Dos siglos de economía venezolana

17/07/2011
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El martes de la semana pasada, el Comandante Presidente Hugo Chávez se dirigió a todos los venezolanos.
 
Utilizando una red social, vía internet, nos dijo: “Oh Venezuela, Feliz Cumpleaños Patria Querida! Ah Venezolanos, Venezolanas, Felicidades hoy y para siempre, Hermanos míos!! VivaVenezuela!!!!”. “5 de Julio, llegaste al fin, estremecido, huracanado de Pasión Patria, 200 años después! Así te esperábamos nosotros, los hijos de tu Gloria!!”
 
Minutos antes, desde el Palacio de Miraflores, al iniciar los actos conmemorativos del Bicentenario de nuestra independencia, nos había confirmado que “ya no somos colonia, ni lo seremos jamás”.
 
Hace doscientos años, cuando logramos nuestra independencia, nuestra economía tenía todas las características del coloniaje. Tres siglos de explotación habían dejado una profunda brecha en el pensamiento y en el comportamiento del incipiente venezolano que entonces se atrevía a andar por su propia voluntad.
 
Los muy pocos, privilegiados por cuna y ancestros, sabían, hasta donde la información de entonces llegaba y los verdaderos amos se lo permitían, que nuestros campos producían cacao, nuestras montañas tenían oro y nuestros mares generaban perlas.
 
En su primera presidencia, en 1834, el Gral. José Antonio Páez impuso la Ley de Libertad de Contratos. En apenas siete artículos, el decreto maniataba la incipiente economía a los principios liberales, incluyendo absoluta libertad para fijar intereses y adjudicar propiedades, sin avalúo previo, para cancelar cualquier deuda.
 
Veinte años después éramos políticamente más libres que en el pasado, pero económicamente estábamos peor que en la Colonia. Ahora el amo no estaba al otro lado del Atlántico, sino bastante más cerca y con las mismas antiguas costumbres.
 
Pronto sobrevino la mayor acaparación de riquezas, en pocas manos, que registra la historia de nuestra economía. Un pequeño grupo de familias dominaban todo el comercio y eran propietarios de cultivos, haciendas, vías y aduanas.
 
Hacia finales de ese siglo bajaron los precios de exportación del cacao y los amos del centro del país vieron disminuidas sus importaciones y sus lujos. Pero, en 1890, el caprichoso mercado internacional subió el consumo de café en Europa.
 
Sus nuevos precios trajeron riqueza a Venezuela, aunque ahora no fueron los centrales quienes se beneficiaron. Comenzó entonces lo que podríamos llamar, combinando historia política, militar y económica, como la “era de los andinos”. Allá se producían entonces las mayores cosechas cafetaleras.
 
Llegó el Siglo XX y con él dos grandes conflictos internacionales, bautizados como Guerras Mundiales para meternos a juro a quienes, digámoslo en criollo: “no teníamos ninguna vela en ese entierro”.
 
El llamado “progreso”, el crecimiento de vehículos autopropulsados, el incremento del uso de metales y combustibles, y la necesidad de adquirirlos y monopolizarlos, les recordó a los manejadores del mercado en el Norte, que en Venezuela, lejano país a orillas del Caribe, habían minas de casi cualquier mineral. Y así supimos que teníamos petróleo, gas natural, hierro, bauxita, aluminio, carbón, oro, diamantes, cobre, azufre, fosfatos, níquel, plomo, sal y yeso.
 
Todas muy valiosas, tanto así que las mejores evaluaciones nos dicen que poseemos la décima parte de las reservas de oro del mundo y el mismo porcentaje de las reservas de diamante. Pocos sabían además que también tenemos, quizás secreto de Estado, algún mineral altamente energético, de esos que suelen llamar ‘radioactivos’.
 
Hubo un intento sin embargo de mantener la agricultura, aumentar el número de propietarios y otorgar créditos y facilidades para la siembra. El proceso conocido como ‘Colonias Agrícolas’, iniciado a mediados del siglo XX con la fundación del Instituto Agrario Nacional, por un gobierno calificado luego como “tiranía militar”, fué totalmente detenido en los años de la llamada “democracia puntofijista”.
 
Parece mentira que quienes escribieron y llegaron a Miraflores con lemas a favor del agricultor y la lucha contra el latifundismo, una vez en el poder parecieron olvidar todas sus promesas al cultivador de la tierra y se aliaron definitivamente con la eterna derecha explotadora agropecuaria.
 
Y llegó el Siglo XXI, con el Comandante Presidente Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana. Somos una potencia metalífera, gasífera y petrolera. Pero también tenemos otras riquezas.
 
Más de 300.000 hectáreas cultivadas con maíz, sorgo, ajonjolí, maní, girasol, algodón, caña de azúcar, cambur, papas, yuca y tabaco.
 
Una economía pecuaria que registra más de 16 millones de cabezas de ganado vacuno y más de 3 millones de ganado porcino. Y una economía donde se crían más de 110 millones de aves de corral.
 
En nuestros mares y ríos se pesca atún, sardinas, carite, pargo, mero, camarones, cangrejos y truchas. Y en nuestros bosques se obtienen, cada año, más de 5 millones de metros cúbicos de madera.
 
Y en cuanto a petróleo, producimos más de 2.800.000 barriles diarios. Esto es más de 445 millones de litros que, cada 24 horas, extraemos los venezolanos de nuestro subsuelo.
 
Nuestras reservas petroleras son las mayores del mundo. Probadas y certificadas son 297 mil millones de barriles. Las reservas probables superan los 500 mil millones y las reservas posibles muy bien pudieran estar por el orden del billón y cuarto de barriles.
 
¡Es la energía del planeta para los próximos doscientos años!.
 
Las reservas de gas natural de la República Bolivariana de Venezuela ascienden a 185 billones de piés cúbicos. Traducido al sistema métrico decimal, son cinco billones y cuarto de metros cúbicos. Se extraen más de seis millones de piés cúbicos de gas cada día.
 
Es el combustible considerado, por expertos y estudiosos, como el ideal para la industria, el tránsito citadino y la economía familiar.
 
Este es un momento privilegiado para la economía venezolana. Ahora conocemos el valor monetario, estratégico y táctico de nuestras riquezas.
 
Las generaciones del futuro venezolano deben aprovechar este momento histórico para aprender a defender estas valiosas riquezas que encierra nuestra geografía.
 
Es necesario sembrar, profundizar y difundir los conocimientos actuales sobre nuestra economía. El futuro les pertenece a quienes aprovechen este espacio y tiempo único en la historia actual.
 
Pero, advertimos los venezolanos, es su deber conservarlo, administrarlo y enriquecerlo, siempre bajo los postulados del Proceso Bolivariano.
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