Entrevista a Marcelo Pollack, investigador de Amnistía Internacional para Colombia
El Plan Colombia no ha sido un plan antinarcóticos sino un plan contrainsurgente
28/04/2004
- Opinión
A lo largo del último año, el gobierno de Álvaro Uribe ha
utilizado el departamento de Arauca como campo de pruebas para
muchas de sus políticas clave de seguridad. Estas medidas no han
servido para restaurar el orden en la región, sino que, además,
como afirma Marcelo Pollack, investigador de Amnistía
Internacional para Colombia, "sólo han contribuido a arrastrar aún
más a los civiles al conflicto y para garantizar la impunidad de
quienes violan los derechos humanos e infringen el derecho
humanitario".
¿Por qué dice Amnistía Internacional en su informe que "la región
de Arauca es un laboratorio de pruebas"?
Arauca es una región clave para todos los actores armados
implicados en el conflicto porque es una zona rica en petróleo y
fronteriza con Venezuela. Y no son sólo para estos actores, sino
también para compañías internacionales y otros gobiernos que
tienen intereses económicos y estratégicos en esta zona, como por
ejemplo Estados Unidos y la compañía estadounidense Occidental
Petroleum, dueña del oleoducto Caño Limón, el más importante de
Arauca.
Dado que muchas de las violaciones de los derechos humanos y del
derecho internacional se producen en las zonas alrededor del
oleoducto, para el gobierno colombiano ha sido muy importante
poder reinstaurar el orden y la seguridad en Arauca, y la manera
en que decidió hacerlo fue a través de una serie de medidas de
seguridad que a largo plazo ha querido introducir en todo
Colombia. El mecanismo principal fue la llamada "zona de
rehabilitación y consolidación", que consistía en medidas de
emergencia que le daba a la fuerza pública un poder y una
autonomía mucho más fuerte de lo que había tenido antes.
¿Qué otras violaciones de los derechos humanos se están
produciendo en el país?
Una vez que estas zonas fueron declaradas inconstitucionales, el
gobierno trató de reintroducir muchas de estas medidas a través de
la legislación ordinaria. La principal es el "estatuto
antiterrorista", que le da a la fuerza pública muchos de los
poderes que tenía cuando en Colombia existía el estado de
emergencia (allanamientos, escuchas telefónicas y detenciones sin
orden judicial, sobre la base de acusaciones militares y sin
necesidad de realizar investigaciones judiciales adecuadas e
imparciales).
Otro aspecto de Arauca es la estructura de apoyo de la Fiscalía
general, que es un mecanismo judicial que tiene su base dentro del
batallón del Brigada XVIII del ejército en Arauca. Oficialmente su
trabajo consiste en investigar ataques al oleoducto por parte de
la guerrilla pero, según nuestras investigaciones, también ha
estado involucrado en algunas de las detenciones masivas que ha
llevado a cabo el ejército y en las que se han detenido a
centenares de defensores de derechos humanos.
Otra de las violaciones son los "registros voluntarios" que
realiza el ejército en casas particulares, y que si no accedes a
ellos, vuelven al día siguiente con más soldados y con una orden
judicial. Esa es una medida inaceptable de presión cuya legalidad
está en cuestión.
Todos estos mecanismos están provocando impunidad en Arauca, pero
también existen otros que además están involucrando a los civiles
en el conflicto, como la red de informantes civiles, el programa
de soldados campesinos, o el de "soldados por un día".
"Mi Gobierno quiere derrotar al terrorismo por las buenas o por
las malas", dijo el presidente colombiano Álvaro Uribe en Bruselas
al inicio de su gira europea de febrero. ¿Cómo está luchando Uribe
contra el terrorismo?
La seguridad no puede existir sin el pleno respeto a los derechos
humanos. Ambos conceptos son inseparables. El presidente Uribe ha
expresado muy claro que su prioridad es la "seguridad
democrática", pero a dos años casi de su gobierno, aún estamos
esperando una política igual de detallada sobre derechos humanos.
A pesar de las críticas que ha recibido la política de "seguridad
democrática" de Uribe, lo cierto es que determinados sectores de
la población la perciben como positiva. ¿Cómo valora usted esta
actitud?
