gaviria- que a fuerza nos recuerda la realidad de la barbarie a la que se enfrentan los cautivos, inmersos en esta prolongada guerra.

Lo humanitario debe ponerse por encima de las ideologías, ese ha sido el mensaje durante 10 años en la iglesia de la candelaria de Medellín y es el mensaje de las victimas de este conflicto que se congregaran en iglesias a lo largo del país el próximo 4 de febrero, como una suplica más por la humanización, por la flexibilización de las posturas, porque se muevan los inamovibles, por la negociación, por la libertad, por el acuerdo humanitario YA, por la paz…por, por, por…ni contra Uribe, ni a favor de las FARC, contra la guerra y contra los guerreros incluida las FARC.

El poeta Octavio Paz en su obra 'Libertad bajo palabra' anota que; "en la democracia hay un tiempo para la discrepancia y la crítica", en Colombia pareciera que quien no este con Uribe esta contra el y que quien no salga a marchar con la iniciativa de facebook, está con las FARC, pues bien, hoy, desde la civilidad, con y por las victimas quienes hemos reivindicado la salida política y negociada de los conflictos tenemos el deber de exigir con mayor firmeza, que por encima de cualquier otra consideración, se avance en el acuerdo humanitario que a la vez sea el punto de partida de un proceso cierto de negociación política, para avanzar hacia la paz.  

Lo que empezó como una manifestación espontánea en una red virtual en contra de las FARC y movida por la indignación, hoy escenifica la diversidad de posturas que encarna un país que ha puesto el más alto de los costos: La vida humana, a manos de guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes y fuerzas militares del Estado, es por ello que la marcha del 4 de febrero promovida en el facebook, ya no es solo en contra de las FARC, es una movilización plural y legítima en sus reivindicaciones y manifestaciones, es la movilización por las victimas del desplazamiento forzado, de las desapariciones, del secuestro, de las minas antipersonales, de los ejecutados extrajudicialmente, de las masacres, del genocidio[1], es la movilización, por la libertad, por la negociación política que nos conduzca a ponerle  fin a la guerra y por la construcción de la paz con justicia social.

No hay que olvidar que tanto se tira de la cuerda hasta que por fin se rompe y siempre por el lado más débil, para el caso, el lado más débil lo constituyen las víctimas, son los secuestrados indefensos,  encadenados e inermes, hombres y mujeres sepultados en la selva, cuya única esperanza es un acuerdo humanitario y a quienes esta sociedad abandonó y más aún los condena cuando en vez del acuerdo humanitario apoya propuestas de mano dura, no al despeje, si al rescate militar, cuando estratifica a las victimas, cuando las diferencia de acuerdo con los victimarios, cuando condena a unos y a otros no, cuando levanta su voz para endurecer las posturas y no para recorrer los caminos del acercamiento y la humanidad.

El 4 de febrero y todos los días mientras persista el conflicto, Colombia debe levantar su voz en contra de la guerra y a favor de la paz. "ni las armas ni aquellos que pretenden instrumentar" el dolor "acabarán con la esperanza de que el ejercicio de la palabra traiga la paz y la libertad a lo largo y ancho del territorio"[2].

Es el dolor de las victimas (todas), de sus familias, lo que nos debe movilizar, es a quienes debemos acompañar el 4 de febrero, donde éstas decidan estar allí estaré exigiendo con ellas como desde hace 10 años que los queremos, vivos, libres y en paz[3]. La guerra no puede haber dado de baja a la solidaridad y a la compasión, el dolor ajeno, el de todas las victimas tiene que ser el propio.