La significación del trabajo
08/01/2007
- Opinión
Hombres y mujeres necesitan suministrarse bienestar, satisfacer las necesidades básicas para acceder a una vida digna. Para ello el trabajo se convierte en la actividad por excelencia para conseguirlo. De igual forma esta actividad productiva, en condiciones humanas, sirve de motor para la producción y reproducción de la sociedad. Sin embargo son las formas que éste adopta en el seno de la sociedades, es decir, son las connotaciones históricas, económicas, políticas y sociales las que le de dan sus características.
Estas particularidades que adquiere abren una dimensión dual, es entonces que el trabajo se puede llegar a convertir en una actividad que crea pero subordina, humaniza y degrada, libera y esclaviza, emancipa y aliena.
Las condiciones actuales, en cuanto al trabajo se refiere, ofrecen elementos que bien vale la pena ser debatidos: la explotación como jamás se había visto antes, condiciones laborales extremas y el mundo del desempleo son algunas de las más relevantes.
Cerca del final del 2006 la Oficina Internacional del Trabajo, OIT, presentó el estudio “Panorama laboral para América Latina y el Caribe”. En el que señala que el problema en el país no es tanto el desempleo, si se compara con la calidad y condiciones de los puestos de trabajo. Y agrega que esta dificultad para acceder a un mejor trabajo está estrechamente relacionada con el nivel educativo. Lo que en otras palabras la OIT señala en su informe, es que en Guatemala el trabajo adquiere características bastante complejas como la falta de prestaciones laborales, seguridad social, además porque se realiza en condiciones de explotación y para terminar de acentuar esta situación, el crecimiento de la economía informal es la tendencia que se vive.
En este contexto, a finales del año 2006 trabajadores y empresarios no lograron ponerse de acuerdo en relación a un tema íntimamente ligado al trabajo: el salario. Por lo que quedaba en manos del gobierno establecer un tope al salario mínimo, tanto en el área urbana como en la rural. Es así como el 31 de diciembre del año pasado el Ministerio de Trabajo hacía pública, a través de los medios de comunicación masiva, la noticia de que a partir del 1 de enero los empleados que se dedican a las labores agrícolas ganarían Q63.60 mientras que para los trabajadores de la ciudad el salario mínimo seria de Q65.4. En conclusión las autoridades gubernamentales acordaron un aumento salarial del cinco por ciento.
Si tomamos en cuenta la situación económica por la que atraviesa el país el aumento otorgado por el gobierno, de acuerdo con declaraciones de dirigentes de las principales organizaciones campesinas y sindicales, no compensa el alto costo de la vida.
Lo cierto es que el tema del trabajo y su necesario debate, como muchos otros temas de carácter estructural, enfrentan dos históricas posiciones pero, más allá del tema de los bajos salarios, el trabajo, como tal, está adquiriendo nuevas características que vale la pena tratar de desenmarañar como aporte en el contenido de las luchas populares. Pues la situación del salario tan sólo es una de las aristas; quizá la más visible en el tema, pero no la única.
Tenemos enfrente nuestro, entonces, el desafió de comprender la multiplicidad de formas que el trabajo está adquiriendo, y al tener un acercamiento con esta intención mostrar las complejas relaciones que surgen en el campo laboral. Pero para ello es necesario, antes que nada, aclarar de qué se habla cuando hablamos de trabajo, y desde esa perspectiva poder entender qué genera su transformación.
En ese sentido trabajo significa cualquier actividad física o mental que transforma materiales en una forma más útil, provee o distribuye bienes o servicios a los demás, y extiende el conocimiento y saber humano. (Diccionario de Sociología, Pág. 793: 2002)
Una de las consecuencias más negativas a la que se enfrentan hombres y mujeres en el mundo del trabajo de la sociedad guatemalteca está dada por la precarización y eliminación de puestos de trabajo, situación que desemboca en altos niveles de desempleo. Pero además esta situación de desocupación laboral está orillando a que cada vez más personas en la búsqueda de empleo acepten cualquier labor. Abriendo así un campo grande de “trabajos”, para las ofertas de empleo, cuya características principal es la falta de garantías formales y contractuales.
Este escenario lo que hace es configurar una situación que amplía el contingente de hombres y mujeres que adoptan formas de trabajo en las que la característica principal es optar a actividades en las que se está subcontratado, en la mayoría de veces de forma temporal y a medio tiempo. Y en el peor de los casos viviendo el flagelo del desempleo. El ejemplo que dibuja mejor esta situación son los trabajos que ofrecen las transnacionales, los organismos internacionales, las maquilas, y algunas organizaciones no gubernamentales que son financiadas por la cooperación internacional.
Esta situación hace que cada vez más gente reduzca su vida exclusivamente al trabajo, convirtiéndose el trabajo, de esta forma, como algo penoso, alienante. Si bien es cierta la necesidad del empleo y el reconocimiento de su poder emancipador, también es necesario rechazar el trabajo que explota, aliena y que nos hace infelices como seres sociales.
