Los alimentos transgénicos invaden el Sur
12/02/2004
- Opinión
Pese a la inquietud generada por su posible impacto
negativo sobre la salud humana y el medio ambiente, los
alimentos genéticamente modificados van ganando terreno
en los países en vías de desarrollo a un ritmo nunca
antes imaginado debido a las agresivas campañas de
comercialización de las principales multinacionales del
sector.
De acuerdo con el más reciente informe del Servicio
Internacional para la Adquisición de Aplicaciones de
Agrobiotecnología (ISAA) -una organización que promueve
la transferencia de métodos biotecnológicos a las
naciones del Sur-, entre 2002 y 2003 el área de cultivos
transgénicos aumentó en los países en desarrollo un 28%,
mientras que en los países industrializados del Norte
creció sólo un 11%.
El documento, emitido a finales de enero, destaca que en
2003 un reducido grupo de seis países aportó el 99% de la
producción mundial de transgénicos, encabezado por
Estados Unidos, seguido por Argentina, Canadá, Brasil,
China y República Sudafricana.
De este grupo líder, China y la República Sudafricana
muestran los niveles más altos de crecimiento anual,
alcanzando ambos un incremento de un 33% en sus
superficies plantadas de cultivos genéticamente
modificados. Sólo China tiene un 58% del total del área
de cultivo de algodón transgénico en el mundo, mientras
Sudáfrica sobresale, además de por la producción de
algodón, por la de maíz, que en 2001 ocupaba apenas una
extensión de 6.000 hectáreas y a principios de este año
alcanzó ya 84.000.
Durante el año pasado dos países -Brasil y Filipinas-
aprobaron oficialmente por primera vez el cultivo de
plantas transgénicas, aunque en el primero su producción
había comenzado mucho antes mediante el contrabando
ilegal de semillas desde la vecina Argentina. De este
modo, los dos países se sumaron a otros 16 que vienen
cultivando plantas modificadas genéticamente, y de los
cuales 11 son países en vías de desarrollo y sólo 7
pertenecen al Norte industrializado.
El número de estas naciones ha mostrado un continuo
incremento desde 1996 cuando sólo 6 países tenían
oficialmente autorizados estos cultivos, y cuyo número
llegó a 9 en 1998, a 13 en 2001, alcanzando 18 en 2003.
En la actualidad, los tres países más densamente poblados
de Asia -China, India e Indonesia- (con una población
total de 2.500 millones de personas), las tres economías
más importantes de América Latina -Argentina, Brasil y
México (con 300 millones de habitantes)-, y la economía
más fuerte del continente africano -la de la República
Sudafricana (45 millones de habitantes)- son importantes
productores de alimentos genéticamente modificados.
Según el mismo documento, el área plantada de cultivos
transgénicos a nivel mundial ha crecido 40 veces desde
1996, alcanzando los 67.7 millones de hectáreas en 2003;
un tercio de esa extensión corresponde a países del Sur.
Las principales plantas en cuestión son la soja, (41.4
millones de hectáreas, un 61% del área total de cultivo
de plantas genéticamente modificadas), el maíz (15.5
millones de hectáreas, un 23% del total) y el algodón
(7.2 millones de hectáreas, 11% del total).
Sus estadísticas muestran también el incremento de las
variedades transgénicas: del área total plantada de soja
en 2003 (76 millones de hectáreas a nivel global) un 55%
era modificada genéticamente, frente a 51% en 2002. En el
caso del algodón, el 21% de los 34 millones de hectáreas
era transgénico, mientras en el caso de los 140 millones
de hectáreas de maíz a nivel mundial, un 11% estaba
plantada de variedades obtenidas por métodos
biotecnológicos.
El rápido incremento de las superficies de cultivos
genéticamente manipulados ha levantado protestas de los
ecologistas en varios países del Sur, como es el caso de
Brasil, donde los proyectos de explotación de Cerrado -
una de las eco-regiones menos protegidas de la cuenca
amazónica- encuentran una oposición cada vez más fuerte
por parte de la ciudadanía.
La expansión de las zonas de cultivo hacia el interior
del bosque tropical amenaza el hábitat de numerosas
especies, con el consiguiente peligro para la
biodiversidad. Además, el monocultivo empobrece los
suelos, sin hablar de la contaminación de los acuíferos
mediante el uso y abuso de pesticidas y herbicidas que
aseguran la obtención de hasta tres cosechas en un año, y
que son producidos, dicho sea de paso, por las mismas
multinacionales que promueven los cultivos transgénicos
en el Sur como solución a sus problemas de pobreza e
inseguridad alimentaria.
Mientras unos pocos se enriquecen, la seguridad
alimentaria del Sur es cada vez más frágil. La invasión
de los transgénicos en los países en desarrollo es una
muestra de las políticas erróneas que están desarrollando
instituciones internacionales y gobiernos locales para
combatir el hambre y la pobreza. Errores que tendrán unas
consecuencias inimaginables en el futuro del sistema
alimentario mundial.
* Edith Papp es periodista. Agencia de Información
Solidaria
https://www.alainet.org/es/articulo/109441?language=en
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