Equidad o inequidad
06/10/2012
- Opinión
Falacias y errores
Resulta inexplicable que en momentos en que el Sistema Nacional de Salud (SNS) hace agua y está a punto de zozobrar, el Gobierno Nacional se muestra reticente a presentar a la consideración del Congreso de la República la anunciada reforma estructural del mismo, pero en cambio se opta por presentar con mensaje de urgencia un proyecto de reforma tributaria a todas luces regresivo, después de haberla descartado por no tener apremios fiscales a la vista. Por lo visto, las urgencias del Gobierno no son las urgencias del país nacional. Uno de los aspectos centrales de este proyecto está encaminado, según el trino del Presidente Juan Manuel Santos a través de su cuenta en Twitter, no a buscar más recursos “sino más equidad, más empleo y más formalización”[1]. Se parte de la premisa que, según el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas “se ha vuelto muy costoso emplear mano de obra en nuestro país”[2], por cuenta de las mal llamadas “cargas” parafiscales y contribuciones que pesan sobre la nómina de las empresas. Y, lo que es peor, se le atribuye a estos mayores costos de la nómina la obstaculización de la generación de empleo y de la formalización del mismo, que de acuerdo con el Ministro se viene “castigando”[3].
Es innegable que el desempleo abierto y el subempleo en Colombia se mantiene en niveles alarmantes y que cuando aquel baja es por cuenta del aumento de este último. Como lo señala el analista Mauricio Cabrera, “en los pasados doce meses 913.000 personas encontraron trabajo. Esto es muy bueno. Pero en el mismo período el número de subempleados que no tienen un trabajo decente aumentó en más de un millón. En otras palabras, no solo todos los puestos de trabajo que se crearon fueron en el rebusque y la informalidad, sino que 100.000 personas tuvieron un deterioro en sus condiciones laborales. Esto es muy malo”[4]. Y lo más grave es que el mal es crónico, debido en gran medida al modelo económico prevaleciente y a las políticas económicas neoliberales imperantes[5].
Pero, cabe preguntarse hasta dónde es cierto que el desempleo y la creciente ola de informalidad en el país obedecen a estas “cargas”. Cualquiera podría pensar que estas se han convertido en un fardo cada vez más pesado para la nómina, pero de acuerdo con un estudio del Observatorio del Mercado Laboral de la Universidad Externado de Colombia “tomando dos puntos en el tiempo, a saber, 1985 y 2010, podemos afirmar que los recargos a la nómina vigentes hoy son inferiores a los exigidos por la ley colombiana hace 25 años!...Los sobrecostos cuantificables como proporción del salario básico sólo aumentaron 2 puntos porcentuales en los últimos 25 años…”[6]. Y ello gracias a que “las reformas laborales de 1990 y 2002 acordaron unas rebajas importantes en los sobrecostos laborales…en la actualidad las empresas están pagando unos sobrecostos a la nómina inferiores a los vigentes hace 25 años”[7]. Y la conclusión de dicho estudio es enfática: “los sobrecostos laborales no pueden considerarse la principal causa del elevado desempleo, así como muchos sostienen”[8]. Es decir, se está partiendo de una premisa falsa para concluir que hay que desmontar los aportes al SENA, al ICBF y a salud “para que las empresas se decidan a contratar trabajadores”[9].