De lo que se trata, ante esta nueva realidad, es devolver su sentido al trabajo, para que también la vida fuera del trabajo esté dotada de sentido. Y no se convierta en una modalidad de vida cotidiana alienante.
Estas particularidades que adquiere abren una dimensión dual, es entonces que el trabajo se puede llegar a convertir en una actividad que crea pero subordina, humaniza y degrada, libera y esclaviza, emancipa y aliena.
Las condiciones actuales, en cuanto al trabajo se refiere, ofrecen elementos que bien vale la pena ser debatidos: la explotación como jamás se había visto antes, condiciones laborales extremas y el mundo del desempleo son algunas de las más relevantes.
Cerca del final del 2006 la Oficina Internacional del Trabajo, OIT, presentó el estudio “Panorama laboral para América Latina y el Caribe”. En el que señala que el problema en el país no es tanto el desempleo, si se compara con la calidad y condiciones de los puestos de trabajo. Y agrega que esta dificultad para acceder a un mejor trabajo está estrechamente relacionada con el nivel educativo. Lo que en otras palabras la OIT señala en su informe, es que en Guatemala el trabajo adquiere características bastante complejas como la falta de prestaciones laborales, seguridad social, además porque se realiza en condiciones de explotación y para terminar de acentuar esta situación, el crecimiento de la economía informal es la tendencia que se vive.
En este contexto, a finales del año 2006 trabajadores y empresarios no lograron ponerse de acuerdo en relación a un tema íntimamente ligado al trabajo: el salario. Por lo que quedaba en manos del gobierno establecer un tope al salario mínimo, tanto en el área urbana como en la rural. Es así como el 31 de diciembre del año pasado el Ministerio de Trabajo hacía pública, a través de los medios de comunicación masiva, la noticia de que a partir del 1 de enero los empleados que se dedican a las labores agrícolas ganarían Q63.60 mientras que para los trabajadores de la ciudad el salario mínimo seria de Q65.4. En conclusión las autoridades gubernamentales acordaron un aumento salarial del cinco por ciento.
Si tomamos en cuenta la situación económica por la que atraviesa el país el aumento otorgado por el gobierno, de acuerdo con declaraciones de dirigentes de las principales organizaciones campesinas y sindicales, no compensa el alto costo de la vida.
Lo cierto es que el tema del trabajo y su necesario debate, como muchos otros temas de carácter estructural, enfrentan dos históricas posiciones pero, más allá del tema de los bajos salarios, el trabajo, como tal, está adquiriendo nuevas características que vale la pena tratar de desenmarañar como aporte en el contenido de las luchas populares. Pues la situación del salario tan sólo es una de las aristas; quizá la más visible en el tema, pero no la única.
Tenemos enfrente nuestro, entonces, el desafió de comprender la multiplicidad de formas que el trabajo está adquiriendo, y al tener un acercamiento con esta intención mostrar las complejas relaciones que surgen en el campo laboral. Pero para ello es necesario, antes que nada, aclarar de qué se habla cuando hablamos de trabajo, y desde esa perspectiva poder entender qué genera su transformación.
En ese sentido trabajo significa cualquier actividad física o mental que transforma materiales en una forma más útil, provee o distribuye bienes o servicios a los demás, y extiende el conocimiento y saber humano. (Diccionario de Sociología, Pág. 793: 2002)
Una de las consecuencias más negativas a la que se enfrentan hombres y mujeres en el mundo del trabajo de la sociedad guatemalteca está dada por la precarización y eliminación de puestos de trabajo, situación que desemboca en altos niveles de desempleo. Pero además esta situación de desocupación laboral está orillando a que cada vez más personas en la búsqueda de empleo acepten cualquier labor. Abriendo así un campo grande de “trabajos”, para las ofertas de empleo, cuya características principal es la falta de garantías formales y contractuales.
Este escenario lo que hace es configurar una situación que amplía el contingente de hombres y mujeres que adoptan formas de trabajo en las que la característica principal es optar a actividades en las que se está subcontratado, en la mayoría de veces de forma temporal y a medio tiempo. Y en el peor de los casos viviendo el flagelo del desempleo. El ejemplo que dibuja mejor esta situación son los trabajos que ofrecen las transnacionales, los organismos internacionales, las maquilas, y algunas organizaciones no gubernamentales que son financiadas por la cooperación internacional.
Esta situación hace que cada vez más gente reduzca su vida exclusivamente al trabajo, convirtiéndose el trabajo, de esta forma, como algo penoso, alienante. Si bien es cierta la necesidad del empleo y el reconocimiento de su poder emancipador, también es necesario rechazar el trabajo que explota, aliena y que nos hace infelices como seres sociales.
De lo que se trata, ante esta nueva realidad, es devolver su sentido al trabajo, para que también la vida fuera del trabajo esté dotada de sentido. Y no se convierta en una modalidad de vida cotidiana alienante.
Fuente: Incidencia Democrática (Guatemala)
https://www.alainet.org/es/active/15801
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