El fortalecimiento de la institucionalidad del Estado y la gobernabilidad democrática como prioridades
Desafíos para el nuevo gobierno
07/01/2004
- Opinión
El país se encuentra a escasos días de experimentar cambios en la
estructura de autoridad pública del Estado con la instalación, el 14
de enero del presente año, del nuevo gobierno que fue
democráticamente electo en el proceso electoral del pasado 28 de
diciembre, y en el que la Gran Alianza Nacional (GANA) y su binomio
presidencial y vicepresidencial, Óscar Berger y Eduardo Stein
respectivamente, salieron victoriosos.
La nueva administración se enfrentará de entrada a grandes retos,
tales como la búsqueda de gobernabilidad democrática, el
fortalecimiento de la institucionalidad política del país y la
generación de políticas encaminadas a crear mejores condiciones en
términos de derechos humanos y bienestar social.
Igualmente, el mismo día quedará instalado el nuevo Congreso de la
República, el cual tiene a su vez un reto enorme: generar su propia
gobernabilidad. Esta será la primera vez en muchos años que el
Organismo Legislativo no contará con una bancada mayoritaria del
partido oficial. Esto debe implicar mayor capacidad de discusión
política y más apertura al diálogo entre los diputados, así como
mayores destrezas de negociación entre el Organismo Ejecutivo y el
Congreso, para que ambos trabajen conjuntamente.
Es importante señalar que el tema de la gobernabilidad es una
constante cada vez que un nuevo gobierno se instala, debido a que el
país enfrenta aún un proceso de transición democrática, en el cual
las reglas de juego político no están totalmente definidas, se
hallan en flujo permanente y, por lo general, son objetos de una
ardua contienda.
Y es que para lograr la consolidación de la democracia no es
suficiente la realización periódica de procesos electorales, como el
que acaba de concluir: es necesario contar con una institucionalidad
política fuerte, un sistema de partidos políticos funcional y una
sociedad civil más participativa y fiscalizadora de los asuntos
públicos, todo esto en el contexto de un Estado de Derecho que
realmente se haga valer.
Estos elementos deben acompañar necesariamente el proceso de
consolidación democrática, ya que de ellos depende en gran medida la
evolución o involución que pueda experimentarse a futuro. Sin
embargo, en las condiciones actuales nuestro sistema político
presenta rasgos de agotamiento y de inviabilidad.
Una institucionalidad profundamente debilitada
Desde el inicio de la transición política en Guatemala, las
instituciones del Estado han sido utilizadas a conveniencia de los
funcionarios que han arribado a ellas, impidiendo su desarrollo y
fortalecimiento.
El resultado, como en otros momentos de la historia reciente del
país, es posible identificarlo en las condiciones actuales: un
profundo debilitamiento de las instituciones del Estado,
principalmente de aquellas garantes del orden constitucional, del
Estado de Derecho y de la democracia, tales como la Corte de
Constitucionalidad (CC), la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y el
Ministerio Público (MP), instituciones que por mucho tiempo habían
gozado de cierta estabilidad, pero que en los últimos años han
sufrido los embates de la manipulación política a causa de intereses
personales, partidarios y sectoriales.
No obstante, es fundamental indicar que el deterioro general que ha
sufrido la institucionalidad del Estado no es legado exclusivo del
gobierno de Alfonso Portillo ni del Frente Republicano Guatemalteco
(FRG), a pesar de que efectivamente en los últimos cuatro años el
problema se ha acentuado y profundizado.
Es, en definitiva, el resultado de tantos años en los cuales la
institucionalidad ha sido sometida a fuertes acometidas fuera de
cualquier orden legal y ético, tales como la manipulación política y
el uso indebido de recursos, que han socavado las estructuras de
cada una de las instituciones que tienen carácter estratégico para
quienes las utilizan para sus propios fines.