Con iguales propósitos, de reducir los costos laborales, se han adelantado varias reformas laborales en el pasado y sus resultados distan mucho de las metas planteadas. Vale la pena recordar que en la administración Pastrana se le otorgaron unos beneficios tributarios a las empresas con miras a la generación de empleo[10] y a la postre no sólo no generaron más empleo sino que se redujo, no obstante $22.668 millones fueron a parar a las faltriqueras de las empresas que se acogieron a tales incentivos[11]. Lo mismo se buscaba con la Ley 50 de 1990, la Ley 590 de 2000 y la Ley 789 de 2002 y más recientemente por la Ley 1429 de diciembre de 2010 y hoy en materia de empleo e informalidad no estamos mejor que cuando estuvimos peor[12]. Y la razón es una sola, de Perogrullo, las empresas no van a contratar más mano de obra porque se les incentive a hacerlo a través de menores costos laborales, como no van a invertir más por que se le otorguen gabelas, como ocurrió en la administración Uribe, sino en la medida que tengan más mercado para sus productos. A esta conclusión llegó la Misión de Empleo que coordinó el profesor Chénery a finales de los años 80 “el empleo crece sólo si la demanda aumenta”[13]. De modo que está por verse hasta dónde es factible lo que plantea el Ministro Cárdenas: “el tributo a la nómina está en 29.5% y quedará en 13.5%. Esto representa una reducción de 16 puntos, lo que se traduce en que un millón de colombianos pasen de la informalidad a la formalidad”[14]. En ello coincide con el Director de Planeación Mauricio Santamaría[15]; según ellos, de prosperar esta iniciativa se estima que aumentará el empleo formal en 11.2%. ¿Será verdad tanta belleza?
Las cuentas de la lechera
Otro aspecto a considerar, no menos importante, es que esta propuesta de cambiar los aportes y contribuciones por un nuevo tributo del 8% bautizado con la rimbombante denominación de Contribución Empresarial para la Equidad (CREE) tiene sus bemoles. Ello puede poner en riesgo la estabilidad financiera del SENA y el ICBF, lo propio se puede decir de las maltrechas finanzas del SNS, no así de las cajas de compensación familiar, que por ahora permanecerán indemnes. De acuerdo con el Ministro Cárdenas, “la idea es que se sustituyan los $1.76 billones que aportan al ICBF los empleados con sueldos de menos de 10 salarios mínimos con 2.2% del CREE; los $1.13 billones del SENA, con 1.4% del impuesto y los $3.81 billones de salud, con 4.4% del CREE más los recursos del Presupuesto General de la Nación, como se hace hoy en día”[16]. El Ministro puede estar haciendo cuentas alegres, como las de la lechera de Samaniego, toda vez que el SENA tiene presupuestado para el 2012 $2.2 billones y el ICBF $3.3 billones y el recaudo a través del CREE puede llegar a ser insuficiente para suplir los recursos que hoy reciben de conformidad con la Ley 21 de 1982 y la Ley 27 de 1974. Según la Superintendencia de Sociedades, en el 2011, que fue un año excelente para las empresas, que vieron incrementar sus utilidades 31.1% con respecto a 2010, las mismas se cifraron en $33.2 billones; si le aplicamos el nuevo impuesto que se propone del CREE se recaudarían a lo sumo $2.6 billones, menos del 50% de sus necesidades.
Así las cosas, las cuentas no cuadran y el SENA y el ICBF se verían en calzas prietas, puesto que dicho recaudo no alcanzaría a suplir los recursos que vienen percibiendo con la normatividad vigente. Y de esta manera llegaríamos al punto al que no sería deseable llegar y es que tales entidades tendrían que competir con las demás para acceder a recursos complementarios del Presupuesto General de la Nación. Como lo afirma la Senadora Gilma Jiménez, estaríamos cambiando “una fuente fija por ingresos inciertos”[17]. A este propósito vale la pena anotar que no siempre los altos ingresos operacionales de las empresas se traducen en utilidades, que serían la base impositiva del 8% de CREE, amén de que el mismo se aplica sobre las utilidades netas, libres de polvo y paja. Y en este país las empresas gozan de un cúmulo de exenciones, deducciones, exclusiones y descuentos tributarios, que han convertido al estatuto tributario en un verdadero colador. Pues bien, son muchos los factores que influyen para que al final del día las utilidades que se reporten se reduzcan ostensiblemente. Mecanismos como las inversiones, la venta de activos, exceso de costos o restructuración de la empresa, la reinversión en plantas, ensanches o la incursión en nuevas líneas de negocios, se cuentan entre los subterfugios para bajar utilidades y ahora con este nuevo impuesto tendrían muchos más incentivos para recurrir a los mismos. Como lo registraron los medios recientemente, “de las 21 empresas que hasta el momento han presentado sus balances operativos a la Superfinanciera llama la atención que en la mayoría de estas compañías sus utilidades no están a la par del vertiginoso incremento de los ingresos operacionales”[18].
