Bolivia entre el voto y las amenazas de un nuevo golpe

16/10/2020
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
mc_donalds.jpg
Bolivia
Foto: Fernando Martínez
-A +A

El próximo 18 de octubre se llevarán a cabo las elecciones generales en Bolivia, aplazadas en tres ocasiones por el gobierno golpista. En las urnas se elegirá al presidente, al vicepresidente y a los diputados a la Asamblea Legislativa Plurinacional. El ambiente es muy tenso en el país y son incesantes los rumores de un nuevo posible golpe de Estado en caso de victoria de la izquierda.

 

Como se recordará, en los meses previos a las últimas elecciones de octubre de 2019, la derecha supremacista golpista había creado las condiciones para un golpe de Estado, con el acostumbrado apoyo de Estados Unidos, junto al de Brasil de Bolsonaro y de la Organización de Estados Americanos, la notoria OEA, cuyo secretario Luis Almagro fue un pilar fundamental del sangriento golpe. Y con la Unión Europea subordinada a los dictados de los Estados Unidos, que desde hace tiempo preparaban el empujón final. La principal acusación contra el gobierno de Evo Morales fue la de haber organizado un fraude electoral, “un fraude escandaloso y gigantesco”, versión repetida una y otra vez con bombos y platillos por los latifundios mediáticos internacionales, para consolidar la matriz de opinión.

 

Tras el golpe, varios estudios fidedignos han demostrado la falsedad instrumental de la acusación de fraude, y que en realidad Morales había obtenido más del 47% de los votos. Pero como se sabe, el guion lo escribe el ganador final.

 

En los últimos meses, los golpistas han llevado a cabo una represión despiadada, han hecho todo lo posible para deshacerse de Evo Morales y del Movimiento al Socialismo – Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP): han tratado de ilegalizar al partido o al menos a sus principales candidatos, incluido el propio Evo, obligado a exiliarse en Argentina junto a varios dirigentes. Han asesinado, denunciado y encarcelado a líderes sociales, han obligados a algunas figuras destacadas a refugiarse en embajadas, han cerrado radios comunitarias y unos medios pro-MAS, amenazado y arrestado a periodistas, etc.

 

En este clima, se ha abierto la guerra de las encuestas donde sobresale un 20% de indecisos que marcarán la diferencia. Los pronósticos más confiables dan la victoria al MAS y su dupla Luis Arce-David Choquehuanca, quienes, sin embargo, deben obtener más del 50% o al menos 10 puntos más del segundo clasificado para ganar en la primera ronda. Emblemático es el hecho de que los mismos medios de “comunicación” golpistas se ven obligados a admitir la distancia de la candidatura de Carlos Mesa (lista Comunidad Ciudadana), aunque reduzcan su proporción y pretendan llegar al balotaje. Es útil recordar que se trata del mismo Carlos Mesa que era vicepresidente en 2003, cuando la represión gubernamental provocó más de 80 muertos y 500 heridos entre los movimientos sociales, que luchaban contra la privatización del gas y el agua.

 

Dos proyectos opuestos de país

 

Once meses después del sangriento golpe de estado, se enfrentarán dos proyectos contrapuestos.

 

Por un lado, el que quiere recuperar la democracia, la plena independencia económica y la soberanía, como condición indispensable para una perspectiva pos-capitalista construida sobre la base del protagonismo de los últimos, de los “condenados de la tierra”.

 

Por otro lado, la voluntad de fortalecer la democra-dura para limitar aún más la democracia representativa y cerrar todos los espacios de participación política, también a través del nuevo tipo de golpes de estado que ya se han llevado a cabo en muchos países del continente, gracias a la manipulación de las “redes sociales” y a la “guerra judicial” (Lawfare).

 

Pero eliminar el protagonismo del bloque indígena campesino, obrero y popular no ha sido, ni será fácil, ni indoloro. Desde su paulatina aparición en la política boliviana, hasta su ascenso al gobierno en los últimos años (2006-2019), con ese bloque de gobierno encabezado por la presidencia de Evo Morales, el Estado Plurinacional de Bolivia ha vivido el proceso de transformación más radical de la historia del país.

 

Se han tomado importantes medidas como la nacionalización del petróleo y el gas junto con la redistribución de sus utilidades, la recuperación de otras empresas, el inicio de la sustitución del modelo neoliberal por uno social-comunitario, la industrialización del litio (material estratégico del cual Bolivia se encuentra entre los principales productores del mundo). La recuperación de la soberanía nacional de la injerencia imperial también resultó en la expulsión del embajador de Estados Unidos, Philip Goldberg (por su abierta injerencia en la política boliviana) y en la decisión de prescindir de los servicios del Fondo Monetario Internacional (FMI).

