“El arte de vencer se aprende en las derrotas”

12/12/2015
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Es una dura derrota la padecida por el proceso bolivariano en Venezuela en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre. Con cerca del 18% de diferencia, la oposición conquista la mayoría del parlamento que ha renovado sus 167 diputados. Un parlamento que, gracias a la reciente ley electoral, estará integrado por un 40% de mujeres.

 

Con alrededor del 25% de abstención, los resultados asignan 112 escaños a la oposición y solo 55 a las fuerzas socialistas, en esta cuarta legislatura desde la primera victoria del fallecido Hugo Chávez.

 

Una derrota con consecuencias a largo plazo y que, gracias a la mayoría calificada de los 2/3, permite a la oposición tomar medidas casi ilimitadas. Podrá en efecto convocar una nueva Asamblea Constituyente, hacer enmiendas constitucionales, remover y designar a los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE) y a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), poner en tela de juicio los tratados internacionales, autorizar bases militares estadounidenses en territorio venezolano, declarar la inhabilidad del Presidente de la República y mucho más.

 

Es la elección número 20 en los 17 años del proceso bolivariano, iniciado justo un 6 diciembre de 1998 con la primera victoria de Hugo Chávez, que puso en marcha el proceso de la Revolución Bolivariana. Hasta ayer, la única derrota de las fuerzas socialistas había sido aquella sobre la reforma constitucional del 2007, cuando la oposición a la reforma consiguió una “victoria pírrica” con el 50,7%.

 

A pesar de los estridentes gritos de la derecha, las elecciones se han desarrollado de manera impecable, como todas las anteriores. Una vez más, la “dictadura chavista” ha dado ejemplo impecable de transparencia y honestidad. Un ejemplo para muchos países del mundo, empezando por Estados Unidos. Un ejemplo que cuenta con “el mejor sistema electoral del mundo” como lo definió el ex-presidente Jimmy Carter.

 

Y también quién escribe ha tenido la posibilidad de comprobarlo con sus propios ojos en las distintas ocasiones en que ha participado como “acompañante internacional” en los eventos electorales, invitado por el Consejo Nacional Electoral (CNE). En esta ocasión no han habido incidentes, aparte del engorroso episodio de tres ex-presidentes latino-americanos de la derecha, que dos horas antes del cierre de los escaños, anunciaron la victoria de la oposición.

 

“…Hemos venido con nuestra moral y con nuestra ética, para reconocer los resultados adversos, para aceptarlos y decir que ha triunfado la Constitución y la democracia”, dijo de inmediato el Presidente Nicolás Maduro que enseguida admitió la derrota. “Siempre supimos que estábamos nadando contra la corriente y tratando de ascender contra las dificultades y no nos escondimos, siempre dimos la cara”.

 

Sin embargo, desde hoy se abre una cohabitación inédita y conflictiva entre un gobierno que quiere profundizar el cambio y una oposición que apunta a la restauración conservadora. Hay que subrayar que el cambio de la mayoría parlamentaria no implica automáticamente la caída del gobierno bolivariano. En efecto, gracias a la Constitución impulsada por Chávez, para sacar al Presidente Maduro (cuyo mandato vence en el 2019) la oposición puede tratar de recoger las firmas necesarias para convocar a un referéndum revocatorio, a partir de la mitad del mandato presidencial. Pero tiene que vencerlo. Lo cual no está para nada dicho, considerando que, a pesar de todo, más del 40% de los electores ha confirmado su apoyo al “socialismo bolivariano”.

