Una visión sobre la Constituyente

03/02/2007
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En el Ecuador desde hace 10 años está planteado un debate acerca de la "Reforma del Estado" o de la "Reforma Política" cómo algunos la llaman. Se hicieron consultas y ya se hizo una Asamblea Constituyente entre 1997 y 1998, pero la situación no cambió a favor del pueblo, sino que favoreció a los que hicieron mayoría en esa Constituyente, la partidocracia representada por el Partido Social Cristiano (PSC), Frente Radical Alfarista (FRA), Unión Demócrata Cristina (UDC) y otros herederos de la plutocracia serrana y costeña del Ecuador.

Hoy se ha retomado el debate y se propone la realización de una Asamblea Constituyente que haga los cambios y las reformas a favor del pueblo, de los ciudadanos de este país.

En su discurso de posesión, el presidente Rafael Correa insistió en la necesidad de que la Asamblea Constituyente sea de plenos poderes para "recuperar la patria ". Los ecuatorianos necesitan rescatar la patria, este cambio que mueva los cimientos del dominio oligárquico de las minorías poderosas y establezca un futuro democrático bajo la dirección del pueblo.

Eso prometió Correa, en campaña y está moralmente comprometido por sus palabras. Hasta ahora los avances han sido decisivos. La convocatoria a consulta para Asamblea Constituyente ecuatoriana ha tenido que hacer frente a todo tipo de presiones y componendas del TSE y el Congreso Nacional. La voluntad de estas minorías, cabe insistir, ha sido bloquear la acción de la convocatoria a Constituyente. Para ello se han rodeado de lo mejor que saben hacer: esconder sus verdaderas pretensiones y organizar un frente anticonstituyente respecto a las actitudes patrióticas de los que quieren cambiar las cosas. Por esta razón llaman a los "sabiondos" a consultas, se rodean de un halo de intelectuales, políticos y periodistas, que les siguen y desarrollan su discurso. El trabajo de la próxima Constituyente ecuatoriana es arduo, pero no es para menos. Se está enfrentando con siglos de dominación, con intereses multimillonarios, que no van a ceder en sus prebendas mientras puedan evitarlo.

Rafael Correa asumió el discurso constituyente y lo proyectó como una esperanza para los ecuatorianos. Ecuador estrenó Constituyente hace menos de diez años, pero fue truncada por los intereses de las minorías y un poder político que no acompañaba a la voluntad de los ecuatorianos. A principios de agosto de 2006, Rafael Correa ocupaba el quinto lugar en las encuestas electorales, a pocos les sonaba como el ministro de finanzas de Alfredo Palacio que se opuso al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, y la Constituyente era considerada por el pueblo más como una propuesta voluntarista que una acción con visos de prosperar. De hecho, meses atrás, durante la presidencia de Alfredo Palacio, la propuesta constituyente fue obstaculizada por un parlamento inmovilista. Pero Correa supo apostar y ganó: prefirió no presentar candidatos al parlamento. ¿Para qué, se preguntaba, si voy a solicitar que se elija democráticamente una Constituyente que estará por encima de los poderes constituidos? Este signo, extraño en política, caló hondo, y lo llevó a la Presidencia de la República en apenas tres meses. Arriesgó y ganó. Hoy en día, el 78% de los ecuatorianos están a favor de una Asamblea Constituyente.



Hoy toca resquebrajar ese frente anticonstituyente. Con la firmeza del Presidente Correa en sostener la validez de su propuesta, que es la propuesta de la mayoría del pueblo ecuatoriano. Con las continuas y crecientes movilizaciones que se vienen realizando en el país a favor de la Asamblea Constituyente. Este primer triunfo del Presidente Correa es un nuevo GOL¡¡¡ que le mete el pueblo ecuatoriano a la partidocracia.

El 15 de enero, Rafael Correa tomaba posesión de la Presidencia del Gobierno en Ecuador y habló de los cambios necesarios en el país, de la expectativa creada, de la necesidad de escuchar al pueblo. Comentó las injusticias que la versión más conservadora del liberalismo había provocado en Ecuador, donde más de una quinta parte de la población ha sido obligada a emigrar, producto de la pobreza, los esfuerzos económicos se destinan a pagar los intereses de una deuda externa asfixiante y el Estado no llega a la gran mayoría del pueblo. Y se refirió a la forma en que iba a iniciar el conjunto de cambios necesarios: a través de una Asamblea Constituyente, fundamento de su programa político y piedra de toque para calibrar las posibilidades reales de una transformación.

La Constituyente no basta para solucionar nuestros problemas. Una Constitución establece el marco adecuado de convivencia social, los principios y los objetivos de progreso y desarrollo hacia el futuro. Pero, no es la panacea que resuelve todo. Izquierda y derecha deberían entender que promover una Constituyente no es en sí la solución para nada, sino la vía para encontrar una solución. Es la vía democrática de establecer los caminos por los que una generación quiere recorrer, la que dota de legitimidad al poder público, los puertos de destino y las rutas para alcanzarlos. En América Latina, es el mecanismo que están utilizando los pueblos para avanzar hacia una sociedad más justa e igual. Por ello, tenemos que felicitar a los venezolanos por los logros alcanzados; a los bolivianos por el trabajo que llevan contra marea; darnos la bienvenida los ecuatorianos en la esperanza constituyente; y seguir defendiendo que, si bien la Constituyente puede no ser la única vía posible para la emancipación democrática, el resto de caminos son mucho más tortuosos y susceptibles de fracasar.

Hacer realidad los cambios y las acciones de desarrollo depende de la conciencia y organización que alcancen los pueblos.

De ahí que debemos mantener una conducta de participación en los asuntos que atañen a nuestra vida y a nuestro futuro.

Caracas 2 de febrero de 2007
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