Es el resultado de tantos años en los que los poderes tradicionales
y emergentes, que en momentos dados se han alternado en el ejercicio
del poder real y que permanentemente se encuentran en pugna por la
hegemonía de este poder, han manipulado a su antojo las estructuras
del Estado para satisfacer sus intereses propios; han corrompido y
amenazado a los funcionarios de la administración pública para
encaminar las instituciones como les place; han incrustado agentes
en instituciones estratégicas y han obstaculizado la aplicación de
justicia con el fin de mantener impunes sus actos ilegales.
Lo que efectivamente puede afirmarse es que el deterioro paulatino y
sistemático de las estructuras del Estado ha tocado fondo durante la
actual administración y se ha incrustado, como un cáncer, en
instituciones vitales para la conservación de la incipiente
democracia. Tal es el caso que la misma Corte de Constitucionalidad
(CC), tomó una decisión inconstitucional en julio 14 del año
anterior avalando la inscripción de Efraín Ríos Montt como candidato
presidencial del Frente Republicano Guatemalteco (FRG), lo cual le
permitió participar en el proceso electoral, pese a la clara
prohibición establecida en el artículo 186 de la Carta Magna.
Asimismo, encontramos al jefe del Ministerio Público (MP) más
preocupado por su imagen que por realizar de manera adecuada la
función de persecución penal que le corresponde; además, enfrentado
abiertamente a algunos magistrados de la Corte Suprema de Justicia
(CSJ) por conflictos personales fuera de todo orden.
Por aparte, el sistema de justicia sigue caracterizado por la falta
de acceso al mismo; con un presupuesto que no cubre las necesidades
imperantes; con funcionarios altamente vulnerables a la corrupción,
la manipulación, la intimidación y la coerción existentes en el
ambiente; y con falta de independencia y autonomía para realizar su
labor como corresponde.
Por lo tanto, el mayor rasgo de involución democrática ha sido el
profundo deterioro al que ha estado sometida la institucionalidad
democrática desde hace varios años, aunque de forma más acentuada y
sistemática en el último período de gobierno.
Un sistema de partidos políticos sumido en una fuerte crisis
Al igual que la institucionalidad del Estado, el sistema de partidos
políticos ha sido empleado a lo largo de la corta historia
democrática del país para el beneficio de quienes pretenden arribar a
las estructuras estatales. Los partidos políticos aún continúan
siendo utilizados simplemente como vehículos para alcanzar cargos de
autoridad pública, circunstancia que no ha permitido su desarrollo y
fortalecimiento.
La principal causa de este deterioro radica en que la Ley Electoral
y de Partidos Políticos (LEPP) es sumamente débil y permisible:
establece únicamente condiciones mínimas y no obliga a los partidos
políticos a ser más democráticos internamente. Esto ha ocasionado
que las organizaciones políticas sean estructuras con profundas
debilidades.
En términos generales, y en el reciente proceso electoral ha quedado
ampliamente demostrado, los partidos políticos no tienen procesos
democráticos internos para elegir quiénes serán sus postulados para
ocupar cargos públicos, debido a que regularmente están dirigidos
por un grupo de personas, o en el peor de los casos por un líder que
maneja el partido según su conveniencia. Además, no son
institucionalizados: en su mayoría son estructuras partidarias
coyunturales que aparecen cada cuatro años como una especie de
cometas y al momento de finalizar el proceso electoral desaparecen,
ya sea porque no lograron el mínimo de votos para su mantenimiento o
porque entran en estado catatónico a la espera de la siguiente
elección.
Por lo regular, no presentan planes de gobierno con propuestas
técnicas basadas en ideologías claras, sino simplemente ofertas
electorales fundamentadas en lineamientos dictados por el marketing
político; buscan durante la campaña un grupo-objetivo en el
electorado para captar votos, ya que no tienen una base social
permanente y fuerte que los respalde.