 

La ofensiva imperial

 

En palabras de Maduro ”ha vencido la contra-revolución y la guerra económica”, que ha puesto de rodillas al país. “Ha vencido una estrategia para minar la confianza colectiva en un proyecto de país, ha triunfado circunstancialmente el estado de las necesidades creado por una política de capitalismo salvaje, de esconder los productos, de encarecerlos, es una guerra sin parangón, sin igual…”. En su discurso desde el edificio presidencial de Miraflores, Maduro ha recordado los hechos pasados del Brasil de João Goulart, de la Guatemala de Jacobo Arbenz y del Chile de Salvador Allende, ejemplos muy parecidos a la realidad de la Venezuela de hoy. Maduro ha hablado de una derrota “por ahora”, haciéndose eco de las palabras del Comandante Chávez cuando, fracasada la insurrección cívico-militar del 4 de febrero de 1992, se preparaba a la cárcel.

 

En estos 17 años hemos sido testigos de la brutal contra-ofensiva imperialista hacia el proceso bolivariano que no ha parado nunca, sino que al contrario aumentó de intensidad. El enorme despliegue de las fuerzas de la reacción, interna e internacional, comprometida en una ofensiva en todos los campos, no ha ahorrado ningún medio para derrotar el proceso de cambio y sembrar la desconfianza de la población en la capacidad del gobierno para solucionar los problemas: una tentativa de golpe fallida gracias a la movilización popular, atentados y sabotajes, violencias de calle y criminalidad, homicidios selectivos de dirigentes populares, infiltración de los paramilitares colombianos tanto en las zonas de frontera como en las ciudades, contrabando y mercado negro, acaparamiento de los bienes de primera necesidad con la provocando la consiguiente penuria, asedio mediático internacional, caída del precio internacional del petróleo sobre el que se basa el presupuesto venezolano, ataques del sistema financiero internacional, presiones diplomáticas, injerencia descarada.

 

Dulcis in fundo la declaración del marzo pasado del gobierno estadounidense del “democrático” Obama sobre Venezuela como una “inusual y extraordinaria amenaza para la seguridad nacional y la política exterior de los EE.UU”.  Una verdadera declaración de guerra que se sumó a la generosa financiación millonaria “made in USA” para la oposición.

 

A esto hay que añadir los errores en la gestión económica del gobierno, en la politica comunicacional, en la lenta diversificación productiva, en la designación de algunos dirigentes, la inseguridad por la escasa eficacia de la lucha contra la criminalidad organizada, y el problema de la corrupción presente también en las mismas filas “chavistas”, civiles y militares, nunca afrontado a fondo. Un factor importante en la pérdida de apoyo y en el “voto castigo”.

 

Hay luego otro factor, poco considerado. La población estaba “cansada de la guerra” y de las condiciones de vida consiguientes. A quien escribe, las elecciones de ayer recuerdan el voto del 1990 contra los sandinistas, después de años de ataques de los “contras”, de agresiones y de embargo estadounidense a Nicaragua. En el voto castigo existe también una errónea esperanza, en que este “desgaste” tenga fin.

 

Los aliados del imperio

 

Según el refrán italiano, “el buey dice cornudo al burro”. Y es así que en estos años las momias fascistas de todo el continente se han rasgado las vestiduras en contra de la “dictadura chavista” y en “defensa de la democracia herida”. Son los mismos protagonistas o cómplices de los sangrientos golpes de Estado de los años pasados. Entre otros, los diputados chilenos del partido de Pinochet (la UDI), junto a varios de la Democracia Cristiana chilena, que han pedido a gritos el “respeto de la voluntad popular”.

 

En buena compañía del ex-presidente narco-traficante colombiano Álvaro Uribe, (según la DEA estadounidense), del boliviano Jorge Quiroga, ex-vicepresidente del dictador Hugo Banzer, protagonista del “Plan Cóndor”, la criminal operación organizada para asesinar y torturar a los militantes de la izquierda y demócratas de todo el continente, bajo la dirección del CIA.

 

La novedad es que a las filas reaccionarias (y en algunos casos directamente golpistas) se han sumado sectores de la “social-democracia”, en una campaña internacional digna de mejor causa. La lista es larga: socialistas chilenos, argentinos y españoles, el brasileño Cardoso, amplios sectores de los socialistas europeos entre que los cuales el Partido Democrático de Italia, desde siempre aliado de Acción Democrática, miembro de la internacional Socialista.

