Nunca fui parte ni jefe de banda

22/10/2012
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Una vez más, la decisión de la mayoría de los magistrados del Supremo Tribunal Federal de condenarme, ahora por formación de banda, muestra un total desprecio por las pruebas contenidas en los expedientes, las   que dan fe de mi inocencia.

 
Así como ocurrió hace dos semanas, se repite la condena con base a indicios, una vez que solo el acusado Roberto Jefferson sostiene la acusación contra mí en el juicio. Todas las sospechas endilgadas en la época de la CPI de los Correos fueron rebatidas de manera rotunda por la defensa, que hizo registrar en el proceso centenares de declaraciones que desmienten las ficciones de Jefferson.
 
Como demuestra mi defensa, las reuniones en la Casa Civil con representantes de bancos y empresarios son compatibles con la función de ministro, en ningún momento, como hacen constar los testimonios, fueron lugar para discutir préstamos. Todas las declaraciones confirman la legalidad de los encuentros y también son unánimes en comprobar que, hasta febrero del 2004, yo tenía la función de ministro de la articulación política. Por lo tanto, como deber del oficio, me reunía con los liderazgos parlamentarios y partidistas para discutir exclusivamente temas de importancia para el gobierno tanto en la Cámara como en el Senado, además de la relación con los estados y municipios.
 
Sin pruebas, lo que el Ministerio Público hizo y la mayoría del Supremo acató fue recorrer las atribuciones las atribuciones del cargo para acusarme y condenarme como mentor del esquema financiero. Fui condenado por ser ministro.
 
Quedó probado además que nunca tuve ninguna relación con el señor Marcos Valério. Las intervenciones en mis sigilos fiscal, bancario y telefónico señalan que no hay ninguna relación con ese publicista.
 
Teorías y decisiones que se prestan a condenas sin garantizar la presunción de inocencia o al análisis más riguroso de las pruebas aportadas por la defensa violan el Estado Democrático de Derecho.
 
Lo que está en juego son las libertades y garantías individuales. Temo que las premisas usadas en este juicio, creando una nueva jurisprudencia en la suprema Corte brasileña, sirvan de norte para condenar a otros reos inocentes por todo el país. Mi generación, que luchó por la democracia y fue víctima de los tribunales de excepción, especialmente después del Acto Constitucional número 5, sabe el valor de la lucha librada para erguir los pilares de nuestra actual democracia. Condenar sin pruebas no cabe en una democracia soberana.
 
Voy a continuar mi lucha para probar mi inocencia, pero sobre todo para asegurar que garantías tan valiosas para el Estado Democrático de Derecho no se pierdan en nuestro país. Los expedientes hablan por sí mismos. Cualquier consulta a sus millares de páginas, hoy o mañana, comprobará la inocencia que me fue negada en este juicio.
 
Sao Paulo, 22 de octubre de 2012
 
 
(traducción libre de Nils Castro )
 
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