La lucha contra la impunidad como objetivo nacional
09/09/2003
- Opinión
Al conmemorarse hoy el decimotercero aniversario del
asesinato de la antropóloga social Myrna Elizabeth Mack,
y al hacer una evocación del tortuoso pero aleccionador
proceso judicial que hemos impulsado para esclarecer este
crimen y obtener justicia, presentamos una demanda
pública para que la lucha contra la impunidad sea
identificada como un objetivo del Estado de Guatemala.
La coyuntura electoral es propicia para que los partidos
políticos, los candidatos a los diversos cargos de
elección popular, especialmente quienes aspiran a la
Presidencia y Vicepresidencia de la República, asuman el
compromiso de luchar frontalmente contra la impunidad en
el ámbito que les corresponde.
Éste no es un compromiso o una responsabilidad que en
forma exclusiva corresponda a los órganos judiciales,
porque muchos mecanismos de impunidad se generan en
estructuras ajenas al sistema de administración de
justicia. La experiencia del caso Myrna Mack nos revela
que a las deficiencias, atrofia y debilidad
características de las instituciones de justicia, se
suman otros factores muy eficaces de encubrimiento y
retardo judicial.
Los casos de violación de derechos humanos, corrupción,
crimen organizado y narcoactividad presentan problemas
comunes. Es decir, la impunidad ya no es exclusiva para
los comportamientos criminales observados durante el
conflicto armado interno o por inducción
contrainsurgente. Las personas involucradas en delitos
económicos, lavado de dinero, tráfico de drogas,
contrabando, secuestros, corrupción y tantos otros
crímenes también son ahora beneficiados por la impunidad.
Muestra de ello es que la violencia selectiva ya no
afecta solamente a defensores de derechos humanos,
académicos, periodistas, campesinos, sindicalistas y
otros que exigen el goce pleno de sus derechos y
libertades. Los operadores de justicia, los abogados, los
testigos y otras personas vinculadas a procesos
judiciales, cualquiera que sea su índole, se han
convertido en víctimas de un tipo de violencia
sistemática que rodea a la administración de justicia.
La situación es menos alentadora en la medida que las
reformas al sistema judicial no dan los frutos esperados.
La impunidad no ha retrocedido un solo paso. Por el
contrario, se ha solidificado; mientras el objetivo de
modernizar y democratizar la administración de justicia
se ha limitado a la cobertura de aspectos formales que no
garantizan un acceso real a la justicia.
Las cantidades millonarias que el Estado de Guatemala y
la comunidad internacional han invertido en la
consecución de este objetivo, se han desvanecido en
procesos formales, construcción de edificios, compra de
equipo, salarios y más burocracia, sin que esto se
traduzca en un mejor servicio público de administración
de justicia.
El nido de la impunidad no ha sido atacado. Los grupos de
poder que la generan para su propio beneficio, siguen
siendo intocables. El reto ahora consiste en atacar los
mecanismos de la impunidad, en rescatar a los eslabones
de la justicia y la seguridad que han sido
desnaturalizados y trastocados en su esencia.
Las nuevas autoridades ejecutivas y legislativas deben
asumir el compromiso ante la opinión pública, ante los
electores, de sumarse a las filas de la justicia. No con
discursos y actitudes represivas, que son los métodos
usuales cuando los procedimientos democráticos han sido
aplastados, sino con acciones firmes encaminadas a:
1. Impulsar el desmantelamiento de los cuerpos
clandestinos de seguridad, que cuentan con el respaldo de
agentes y agencias del Estado, para evitar que sigan
utilizando el terror como arma que procura impunidad.
Debe existir el compromiso de crear la Comisión
Investigadora de los Cuerpos Ilegales y los Aparatos
Clandestinos de Seguridad (CICIACS), a la vez que se
fortalece al Ministerio Público, a los tribunales de
justicia y a la Policía Nacional Civil, que son las
instituciones nacionales encargadas de la investigación
criminal y la sanción judicial.
2. Cumplir con el mandato constitucional de respetar y
proteger la independencia judicial y la autonomía de
instituciones de justicia, para que no sufran presiones
del orden político. Simultáneamente, debe asegurarse el
combate de cualquier otra amenaza a estos principios de
independencia y autonomía.
3. Fortalecer técnica, jurídica y financieramente al
Sistema Penitenciario y a la Policía Nacional Civil,
particularmente al Servicio de Investigación Criminal; e
iniciar un proceso de depuración de agentes comprometidos
en actividades ilegales.
4. Fortalecer financieramente al Instituto de la Defensa
Pública Penal, al Ministerio Público y al Organismo
Judicial, y que cese el acoso político a estas
instituciones y las represalias que se manifiestan en
significativos recortes presupuestarios.
5. El fortalecimiento financiero de estas instituciones
debe ir acompañado de medidas que garanticen
transparencia y eficiencia en el gasto, así como el
acceso a la información de la ejecución presupuestaria,
sin que este tipo de controles vulnere la independencia y
la autonomía que garantiza la Constitución. El Estado de
Guatemala debe reducir drásticamente el presupuesto del
Ejército, en beneficio del gasto público en educación,
salud, justicia y fuerzas civiles de seguridad.
6. Desatar una lucha frontal contra los comportamientos
criminales en que puedan incurrir sus funcionarios;
impulsar el esclarecimiento y sanción de hechos del
pasado, vinculados o no con el conflicto armado interno
(como los actos de corrupción que siguen impunes); y
eliminar cualquier posibilidad de que los agentes del
poder oculto mantengan su influencia en las instancias de
conducción del Estado.
7. Rescatar el proceso de paz, en especial el
cumplimiento del Acuerdo sobre Fortalecimiento del Poder
Civil y Función del Ejército en una Sociedad Democrática,
a efecto de concretar las transformaciones
institucionales en materia de justicia, seguridad,
servicios de inteligencia y reconversión militar.
8. Identificar como objetivo nacional todo aquello que
esté encaminado a fortalecer el principio de legalidad y
la plena vigencia del Estado de Derecho, mediante la
consolidación del orden constitucional y la
democratización en el país.
Lo anterior no será suficiente. Habrá que tomar acciones
complementarias en diversos ámbitos de trabajo. En
especial, las instituciones del sector justicia deben
combatir la corrupción en su seno, fortalecer los órganos
del régimen disciplinario para sancionar faltas o delitos
en el ejercicio de la jurisdicción; eliminar los
procedimientos que generan retardo y falta de agilidad
procesal, así como los factores que deniegan o dificultan
el acceso a la justicia o coadyuvan al litigio malicioso.
El gremio jurídico del país debe ocuparse de rescatar la
dignidad de la profesión y denunciar, sancionar y exponer
a todo aquel jurista que, lejos de servir a los
principios fundamentales de la justicia, trabaja en pro
de la impunidad.
A la sociedad en general nos corresponde denunciar las
anomalías, los crímenes, poner a prueba a las
instituciones y exigir que la transformación del Estado
se vuelque hacia la democracia y no a una involución que
nos lleve de regreso al autoritarismo.
Guatemala, 11 de septiembre de 2003
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