Organización social y organización política: lógicas indisolubles
12/09/2006
- Opinión
No existe un sector social o político que se pueda constituir como sujeto único de transformación de la sociedad. El neoliberalismo llegó a América Latina aparejado de dictaduras militares que irrumpieron en diferentes escenarios nacionales a sangre y fuego, impidiendo el desarrollo de las luchas revolucionarias de los años 60-70 y, en algunas regiones aún en los ‘80. Una vez instalado en nuestras sociedades, este modelo económico a través de sus “democracias” buscó desintegrar los sistemas productivos nacionales quebrando a los productores locales y regionales. Desmanteló, lentamente el aparato estatal en concordancia con el capital financiero transnacional. Y fragmentó, paulatinamente, a toda la sociedad. A esto se suma el derrumbe del sistema socialista mundial instalando, a partir de ese momento, un periodo de incertidumbre y confusión en amplios sectores populares y sus organizaciones.
Con la fractura y atomización de la sociedad guatemalteca se inicia una época de crisis social generalizada y creciente que merma todos los ámbitos sociales. Caracterizada por el extremo individualismo. De la que necesariamente también se ven afectadas las organizaciones sociales reivindicativas. Y de la cual las organizaciones sindicales son las primeras en sufrir los efectos, debido a la reducción cuantitativa de trabajadores producto de la reducción del aparato productivo, que consecuentemente conlleva a una creciente desocupación. La lucha por conservar el empleo, entonces, se va imponiendo en detrimento de la defensa de los derechos laborales y la lucha por nuevas conquistas.
En consecuencia los sectores sociales se han ido debilitando, y en el caso de los que ya existían se han ido transformando y en algunas ocasiones reestructurando, y en los últimos años se han conformado otros. Estos cambios que se han venido observando están determinados por cambios estructurales, como producto del neoliberalismo.
A pesar de esto, los movimientos sociales motivados por rechazar el actual estado de cosas, han irrumpido en el escenario político nacional. Incrementando considerablemente sus movilizaciones a situaciones de beligerancia. Sin embargo, la crisis de gobernabilidad, que persiste en el país no logra inclinarse de forma favorable a los sectores populares.
En este cúmulo de escenas lo que se ha venido visualizando es un vació de poder determinado por varios factores; a decir, por la dispersión de fuerzas, la falta de unidad, pero principalmente por no contar con una conducción política, que se plantee diferentes escenarios y estrategias acorde a los momentos de la lucha social y política. En tales condiciones lo espontáneo predomina sobre lo conciente y organizado dejando a los movimientos sociales a merced de las coyunturas, dispersos en lo que debería de ser el sentido futuro de sus luchas y resistencias.
En una realidad paralela, están los partidos de izquierda (con participaciones relativamente nuevas), absorbidos por una dinámica impuesta por un sistema electoral totalmente desfavorable para su constitución, y más recientemente enfocados casi exclusivamente en logar cumplir con nuevos requerimientos por la Ley Electoral y de Partidos Políticos, para de esta forma evitar su desaparición del espectro político.
Cualquiera diría entonces de forma simple, que lo que se necesita son orientaciones y una organización que contenga y articule al movimiento social, además con capacidad de cohesionarlos y proyectarlos hacia objetivos superiores convergentes a sus intereses, ideales y aspiraciones. Pero es aquí precisamente en donde mejor se puede observar la crisis por la que atraviesa la izquierda social y la política.
En la tradición del pensamiento marxista, el papel de conducción o vanguardia estaba reservado para el partido. Constituido por la clase y sus diferentes expresiones. En este tipo de organización el partido se ubicaba por encima de la clase, que quedaba subordinada a sus decisiones y orientaciones, y se erigía como el sujeto político de la transformación revolucionaria. Como la vanguardia.
En el caso de Guatemala (Por no contar con un partido a excepción en un tiempo determinado) se puede decir que fueron las organizaciones guerrilleras revolucionarias, las que suplieron el lugar del partido. Orientando y dirigiendo a las organizaciones afines, hayan sido campesinas, sindicales, estudiantiles, etc, durante el conflicto armado. Sin embargo, a partir de la firma de la paz ocurre un distanciamiento entre aquel movimiento social y la ex guerrilla, marcado por fisuras que antecedieron a la separación, en algunos casos el alejamiento respondió a la instrumentalización que se hizo de las organizaciones desnaturalizando así su papel en la lucha social.
Es así como la relación entre organización social y organización política está determinada por desencuentros profundos, las experiencias y la cultura política-ideológica acumulada a lo largo de nuestra historia. Estos obstáculos, pueden considerarse entonces como la más grande dificultad ante la posibilidad de avanzar hacia la constitución de bloques unitarios y proyectos consensuados. Sin embargo, la actual coyuntura política nacional e internacional es una buena oportunidad para superarlos en tanto los actores sociales y políticos analicen las causas históricas, políticas y culturales, que las han provocado la separación y se dispongan a superarlos en la práctica social y política construyendo una nueva cultura política.
Sin duda, el reto es grande pero no imposible. Sobre todo si se toma en cuenta que hoy por hoy no existe un sector social o político que se pueda constituir como sujeto único de transformación de la sociedad. Pero la posibilidad de que exista un sujeto cohesionador, radica en la articulación de los actores sociales y sus diferentes problemas. Asumiendo el respeto a las diferencias de cada cual. Pero sobre todo se debe tener la conciencia de la necesidad de sobrepasar la coyuntura o la urgencia de la sobrevivencia legal.
Finalmente, es pertinente recordar que no es la organización lo que hace al sujeto, sino todo lo contrario. Porque la experiencia histórica enseña que el énfasis en lo organizativo condujo a separar la organización de sus bases legitimas, el pueblo. Por eso no está de más insistir en que el pueblo (constituido como sujeto de cambio real) es el protagonista exclusivo de los cambios. Y en todo caso las organizaciones están pensadas para perfeccionar su participación para la consecución de objetivos.
- Javier de León - Analista de Incidencia Democrática.
Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
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