 

Y sobre todo, los pueblos originarios, (mal llamados “indígenas”) han recuperado su dignidad y orgullo, han adquirido organización y conciencia como resultado de la acumulación política, organizativa y de conciencia a lo largo de décadas de luchas, con sus derrotas y victorias.

 

Lejos de esconderse detrás de un dedo, hay que decir que, como en todo proceso de transformación real, han habido luces y sombras, contradicciones y errores, algunos objetos de feroces críticas por parte de algunos sectores. Los mismos que hoy callan con un silencio ensordecedor, apelando a una “neutralidad” que hace agua por todos lados.

 

Casi un año después del golpe, son varios los factores que parecen orientar el voto a favor del MAS. En primer lugar, la desastrosa gestión económica del gobierno de facto, encabezado por Jeanine Añez y apoyado por el matón de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, y por Mesa. Una gestión basada en el supremacismo blanco, el odio y el desprecio por el campo popular, la represión sistemática mediante el uso del aparato estatal y de los grupos paramilitares (en particular de las regiones de la “media luna”). Además, pesan las denuncias de corrupción flagrante en la compra de respiradores y dispositivos médicos en tiempos de pandemias, así como en las empresas estatales YPFB, ENTEL y BOA y en los Ministerios de Obras Públicas y Comunicaciones, Salud, Interior y Defensa.

 

Dulcis in fundo, pero no menos importante, el sometimiento absoluto a las órdenes de Estados Unidos, incluso en política exterior, con el ataque frontal a los procesos de integración continental como ALBA, UNASUR y CELAC, la ruptura diplomática con Cuba y con la Venezuela bolivariana con el apoyo golpista al autoproclamado Juan Guaidó. Al mismo tiempo, el gobierno de facto restableció las relaciones diplomáticas con Israel (interrumpidas por Evo Morales en solidaridad con la población palestina) y enfrió las con Irán, cerrando la misión diplomática boliviana en Teherán “para ahorrar”.

 

A esto se suma la tragedia de la pandemia, con un gobierno desprevenido, incompetente e incapaz de dar respuestas, que ha intentado acusar al MAS y a los movimientos sociales de cualquier barbaridad.

 

Por el contrario, sobre la base de los resultados obtenidos hasta 2019, la propuesta política, económica y social del MAS se centra en el “vivir bien” e implica la reconstrucción del país, la mejora de las condiciones de vida y una dura batalla contra el “racismo”: un alternativa que ofrece esperanza a la mayoría de la población.

 

La derecha no se rinde

 

Ante la posibilidad de la victoria del MAS, la derecha tiene pocas flechas en su arco, pero no parece dispuesta a rendirse. Y la embajada de Estados Unidos convenció a 2 candidatos de la derecha para que renunciaran a sus candidaturas (la autoproclamada presidente Áñez, y Jorge Tuto Quiroga, ex mano derecha del dictador Hugo Banzer), tratando de no dispersar votos y concentrarlos en el expresidente Carlos Mesa, el mejor ubicado de la derecha. Y no se debe descartar la posibilidad de que aumenten las presiones internas y externas sobre el propio Camacho para que se retire y converja en Mesa.

 

Aunque las condiciones sociales y políticas en Bolivia no son las mismas que en noviembre de 2019 para dar un nuevo golpe de Estado, a pocas horas de la votación los sectores más conservadores y radicales de las oligarquías locales no parecen dispuestos a aceptar una posible victoria electoral del Movimiento por el Socialismo. (MAS), aliado de la Central Obrera Boliviana (COB) y del Pacto de Unidad (PU). Por tanto, existe el riesgo de que los golpistas recurran a la violencia, con el uso de grupos paramilitares, ex policías, guardias de seguridad privados, provocadores, grupos juveniles paramilitares de Santa Cruz y Cochabamba. Sectores que buscan el apoyo de los mismos impulsores del primer golpe: Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, Luis Almagro, senadores republicanos de Miami como Ted Cruz o Marco Rubio, ex presidentes bolivianos y ex ministros residentes en Estados Unidos. Tal vez con ataques terroristas de “falsa bandera”, “falsos positivos” con el objetivo de atribuirlos al MAS y así evitar su victoria electoral.

 

Frente a la “campaña de odio y miedo”, la mejor respuesta será la participación y el voto para retomar el camino interrumpido. Muchos ojos en el mundo están puestos en Bolivia.

 

Octubre 15, 2020

http://marcoconsolo.altervista.org/bolivia-entre-el-voto-y-las-amenazas-de-un-nuevo-golpe/

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/209359?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS