Entrevista a Silvia Rivera Cusicanqui, socióloga y activista, autora de ‘Oprimidos pero no vencidos’

“Evo Morales se ha visto con su límite. Se acabó la luna de miel”

24/05/2011
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En los años ‘80 Silvia Rivera fue una de las fundadoras del Taller de Historia Oral Andina, una de las iniciativas más importantes en el proceso de recuperación de la memoria de las luchas indígenas por el territorio y la identidad aymara. En los años siguientes escribió libros fundamentales para entender los procesos de transformación en Bolivia como Oprimidos pero no vencidos.
 
PREGUNTA: ¿Qué queda de la colonización en la sociedad boliviana?
 
SILVIA RIVERA: Todo. El sentido común es un sentido común colonizado, porque ha incorporado la valoración positiva de lo europeo y lo extranjero, lo norteamericano, y la desvalorización de lo propio. Aunque ahora eso está cambiando, sin duda. Ahora la gente indígena se siente orgullosa de ser indígena, pero hay una serie de elementos como la escuela que no han sido realmente pensados de nuevo, desde una perspectiva de descolonización. Sigue habiendo una especie de reforma educativa vigente desde el ‘94, promovida por el Banco Mundial, dentro de un esquema de multiculturalismo light que no permite realmente una política para mayorías. Todos estos tipos hablan de las etnicidades como una cuestión de minorías. En Bolivia el 62% en el año 2001 nos hemos identificado con algún pueblo indígena.
 
Hay toda una visión reaccionaria en las iglesias, en las escuelas, en las universidades, y en la clase política en general, que tiene una distancia cotidiana con el mundo indígena. Todos los izquierdistas y progresistas tienen sirvientas indígenas en sus casas. Eso es una cosa del siglo XVIII. Pero las expresiones más brutales de racismo casi siempre se guardan. Hay formas sutiles de racismo que se pueden detectar por el lenguaje, por el gesto, cosas relacionadas con la invisibilidad. Eso te da una pauta de la internalización del racismo. En los propios sectores populares, como muchos sectores han sufrido discriminación de niños, procuran por ejemplo que sus hijos ya no hablen aymara y procuran encaminarlos hacia una modernidad entre comillas. Esta situación está cambiando, no es tan grave como era hace unos años. Ahora hay más resistencia, más capacidad de oponerse a ese maltrato cotidiano, las trabajadoras del hogar se han organizado, hay muchísimas empresas comunitarias, campesinas, hay exportadores de quinua, exportadores de lana, de alpaca, que son comunarios indígenas. Hay también una valoración mayor de los saberes indígenas y sobre todo de los alimentos y del enorme potencial que tiene Bolivia para el cuidado agroecológico de la tierra.
 
P.: ¿Desde cuándo se da ese mayor reconocimiento?
 
S.R.: Desde los ‘70, cuando surge después de muchos años de silencio un movimiento indígena que se llama el katarismo y el indianismo. La visibilidad pública de las temáticas indígenas ha sido importante desde entonces. Yo me acuerdo que por el año ‘93 no dejaron entrar a una chola a un hotel. Al poco tiempo el vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas organizó un gran banquete donde el 90% de la gente era chola y lo hizo en el mismo hotel. Se dieron esas batallas simbólicas, que son importantes. Hay un lindo proceso de fortalecimiento, no sólo en los Andes, también en la Amazonía, pero no de ese indio tradicional, puro para el turismo, sino lo que siempre fue lo indígena, que siempre fue más moderno que la elite, que siempre tuvo y sigue teniendo rasgos señoriales, arcaicos, feudales.
 
P.: ¿Y qué queda del colonialismo económico?
 
S.R.: El colonialismo económico está rampante, porque las trasnacionales acá hacen lo que les da la gana. La gente que viene por acá se fija normalmente en las grandes organizaciones, la CSUTCB, Bartolina Sisa, Conamaq, pero no se dan cuenta de que hay muchas coaliciones pequeñas, que tienen incluso más profundidad en cuanto a sus cuestionamientos. Te hablo de toda la coalición de comunidades afectadas por la minería en Oruro y Potosí. Y estoy hablando de minería estatal, con Huanuni, uno de los focos de contaminación más brutales. Este tipo de organizaciones en defensa de la tierra son muy despreciadas por el Gobierno. Otro gran rubro es el de acabar con la impunidad de las dictaduras. Y Evo Morales se ha opuesto a que los militares saquen a la luz sus archivos, a pesar de que hay órdenes judiciales, hasta de la Corte Suprema, para que desclasifiquen los documentos que permitan encontrar el paradero de Marcelo Quiroga Santa Cruz, Juan Carlos Flores Bedregal y una cantidad de desaparecidos en la dictadura del ‘80 al ‘82, pero también en la dictadura de Hugo Bánzer. Hay unas cuentas pendientes con los militares, pero como Evo tiene una alianza estratégica con los milicos... El otro gran tema de cuestionamiento al Gobierno es la diferencia entre lo que se dice y lo que se hace. Hay todo un discurso muy bonito de la pachamama, Bolivia ha sido el único país que ha votado en contra en la cumbre de Cancún y, sin embargo, están haciendo unas hidroeléctricas inmensas, unas represas que van a inundar tierras indígenas, están haciendo una fábrica de azúcar en el norte de La Paz, en tierras de los indígenas leco, una cantidad de cosas que demuestran que el proyecto es neodesarrollista y en ese sentido incluye el desprecio por lo indígena, por lo que también es racista.
 
P.: La Constitución dice que los indígenas tienen derecho a la consulta previa en sus territorios...
 
S.R.: Pero eso lo están pasando por alto. La Constitución es un gran paraguas, pero depende de la fuerza social que la haga viable y vigente. Por la vía de la cooptación de las dirigencias se ha logrado neutralizar muchas demandas. Otro ejemplo, el Conamaq propuso justamente la mesa 18 -de las 17 que había- en la gran cumbre de Tiquipaya [Cochabamba] sobre el Cambio Climático y Medioambiente, para discutir el tema de la contaminación minera. El Gobierno se negó absolutamente a poner ese tema diciendo que ese no era un tema universal sino local. Mejor dicho, ¿dónde no contamina la minería?
 
P.: En uno de tus escritos vinculabas el colonialismo con la introducción del patriarcado en la cultural originarias
 
S.R.: Los sistemas de parentesco del tiempo incaico eran bilaterales, es decir, había una esfera masculina y una esfera femenina del poder, también del poder estatal. Pero que estaba basada en asimetrías. Era una simetría basada en asimetrías complementarias, lo cual indica que el equilibrio de género es un ideal, no es una realidad. La esfera paralela de la ritualidad femenina es la que más ha sobrevivido porque los más controlados en la época colonial eran los varones, con los tributos, la mita... Además, la visión patriarcal de los colonizadores, justamente al hacer invisible a la mujer y al pensar que sólo hay un representante de la familia, que es el varón, de algún modo dejó que las mujeres hagan sus cosas. De ahí que hubo una capacidad de resistir al patriarcado mediante este ideal de complementariedad. Ahora, eso se ha ido deteriorando paulatinamente. Yo creo que el sindicalismo y las visiones territorialistas de la cuestión indígena son las que están reforzando de algún modo esa estructura patriarcal. Las mujeres se casan dentro de la unidad del patrilinaje y salen de su comunidad. Por definición las mujeres tejen relaciones interculturales con otras comunidades, en tanto que el varón y su lectura de la identidad es una lectura basada en el territorio. La mujer es la que saca y mete cultura, es un tejido. La metáfora que usamos para entender esto es el hombre guerrero y la mujer tejedora. Entonces el tejido intercultural de la mujer es lo que permite esas alianzas panindígenas y también populares e indígenas, no sólo corporativas de la comunidad. Pero ese patriarcado es muy fuerte en el sindicato y los sindicatos ahora mismo son muy fuertes en el Gobierno.
 
P.: Una vez expulsados los españoles, ¿cuál fue el papel de la República?
 