Una sociedad civil puramente delegativa
El espacio real de participación ciudadana desde el inicio de la
transición democrática se ha reflejado únicamente en los procesos
electorales que se han realizado desde entonces, por medio del voto.
La ciudadanía acude a las urnas a elegir a los próximos funcionarios
públicos, los cuales posteriormente se desvinculan del electorado
que los llevó a esos cargos.
Este carácter delegativo permite, en gran medida, que los
funcionarios accedan a las instituciones del Estado con libertad de
acción, sin la existencia de controles democráticos horizontales y
verticales, lo cual crea condiciones propicias para el
enriquecimiento ilícito, la malversación de fondos y la corrupción.
Por lo tanto, cada vez es más latente la necesidad de abrir espacios
permanentes de consulta entre el gobierno y la sociedad civil, que
generen un ambiente de gobernabilidad y permitan que las acciones
que el gobierno desee impulsar tengan el respaldo social necesario.
Sin embargo, esto demanda que la sociedad civil se fortalezca
ostensiblemente y ejerza la función de fiscalización que le
corresponde, alcanzando, de esta manera, más espacios de
participación.
Situación de derechos humanos
En relación con este tema, es posible notar que en los últimos
cuatro años se ha generado un patrón institucional que, por medio de
aparatos clandestinos y estructuras paralelas de seguridad, han
amenazado y, en ocasiones, atentado contra defensores de derechos
humanos, operadores de justicia, testigos, querellantes adhesivos,
abogados, periodistas, opositores políticos, lo cual ha creado un
ambiente de violencia política en el país.
Tal es el caso que el proceso electoral reciente estuvo cargado de
decenas de hechos (asesinatos, secuestros, amenazas, intimidaciones,
presiones, etc.) con vinculación política, que aún permanecen en
total impunidad. Además, fue posible observar campañas electorales
repletas de agresiones de tipo verbal, lo cual refleja el ambiente
de intolerancia que impera en el país.
Sin embargo, respecto a este tema no todo ha significado un
retroceso: la suscripción de un acuerdo entre el Gobierno de
Guatemala y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos que crea una oficina de campo en Guatemala puede
considerarse un gran avance en materia de defensa de los derechos
humanos.
Esta oficina, al momento de su instalación, tendrá como objetivo
observar la situación de derechos humanos a fin de asesorar a las
autoridades guatemaltecas en la formulación y aplicación de
políticas, programas y medidas para promover y proteger los derechos
humanos, así como presentar informes analíticos a la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En materia de seguridad y justicia
Al respecto, cabe indicar que durante la gestión de Alfonso Portillo
y el FRG los temas de seguridad y justicia no fueron prioridad. Tal
es el caso que la debilidad del presupuesto asignado al Ministerio
de Gobernación y a las instituciones del sector justicia fue una
constante en los últimos cuatro años, contrario a lo que pudo
observarse referente a la suma de dinero destinada al Ejército.
Anualmente la institución militar vio incrementado su presupuesto,
el cual en el 2003 ascendió hasta Q.1,200 millones, sin contar las
transferencias otorgadas a la institución en el último trimestre del
año, acción que contraviene el espíritu de los Acuerdos de Paz
Sin embargo, a pesar de las profundas debilidades de las
instituciones del Estado que trabajan en esta materia, producto de
diversos factores (presupuesto reducido, crecimiento del crimen
organizado, incapacidad de funcionarios, etc.), es importante
indicar que el Estado de Guatemala dio un paso adelante al perfilar
la Comisión para la Investigación sobre Cuerpos Ilegales y Aparatos
Clandestinos de Seguridad (CICIACS) suscribiendo con el Procurador
de los Derechos Humanos un acuerdo político que fundamenta la
necesidad de esta comisión.
Actualmente se espera que el Estado de Guatemala, a través de su
Cancillería, concrete con la ONU la suscripción del convenio que
creará esta comisión; y que el Congreso de la República lo apruebe
para que el proceso de instalación se ponga en marcha a la brevedad
posible.