El gobierno goza de una cierta popularidad con unos ciertos
sectores dentro de Colombia. Pero eso es irrelevante. Hay muchos
gobiernos populares que han violado los derechos humanos, ¿qué
significa eso?. ¿Qué no deberíamos luchar para que esos gobiernos
protejan los derechos humanos simplemente porque son gobiernos
populares?
Tras el fracaso del referéndum de octubre, una de las pocas
"buenas noticias" para Uribe en los últimos meses ha sido el
inicio de la desmovilización de los paramilitares de las AUC
(Autodefensas Unidas de Colombia). ¿Cuáles son esos "graves
fallos" que se denuncian en el proceso de desmovilización de los
paramilitares?
Nosotros tenemos muchísimas dudas sobre este proceso. Desde que
declararon el cese unilateral de hostilidades en diciembre de
2002, los paramilitares continúan asesinando, despareciendo,
torturando y desplazando. Más de 1.000 colombianos civiles han
sido asesinados o desaparecidos. ¿Cómo puede el gobierno
colombiano continuar las negociaciones con una organización que
sigue matando de esta manera y que está estrechamente vinculada
con las Fuerzas de Seguridad?
¿Considera usted entonces que el Gobierno de Álvaro Uribe está
concediendo impunidad a violadores de derechos humanos?
Totalmente. Y a varios niveles. En este proceso de
desmovilización, por ejemplo, cuando vemos que no ha habido
transparencia y que los paramilitares se reintegran en el
conflicto armado a través de nuevas estructuras legales como los
soldados campesino, las redes de informantes o empresas privadas
de seguridad. O como sucede en el ejército, donde hay muchos
violadores de los derechos humanos pero nunca pasa nada. No hay
juicios independientes, no hay sentencias, no hay justicia.
¿Qué parámetros dirigen la intervención de Estados Unidos en
Colombia? ¿Cuáles son sus verdaderos intereses en el país?
Estados Unidos es el principal donante de Colombia, y Colombia es
el tercer país que mayor ayuda militar recibe tras Israel y
Egipto. Estados Unidos además está especialmente implicado en el
departamento de Arauca, donde tiene tropas para entrenar soldados
de la Brigada XVIII, para defender los intereses económicos y
estratégicos de la petrolera estadounidense Occidental Petroleum.
Y por eso Estados Unidos tiene la responsabilidad de que si
observa que su aportación militar está contribuyendo a empeorar la
situación de derechos humanos en Arauca, esa ayuda debería parar
ya.
En este sentido da la sensación entonces de que se ha desvirtuado
la esencia del Plan Colombia. De la lucha contra el narcotráfico
hemos pasado a la lucha contrainsurgente...
El Plan Colombia no ha sido un plan antinarcóticos sino un plan
contrainsurgente y se ha utilizado oficial y legalmente para
combatir a la guerrilla en una forma en la que el ejército
colombiano no debiera combatirla, estigmatizando a la población
civil como guerrillera o simpatizante de la guerrilla.
¿Qué papel deben desempeñar la Unión Europea y Naciones Unidas en
la resolución del conflicto?
La ayuda militar, hasta que los gobiernos puedan asegurarse de que
esta ayuda no está contribuyendo a exacerbar la crisis de derechos
humanos en Colombia, no debería continuar. Los gobiernos también
tienen la responsabilidad de instar al gobierno colombiano para
que respete sus obligaciones internacionales con los derechos
humanos y de implementar plena e inmediatamente las
recomendaciones de muchas organizaciones internacionales como
Naciones Unidas o la Organización de Estados Americanos.
¿Qué solución imagina usted para Colombia?
Ya existe un programa para resolver la crisis de derechos humanos
en Colombia recogido en las recomendaciones de Naciones Unidas. El
gobierno se ha comprometido en varias ocasiones a respetar esas
recomendaciones pero no lo ha hecho, y hasta que no lo haga, la
crisis en Colombia va a continuar y a seguir afectando a más y más
colombianos.
* Jacobo Quintanilla es periodista, Agencia de Información
Solidaria.
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