S.R.: La República fue peor. En el colonialismo había dos repúblicas, una república de súbditos y otra de soberanos. A partir de las reformas liberales de fines de siglo XIX, había una sola República y todos supuestamente, formalmente iguales. Pero como dicen los mexicanos unos eran más iguales que otros. Ahí entraba la doble moral. El discurso decía una cosa y en la práctica se hacía otra. Ése es un rasgo del colonialismo interno muy tenaz, un colonialismo vigente hasta el día de hoy. El colonialismo no atañe sólo al periodo colonial, es una estructura profunda que marca una serie de relaciones y sobre todo es la colonialidad del Estado, el espacio más colonizado de todos.
 
P.: ¿Cómo ha ido evolucionando los derechos de las mujeres en los últimos años?
 
S.R.: Es más fácil ser indio que ser mujer. Está mucho más internalizado en las organizaciones populares el machismo, en las juntas vecinales, en los sindicatos, en la propia organización indígena Conamaq. Tú puedes ser dirigente sólo en cuanto eres esposa de un dirigente. Para las mujeres solas no hay un lugar, cosa que sí existe en las comunidades. En las comunidades, al nivel de la base, hay mujeres que ocupan el cargo de mallku, el cargo máximo de autoridad, pero eso a nivel de las cúpulas eso ya no se produce. El tema del patriarcado es mucho más profundo y está muy vinculado con el colonialismo. La descolonización tiene que ver con que tienes que repensar todas las relaciones y las relaciones de jerarquía y opresión de las mujeres por los hombres, que es una de las relaciones más profundas y de mayor duración que existe.
 
P.: ¿Qué ha pasado al respecto desde que llegó Evo al poder?
 
S.R.: Está mal la cosa, más macho que el Evo no hay. Por dios santo, el Álvaro y el Evo son los machos máximos, les gusta el fútbol, les gustan los milicos... De fondo es muy fuerte el machismo en el Estado, y eso viene del sindicalismo.
 
P.: ¿Cómo se va gestando este ciclo de movilizaciones populares a partir del año 2000?
 
S.R.: En los años ‘90 no cabe duda de que había un bajón general, realmente nos sentíamos muy derrotados con la capitalización, todo lo que estaba pasando con la entrega del país a las trasnacionales. Pero había focos importantes. Y uno de los focos era obviamente los cocaleros. Y la resistencia cocalera fue lo que mantuvo ese fuego vivo. Pero a fines de los ‘90 las promesas del neoliberalismo hacían aguas por todos lados, todos los empleos, todas las vainas eran mentira. Cada vez era más grave la situación y viene el tema del gas y la resistencia empieza a generalizarse. El eje de la resistencia fue el tema del agua, junto con lo que venía acumulado de las luchas cocaleras y el articulador como concepto fue el concepto de soberanía. En eso el Evo tuvo la gran profundidad política de percatarse de que ésa era una cosa que nos atañe a todos. Y entonces se juntan soberanía sobre el agua, soberanía sobre la tierra, soberanía sobre el consumo, sobre el cuerpo... empezó a ser una noción polisémica que captaba muchas demandas particulares. Todo eso culmina de esta forma: el gas, el agua y la coca son criaturas de la pachamama y son nuestras.
 
P.: ¿Por qué Evo consigue aunar todas las demandas que estaban sobre la mesa?
 
S.R.: La coca era el punto clave donde se juntan tradición indígena, derechos económicos populares, intervención imperialista directa... La soberanía era el núcleo que empieza a articular soberanía sobre el gas, soberanía sobre el agua, soberanía sobre la tierra... La hoja de coca es un símbolo articulador de toda una serie de demandas populares, indígenas, económicas, políticas, estatales... No cabe duda que ése es el elemento que le da fuerza al Evo. Y el segundo elemento es que como los kataristas -y a diferencia de los indianistas- Evo es mucho más abierto a las alianzas.
 
P.: ¿En esos polos de lucha cuál fue el papel de las mujeres?
 