 

La última incorporación a esta alianza, por “orden de aparición” ha sido la vergonzosa posición del actual Secretario de la Organización de los Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, ex-canciller del gobierno del Frente Amplio. Irritado por la fallida invitación a la OEA como observador electoral, el así llamado frente-amplista Almagro se pasó con todo a la derecha venezolana, hasta llegar a pedir la suspensión de las elecciones por “falta de garantías” para la oposición.

 

Lo que está en juego en Venezuela

 

El interés por lo que sucede en Venezuela estuvo demostrado por los casi 12.000 periodistas presentes en el evento electoral, con 420 medios extranjeros. Un interés internacional que no existió por las elecciones en Francia, dónde, por primera vez desde la segunda guerra mundial, ha ganado la extrema derecha hipotecando el futuro de la misma Europa.

 

El futuro de Venezuela tiene que ver con América latina, pero no solamente. En estos años el pueblo venezolano ha sabido resistir y avanzar en la construcción de una patria soberana, una sociedad más justa e igualitaria, basada sobre una verdadera democracia “participativa y protagónica”, hacia el socialismo del siglo XXI°. Guiada por el ex presidente Hugo Chávez, la Venezuela bolivariana ha sido un ejemplo internacional, inaugurando justo el 6 de diciembre de hace 17 años, una época inédita de transformaciones en América Latina y el Caribe.

 

¿Qué es lo que está en juego en Venezuela?

 

Ante todo un proyecto nacional que evoca abiertamente el socialismo, una blasfemia para los sacerdotes del “libre mercado” capitalista.

 

En segundo lugar, un proceso de integración regional autónoma de los Estados Unidos en su “patio trasero”, iniciado con Chávez en el continente más rico, pero aún el más desigual del planeta.

 

En tercer lugar, las relaciones de la región con el mundo. Hoy el continente tiene un peso internacional gracias al hecho que, por primera vez, ha dado vida a nuevas instancias regionales como UNASUR, la CELAC, el ALBA. Desde el principio ha estado claro para todos que no se trataba solamente de una elección parlamentaria, sino que el afán era modificar la arquitectura política de la entera región y de las relaciones internacionales, bajo la sombra de los resultados en Argentina con la victoria de la derecha de Macri.

 

¿Será cierto que, como dice la derecha, y también sectores de la izquierda, en el continente estamos al final del ciclo del “modelo progresista” ?

 

El laberinto de la oposición

 

A pesar del apoyo del imperio, la Mesa de Unidad Democrática (MUD) no tendrá vida fácil. Es una fuerza heterogénea, compuesta por más de 18 organizaciones, muy diferentes entre ellas, cuyo aglutinante hasta ahora ha sido la batalla contra Chávez antes y el “chavismo” de Maduro luego. Hoy la responsabilidad de una fuerte mayoría parlamentaria (y por lo tanto legislativa) la obliga a propuestas concretas para solucionar problemas que afligen a la población. Propuestas que no son fáciles para una fuerza que hasta hoy se ha limitado a la denuncia grosera y a invocar la intervención de fuerzas extranjeras. Ahora el riesgo concreto es que la MUD quede atrapada en su propio laberinto.

 

Disfrazado de cordero, en sus primeras declaraciones el portavoz de la MUD ha hecho un llamado “al diálogo y a la paz”. Ha dicho que su coalición no quiere eliminar las conquistas sociales, pero su programa electoral representa una marcha atrás sustancial en los derechos conquistados en estos años. Mas allá de los disfraces ad hoc, la agenda de la restauración neoliberal es clara.

 

Ante todo, es explícita la voluntad de eliminar el control estatal en la prestación de los servicios públicos, actualmente subsidiados, que deberían ser reemplazados por la asociación estratégica público-privada, bajo forma de concesiones. En otras palabras, en buen español, la privatización de los servicios públicos.

