Al pueblo brasileño
11/10/2012
- Opinión
El día 12 de octubre de 1968, mientras se realizaba el 30 Congreso de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), en Ibiúna, fui apresado junto con centenas de estudiantes que representaban a todos los estados brasileños en ese evento. En aquel momento, los líderes y delegados tomamos la firme decisión de no huir, incluso si se presentaba la oportunidad.
En 1969 me exiliaron del país y tuve la nacionalidad vedada, una ignominia del régimen de excepción que se instalara cinco años antes.
Volví al país clandestinamente, enfrentando el riesgo de ser asesinado, para luchar por la libertad del pueblo brasileño.
Durante 10 años, los que usurparon el poder legalmente constituido me consideraron un paria de la sociedad, un enemigo de Brasil.
Después de la amnistía, luché, junto a muchos otros, por la conquista de la democracia. Dediqué mi vida al PT y al Brasil.
En la madrugada de diciembre de 2005, la Cámara de Diputados vetó un mandato que generosamente me concediera el pueblo de San Pablo.
A partir de entonces, en una acción orquestada y dirigida por los que se oponen al PT y a su gobierno, fui transformado en el enemigo público número 1, y hace siete años los medios me acusan diariamente de corrupto y jefe de la banda.
Fui prejuzgado y linchado. Ni siquiera tuve a mi favor la presunción de inocencia.
Hoy, la Suprema Corte de mi país, bajo fuerte presión de la prensa, me condena como corrupto, contrariando lo que dicen los autos, que claman por justicia y registran, para siempre, la falta de pruebas y mi inocencia. El Estado de Derecho Democrático y los principios constitucionales no aceptan un juicio político y de excepción.
Luché por la democracia y la convertí en mi razón de vida. Voy a acatar la decisión, pero no voy a callarme. Voy a seguir luchando hasta probar mi inocencia. No voy a abandonar la lucha. No me dejaré vencer.
Mi sed de justicia, que no debe confundirse con odio, venganza o cobardía moral, y la hipocresía que mis enemigos lanzaron sobre mí en estos últimos años, serán mi razón de vivir.
Vinhedo, 09 de octubre del 2012
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