S.R.: En el momento de la lucha estábamos en primera línea, estábamos en las calles, estábamos en todo lo que es la organización cotidiana, en la olla común, todo esa labor de hormiga, y sobre todo en mantener viva la energía de la movilización. Había un mes entero sin comida, sin nada, no entraba nada a la ciudad y las mujeres son las que tenemos despensas. En todos los sectores populares en Bolivia, todavía hay una cultura de la despensa muy fuerte, todavía no existe la cultura del supermercado. Eso permite que te sostengas durante un mes de protestas y que no unas a los que están imputados contra los que protestan. Y eso es labor de las mujeres. Llega la calma, llega la paz y los que saben de política toman la palabra y son los que terminan arruinando toda esa energía y en eso viene Álvaro García Linera a decir todo lo que vamos a hacer, viene a definir las cosas a nivel estatal, desoyendo las demandas. Porque la gente sentía lo del gas porque no teníamos gas para cocinar, había que hacer unas colas inmensas. Antes se exportaba y nosotros no teníamos gas para cocinar. En la Argentina en todas las cocinas se prendía el gas y acá no. Ésas son las cosas que te muestran que el gas no es como en la cabeza del Álvaro los miles de millones de divisas, sino lo cotidiano, y por lo cotidiano lucha la gente.
 
P.: ¿Qué significaron esas luchas en el sentido de la construcción de otro tipo de poder, de estructuras democráticas alternativas?
S.R.: Es una cuestión actual, vigente. Éste es un momento, una especie de paraguas que nos protege de la lluvia ácida neoliberal y ese paraguas nos permite que cada quien haga lo suyo. Y hay mucha práctica de la micropolítica, colectivos contraculturales, de todo tipo, publicaciones, música, hip hop, reciclado, cantidades de pequeñas iniciativas autogestionarias, populares, que me parecen que son lo que más vale de este proceso que estamos viviendo, en tanto que antes eso era poco menos que trabajar en la clandestinidad. Hoy día, puedes hacer eso. Puedes hacer eso, puedes también protestar, puedes hacer cambiar un gasolinazo. Hay un sentido de que hay un poder en nuestras manos, que es el poder de la sociedad sobre el Estado.
 
P.: ¿Ha habido cambios reales hacia un Estado plurinacional?
 
S.R.: No va a haber cambios mientras no se ataque la educación, mientras no se trabaje desde abajo. Hay una captura de liderazgos clientelar. Y claro, la gente no se queda contenta y cuestiona al líder y sirve de contrapeso. De alguna manera somos plurinacionales a pesar del Estado.
 
P.: ¿Ha habido un proceso de captación y desactivación de los movimientos sociales?
 
S.R.: Absolutamente, neutralización clientelar y prebendal.
 
P.: Pero parece que no lo han conseguido...
 
S.R.: No pues, no nos dejamos tampoco. Hay siempre una masa crítica que está permanentemente cuestionando los liderazgos.
 
P.: En el último año ha habido brotes en Potosí, Caranavi...
 
S.R.: Ahorita se está armando la gorda en todos lados por los precios de los abastecimientos. En todos lados hay molestias por tantas promesas incumplidas, mucha retórica sin sustento, y yo creo que Evo se ha visto con su límite, se acabó la luna de miel. Se ha visto que los movimientos no han sido desactivados, pero siempre se hace daño si a un buen dirigente lo captas. El Eugenio Rojas, de Achacachi, el líder de los Ponchos Rojos, era el hombre más crítico y ahora es el más oficialista. Eso te da una pauta, dirigentes que han tardado años en construir un liderazgo y ahora están de senadores, de viceministros, neutralizados.
 
Los dirigentes que están en el Gobierno están en una posición muy difícil, porque o se alejan de sus bases o terminan en bronca con el Gobierno. Después del gasolinazo se han dado cuenta primero de que no va a haber 2014 ¡chau Evo!, que ni piense en la reelección. Segundo que tienen que empezar a prestar atención a lo que la gente quiere, demanda y exige.
 
 
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