La instalación de esta comisión es impostergable, ya que es un hecho
real que estas estructuras paralelas, de carácter fáctico, están
incrustadas en los centros de toma de decisión más importantes del
país, en la esfera estatal, en las instituciones, en los partidos
políticos, en los órganos de seguridad e inteligencia y en cualquier
ámbito estratégico para sus intereses.
Además, el Ministerio Público ha evidenciado en múltiples ocasiones
su incapacidad para investigar a los responsables y líderes de estos
aparatos ilegales y someterlos a los tribunales de justicia,
situación que no es casual, ya que dentro de esta institución los
poderes ocultos han creado sus redes y operan efectivamente,
entorpeciendo investigaciones y procesos judiciales que podrían
afectarles.
Desafíos para el próximo gobierno
A manera de conclusión, es importante indicar que la nueva
administración que quedará instalada a partir de enero 14 del
presente año deberá realizar varias acciones urgentes, no sólo para
generar un ambiente de gobernabilidad, sino para apuntalar la
consolidación democrática del país.
Éstas se resumen de la siguiente manera:
- Tomar todas aquellas medidas necesarias para fortalecer la
institucionalidad política del país, a fin de generar mayor
estabilidad en nuestro sistema político.
- Concretar la creación de la CICIACS, con el propósito de
iniciar el proceso de investigación sobre los cuerpos ilegales
y aparatos clandestinos de seguridad que operan impunemente en
el país.
- Instalar la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos
Humanos en Guatemala, con el objetivo de hacer un seguimiento
más profundo de la situación de Derechos Humanos.
- Realizar todas las acciones necesarias para cesar el patrón de
violencia que afecta sistemáticamente a defensores de derechos
humanos, operadores de justicia, testigos, abogados,
querellantes adhesivos, periodistas, religiosos y opositores
políticos.
- Fortalecer la institucionalidad encargada de velar por el
cumplimiento de los derechos humanos, tales como la
Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) y la Comisión
Presidencial para los Derechos Humanos (COPREDEH), así como
cumplir con las recomendaciones de los relatores del sistema de
Naciones Unidas, específicamente las provenientes del Relator
Especial para la Independencia de Jueces y Abogados, Param
Cumaraswamy, y de la Representante del Secretario General de
ONU, Hina Jilani, sobre el tema de Defensores de Derechos
Humanos.
- Buscar la gobernabilidad democrática, sobre la base del diálogo
y la negociación, para generar políticas orientadas a la
estabilidad económica y social, el avance de la implementación
de los Acuerdos de Paz y el establecimiento de políticas
democráticas de seguridad.
- Implementar acciones que empiecen a revertir sistemáticamente
los altos índices de delincuencia común, crimen organizado y
violencia política que se experimentan en todo el territorio
nacional.
- Ejercer efectivamente los controles democráticos dentro de la
administración pública, con el fin de frenar paulatinamente los
altos índices de corrupción en las instituciones estatales, así
como poner en marcha un fuerte programa educativo a todo los
niveles que fomente los valores éticos y democráticos para
afrontar este problema desde la raíz.
- Generar un ambiente de estabilidad económica que cree
condiciones propicias para atraer inversión nacional y
extranjera, con el propósito de generar más fuentes de trabajo
y, de esta forma, mejorar paulatinamente las condiciones de
vida de tantos guatemaltecos sumidos en la pobreza extrema.
- Retomar el Pacto Fiscal en su integralidad, a efecto de
fortalecer el sistema de recaudación tributaria y elevar la
carga tributaria, de manera que el Estado cuente con
suficientes recursos para atender sus obligaciones
constitucionales, especialmente aquellas dirigidas a combatir
la pobreza y crear mejores índices de bienestar social, empleo
y expansión de los servicios públicos esenciales.
https://www.alainet.org/es/active/5246
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