Contratistas estadounidenses en el centro de la guerra colombiana
La guerra "invisible" de Estados Unidos en Colombia
09/06/2004
- Opinión
Millones de estadounidenses se conmovieron con la
historia de la soldado Lynch, capturada en marzo de 2003
por las tropas iraquíes. Tras su liberación, pocos días
después, Jessica Lynch regresaba a su casa de West
Virginia convertida en heroína y en icono de la lucha de
Estados Unidos por la liberación del pueblo iraquí.
Pero en Estados Unidos muy pocas personas han oído hablar
de Thomas Howes, Marc Gonsalves o Keith Stansell. Tres
estadounidenses que llevan ya dieciséis meses
secuestrados en las selvas colombianas por los rebeldes
de las FARC. El relativo anonimato de estos tres
secuestrados no causa sorpresa. No eran miembros activos
de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, sino
contratistas de dos subsidiarias de Northrop Grumman -una
empresa privada que presta servicios al Departamento de
Estado norteamericano en la lucha antidrogas en Colombia
y en Afganistán-; derribados de su pequeño avión el 13 de
febrero de 2003 cuando sobrevolaban la provincia de
Caquetá, al sur del país.
"Compare el impresionante despliegue que los medios han
dado al episodio de Jessica Lynch con la cobertura de
estos tres hombres en Colombia, que llevan meses en
cautiverio," afirma Peter Singer, analista del centro de
estudios Brookings Institution y autor del libro
Corporate Warriors (Guerreros empresariales). "Eso
ilustra una de las claras razones de por qué a los
gobiernos les gusta emplear a estas compañías de
contratistas, porque cuando las cosas fracasan no hay
titulares," explica Singer.
El número de civiles estadounidenses que apoyan los
programas antidrogas en Colombia se ha duplicado en los
últimos dos años. Cuando el financiamiento del Plan
Colombia fue aprobado en julio de 2000, el Congreso de
Estados Unidos fijó un límite en el número de militares y
contratistas civiles estadounidenses que podrían "apoyar"
el Plan Colombia. Pero viendo el "excelente" rendimiento
de estos contratistas, en mayo de este año, Washington ha
decidido aumentar de 400 a 500 el número de efectivos
estadounidenses en el país, y eliminar el límite para la
presencia de contratistas privados. El salto cualitativo
en la implicación estadounidense en Colombia es por tanto
claro.
En el país andino hay varias empresas privadas, algunas
de ellas íntimamente relacionadas con los círculos de
poder de Washington, trabajando para el gobierno de
Estados Unidos (Lockheed Martin, ARINC, Northrop Grumman,
MPRI...), pero por el volumen de negocios, el paradigma
lo representa DynCorp. Sus contratistas rocían campos de
coca, operan aviones y helicópteros del Departamento del
Estado, organizan programas de desarrollo alternativos,
reparan las avionetas y asesoran en materia de
inteligencia al Ministerio de Defensa colombiano. Este
mini ejército norteamericano, proporciona además pilotos,
técnicos, y casi cualquier clase de personal requerido
para realizar la guerra en Colombia, incluyendo personal
administrativo.
DynCorp Aerospace Technologies, fundada en 1946 y
radicada en Reston (Virginia), era, hasta su compra por
parte de Computer Sciences Corporation en 2003, uno de
los contratistas más importantes del gobierno federal de
Estados Unidos, y los contratos con las más de 37
agencias federales con las que trabaja le reportaban el
98% de su negocio. En 2001, la compañía firmó un contrato
de 600 millones de dólares con el Departamento de Estado
para realizar tareas de fumigación de coca en Colombia,
Bolivia y Perú.
DynCorp tiene un amplio historial de operaciones por todo
el mundo. En Colombia, según Peter Singer, los hombres de
esta compañía se han ganado la reputación de "arrogantes
y dispuestos a luchar". Poco importa el carácter moral de
estos 'profesionales' en el desempeño de sus funciones,
pero sí importan sin embargo, las acusaciones que se les
han imputado durante su participación en la guerra en los
Balcanes, donde varios empleados de esta compañía se
vieron implicados en un escándalo de tráfico sexual,
prostitución de menores y tráfico ilegal de armas en
Bosnia.
En Afganistán, DynCorp también ha recibido su parte del
pastel. Ya durante la propia guerra, la CIA puso
parcialmente en manos de contratistas particulares los
vuelos de sus aviones Predator. Pero será una vez
''oficialmente'' acabado el conflicto cuando DynCorp -que
vela por el mantenimiento del avión presidencial, el Air
Force One-, consiga un contrato para la protección
privada del presidente afgano, Hamid Krzai, y otro para
entrenar al Ejército afgano una vez que los Boinas Verdes
abandonen el país. Hasta Mesopotamia también ha ido esta
empresa para hacer negocio: 40 millones de dólares se va
a embolsar esta compañía por preparar a la policía de
Irak.
La extendida utilización en Colombia de contratistas en
lugar de personal militar significa que pocos
estadounidenses son conscientes del nivel de implicación
de su país en el Estado andino, y la escalada en la
implicación -hasta el punto de que Colombia es el tercer
receptor de ayuda militar estadounidense tras Israel y
Egipto-, muestra a las claras que al igual qué ocurre en
el sector energético, múltiples empresas militares tienen
intereses en Colombia y acuerdos millonarios con la
administración Bush.
Privatización de la Defensa
Esta "guerra invisible", protagonizada por las
"Corporaciones Militares Privadas" y financiada por el
Pentágono, está provocando un conflicto entre los
negocios privados y los recursos públicos. Hoy, más del
48% del presupuesto de Defensa ha sido repartido entre
compañías privadas, lo que supone una transferencia
directa de los impuestos de los estadounidenses a estas
corporaciones.
Más de un año después, familiares de los tres
secuestrados de Northrop Grumman por las FARC dicen no
haber recibido todavía una explicación completa de lo
ocurrido. Las familias demandan negociaciones. Washington
se niega a negociar con una guerrilla a la que ha
incluido en su lista de grupos terroristas, aunque sí ha
ofrecido para solucionar la crisis "efectivos", 340.000
dólares de recompensa y la posibilidad de una visa a
Estados Unidos a cambio de información que lleve a la
liberación de los rehenes.
Los críticos con la utilización de contratistas privados
dicen que para los estadistas americanos los riesgos
políticos que rodean una implicación más profunda de
Washington en el conflicto de Colombia hacen que utilizar
contratistas sea preferible a colocar fuerzas u oficiales
de la inteligencia en un peligro similar. Los
contratistas no están sometidos a ningún estricto código
de conducta, Washington no responde directamente por
ellos y a sus bajas por muerte o captura no se les da
gran publicidad. "Cuando matan a los contratistas
privados, nosotros simplemente podemos declarar que ellos
no forman parte de nuestras fuerzas militares", admitía
Miles Frechette, embajador en Bogotá con Bill Clinton.
"La opinión pública norteamericana se muestra muy
susceptible a contar el número de muertes", afirmaba el
general colombiano ya retirado, Néstor Ramírez, agregado
de Defensa en Washington entre enero de 2002 y enero de
2003. "Imagine si 20 militares americanos murieran aquí.
Sería el final del Plan Colombia". Desde 1998, más de 20
contratistas privados han muerto en Colombia, y sus
muertes apenas han sido declaradas.
* Jacobo Quintanilla. Periodista. Agencia de Información
Solidaria
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