 

Sobre la vivienda (punto clave del proceso bolivariano que ha construido y entregado casi un millón de nuevas viviendas), la MUD propone un plan de vivienda incompleto que abre espacio al endeudamiento con los bancos para acabar la construcción de las casas.

 

Sobre el tema de las jubilaciones retoma de manera oportunista una propuesta gubernamental ya realizada, esto es, conectarlas al sueldo mínimo e incluir los sectores que no han logrado tener las mínimas cotizaciones para obtener la jubilación (chóferes, campesinos, amas de casa, pescadores).

 

Por lo que concierne a las relaciones laborales, la intención es eliminar la reducción del horario de trabajo, y limitar días libres y vacaciones, hoy contempladas por ley.

 

Se habla de revisar las inversiones sociales del actual gobierno que” favorecen la inflación”. Hay que subrayar que, a pesar de la caída del precio del petróleo en los mercados internacionales, el gobierno bolivariano ha destinado el 60% del PBI a las políticas públicas en el sector de la salud, la educación, la alimentación y la estabilidad del empleo.

 

Para rematar, la MUD propone la promulgación de una “ley de amnistía y reconciliación” para liberar a los delincuentes condenados por su implicación en muchos crímenes graves. Un caso ejemplar es aquel de Leopoldo López, dirigente de la oposición, condenado a 13 años por sus responsabilidades en las recientes violentas protestas con fines golpistas (conocidas como “guarimbas”) que han provocado la muerte de 43 personas.

 

Las fuerzas socialistas

 

En las filas del Gran Polo Patriótico, la alianza político-electoral de las fuerzas socialistas, recién se han abierto la reflexión y el debate sobre la dura derrota. No hay duda de que el “chavismo” tendrá que reflexionar a fondo de manera auto-crítica, y sobre todo corregir los errores cometidos hasta aquí.

 

Una reflexión que no concierne sólo a Venezuela, y que la izquierda en el mundo tendrá que seguir con atención y el máximo respeto.

 

En las filas bolivarianas, además de la rabia y de la tristeza, está clara la voluntad de continuar la batalla por la construcción de una sociedad para el “socialismo del siglo XXI”.

 

Concretamente desde 1998 se trata de una sociedad en que la inmensa mayoría de la población ha tenido acceso a una dieta nutricional reconocida por la misma FAO como un avance concreto del gobierno bolivariano en el campo de la seguridad alimentaria. Si antes de 1998 los alfabetizados eran 5000, hoy el promedio anual es de 137 mil personas alfabetizadas. Desde 1998 la cantidad de docentes aumentó un 468%. Desde las guarderías hasta la universidad, la educación es gratuita y hoy estudian 10 millones de venezolanos. La Unesco ha reconocido que el país tiene el tercer lugar en la región en cuánto a lectores.

 

Pero, así como en otros países, tampoco en este caso ha sido suficiente para vencer.

 

No se quedarán con los brazos cruzados, ni se paralizarán a mirar impotentes, las alrededor de 3000 “comunas socialistas”, embriones de contra-poder territorial construidos en estos años bajo el impulso del Comandante Chávez. No quedarán con los brazos cruzados las mujeres, los trabajadores, ni los “invisibles” de la “cuarta república” que han encontrado su dignidad gracias al proceso de profunda transformación en la búsqueda del camino socialista.

 

La lucha de clases vive hoy una nueva fase histórica.

 

Como afirmó el libertador Simón Bolívar, “el arte de vencer se aprende en las derrotas”.

 

 

dicembre 10, 2015

http://marcoconsolo.altervista.org/venezuela-el-arte-de-vencer-se-aprende-en-las-derrotas/#sthash.VnH1a5E8.dpuf

https://www.alainet.org/es/articulo/174244?language=en
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