No basta rezar
25/02/2008
- Opinión
Cuando en el país se recrudece la delincuencia, surgen diversas manifestaciones orientadas a expresar el sentimiento del pueblo frente a las dificultades que vive la mayoría de la sociedad. La delincuencia que afecta a todos sin distinción hace surgir expresiones sui géneris, hasta de los culpables de que el clima de inseguridad se haga cada vez más grande.
No es casual ver a funcionarios de gobierno y políticos, con su mejor cara de demagogos, encabezando marchas, oficios religiosos, organizados para rogar a Dios por la paz. Ellos llegan siempre, aunque no se les invite, a hacer su campañita, a poner cara de inocentes y hacer sentir su preocupación por la difícil situación ante la que han sido incapaces de generar verdaderas transformaciones.
En las misas y cultos de oración, los que tienen el poder de la nación, comparten los sitios de privilegio con los de su clase, no importa que sean del partido o de la corriente contraria, hasta se dan abrazo y beso. Si es tiempo de campaña salen a desear la paz a los humildes que les quedaron un poco más cerca.
De cualquier modo buscan acercarse a los periodistas, roban cámara y hablan bonito. Cuando se les escucha se puede creer que Dios hará el milagro.
En medio de esos actos hermosos de expresión popular se pueden ver hasta policías, los de alto rango en primera fila y los de abajo oyendo la misa por la paz con el fusil en la mano, cuidando la limosna y a los poderosos.
El pueblo sabe que la terrible delincuencia está protegida por la incapacidad y complicidad de los que tienen la responsabilidad y la obligación de garantizar seguridad a toda la población. Los rumores de la complicidad de influyentes y policías con los delincuentes son escuchados en todas las esquinas.
En estos actos no pueden faltar los candidatos a cargos de elección popular, algunos se hacen acompañar de sus parientes o de sus activistas. Van listos para acaparar la atención de cualquier modo, no se puede perder el chance de hacer sentir su aspiración. Como es normal, cuando hablan sobre el tema, le echan la culpa de todos los males a los del partido antagónico. Se les nota un poco desubicados porque no están acostumbrados a ir mucho a misa, sólo lo hacen cuando la carga de pecados es muy grande o cuando como en estos casos les conviene por su campaña.
Y el pueblo sigue ahí, con la más sana intención; rogándole a Dios el milagro de la paz. Y aquí queda clara la sabiduría popular, sólo Dios puede salvarnos.
Pero también queda claro que no basta rezar.
La delincuencia no parará mientras los gobernantes no cumplan sus promesas de transformación social, mientras la corrupción siga siendo la orden del día en los entes gubernamentales y mientras la política no sea verdaderamente la búsqueda del bien común.
Cómo puede construirse la paz en un país en donde alrededor del 55 % de los niños que salen de sexto grado no pueden ingresar a un colegio.
Cómo puede haber paz si para los jóvenes es casi imposible ingresar a la educación universitaria.
Y que decir de la paz cuando el precio de los productos de la canasta básica es inaccesible, si la mayor parte de la población es pobre y no tiene ni que comer y si tenemos un gobierno incapaz de controlar los precios de los productos que más se necesitan.
No es fácil pensar en la paz cuando hay todavía pueblos donde no existen los doctores, si el acceso a servicios médicos gratuitos es precario.
Se nos aleja la paz cuando el pueblo no se organiza para exigir sus derechos y luchar por transformar la patria.
Se puede hacer un listado de los males del país que destruyen la paz, sin embargo la construcción de esta es responsabilidad de todos.
Debemos tener claro que como dijeron los obispos en Puebla, hace ya mucho tiempo, “la paz es ante todo fruto de la justicia”. Estamos comprometidos a luchar por la paz en la dimensión clara que esta no es sólo la ausencia de violencia o de guerra, se pragmatiza en la satisfacción de las necesidades de todos los seres humanos.
Mientras los gobernantes no respondan a las aspiraciones del pueblo, nos queda el consuelo de rezar sin olvidar que, como dice la canción de los Guaraguao: “No basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz”.
No es casual ver a funcionarios de gobierno y políticos, con su mejor cara de demagogos, encabezando marchas, oficios religiosos, organizados para rogar a Dios por la paz. Ellos llegan siempre, aunque no se les invite, a hacer su campañita, a poner cara de inocentes y hacer sentir su preocupación por la difícil situación ante la que han sido incapaces de generar verdaderas transformaciones.
En las misas y cultos de oración, los que tienen el poder de la nación, comparten los sitios de privilegio con los de su clase, no importa que sean del partido o de la corriente contraria, hasta se dan abrazo y beso. Si es tiempo de campaña salen a desear la paz a los humildes que les quedaron un poco más cerca.
De cualquier modo buscan acercarse a los periodistas, roban cámara y hablan bonito. Cuando se les escucha se puede creer que Dios hará el milagro.
En medio de esos actos hermosos de expresión popular se pueden ver hasta policías, los de alto rango en primera fila y los de abajo oyendo la misa por la paz con el fusil en la mano, cuidando la limosna y a los poderosos.
El pueblo sabe que la terrible delincuencia está protegida por la incapacidad y complicidad de los que tienen la responsabilidad y la obligación de garantizar seguridad a toda la población. Los rumores de la complicidad de influyentes y policías con los delincuentes son escuchados en todas las esquinas.
En estos actos no pueden faltar los candidatos a cargos de elección popular, algunos se hacen acompañar de sus parientes o de sus activistas. Van listos para acaparar la atención de cualquier modo, no se puede perder el chance de hacer sentir su aspiración. Como es normal, cuando hablan sobre el tema, le echan la culpa de todos los males a los del partido antagónico. Se les nota un poco desubicados porque no están acostumbrados a ir mucho a misa, sólo lo hacen cuando la carga de pecados es muy grande o cuando como en estos casos les conviene por su campaña.
Y el pueblo sigue ahí, con la más sana intención; rogándole a Dios el milagro de la paz. Y aquí queda clara la sabiduría popular, sólo Dios puede salvarnos.
Pero también queda claro que no basta rezar.
La delincuencia no parará mientras los gobernantes no cumplan sus promesas de transformación social, mientras la corrupción siga siendo la orden del día en los entes gubernamentales y mientras la política no sea verdaderamente la búsqueda del bien común.
Cómo puede construirse la paz en un país en donde alrededor del 55 % de los niños que salen de sexto grado no pueden ingresar a un colegio.
Cómo puede haber paz si para los jóvenes es casi imposible ingresar a la educación universitaria.
Y que decir de la paz cuando el precio de los productos de la canasta básica es inaccesible, si la mayor parte de la población es pobre y no tiene ni que comer y si tenemos un gobierno incapaz de controlar los precios de los productos que más se necesitan.
No es fácil pensar en la paz cuando hay todavía pueblos donde no existen los doctores, si el acceso a servicios médicos gratuitos es precario.
Se nos aleja la paz cuando el pueblo no se organiza para exigir sus derechos y luchar por transformar la patria.
Se puede hacer un listado de los males del país que destruyen la paz, sin embargo la construcción de esta es responsabilidad de todos.
Debemos tener claro que como dijeron los obispos en Puebla, hace ya mucho tiempo, “la paz es ante todo fruto de la justicia”. Estamos comprometidos a luchar por la paz en la dimensión clara que esta no es sólo la ausencia de violencia o de guerra, se pragmatiza en la satisfacción de las necesidades de todos los seres humanos.
Mientras los gobernantes no respondan a las aspiraciones del pueblo, nos queda el consuelo de rezar sin olvidar que, como dice la canción de los Guaraguao: “No basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz”.
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