Además, estamos haciendo cuentas con el escenario más optimista, pues es bien sabido que el año anterior la economía creció a un ritmo del 5.9%, lo cual se tradujo en un repunte de las utilidades y unos niveles record de recaudos por parte de la DIAN que difícilmente se repetirá este año y los subsiguientes. Para este año se espera un crecimiento del PIB más modesto, sobre todo después de los pronósticos del FMI para julio pasado luego de revisar a la baja su previsión de crecimiento de la economía latinoamericana del 3.7% al 3.4%. De hecho, la economía colombiana ha venido en un proceso de franca desaceleración en los últimos tres trimestres[19], el semestre anterior la industria cayó 0.2% en el primer semestre de este año y lo que es peor la inversión en este sector experimentó una baja del 0.6% en comparación con el mismo periodo del año pasado, según lo reconoció el Viceministro de Desarrollo Carlos Andrés De Hart[20]. Es muy probable que para este año el crecimiento del PIB en Colombia no supere el 4%.
Aduce el Ministro de Hacienda que “tenemos sectores que crecen mucho, pero que no generan empleo”[21] refiriéndose al sector minero – hidrocarburífero, para señalar que “quienes tienen más utilidades son las empresas minero – energéticas, que generan poco empleo”[22] y se trata justamente de gravar las utilidades con el CREE al tiempo que se les exime de pagar los aportes y contribuciones aludidos. Efectivamente, las utilidades que más crecieron en 2011 fueron las de dicho sector, del 68.2%. A contrario sensu, como lo advierte el director de la DIAN Juan Ricardo Ortega, “si alguien genera mucho empleo y no está teniendo utilidades, al bajar el costo al empleo todo ese costo que ahorró lo vuelve utilidades”[23], refiriéndose a los otros sectores, como el manufacturero, el de servicios y el comercio. Pero, si bien estos sectores que según el Ministro son los que más han venido creciendo, jalonadas por el gran apetito de los países emergentes encabezados por China por materias primas, empiezan a perder fuerza e impulso en la medida en que estos se han visto afectados por la recesión de la Unión Europea y la lenta recuperación de la economía estadounidense. Todo indica que el boom minero – energético de la última década está llegando a su fin y ello es tanto más preocupante luego del anuncio del Economista Jefe del FMI Olivier Blanchard en el sentido que la actual crisis de la economía global se podría prolongar hasta el año 2018.
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 323, Semana del 5 al 11 de Octubre de 2012, Corporación Viva la Ciudadanía, http://www.viva.org.co
[1]El Nuevo Siglo. Octubre, 2 de 2012
[2]El Tiempo. Septiembre, 30 de 2012
[3]Dinero. Septiembre, 28 de 2012
[4]www.olapolitica.com. Octubre, 1 de 2012
[5]Amylkar D. Acosta M. Parafiscalidad y competitividad. Septiembre, 25 de 2012
[6] Portafolio. SttefanoFarné, Director. Abril, 19 de 2010
[7] Ídem
[8] Ídem
[9]El Tiempo. Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas. Septiembre, 30 de 2012
[10]Ley 489 de 1999
[11]Amylkar D. Acosta M. Cambio de frente. Octubre, 21 de 2012
[12]Amylkar D. Acosta M. Parafiscalidad y competitividad. Septiembre, 25 de 2012
[13]SENA – DNP – CGR. José A Ocampo y Manuel Ramírez, editores. El problema laboral colombiano: informes especiales de la Misión de Empleo. 1987
[14]El Espectador. Octubre, 3 de 2012
[15]El Tiempo. Octubre, 3 de 2012
[16]La República. Octubre, 4 de 2012
[17]La República. Octubre, 5 de 2012
[18]www.vanguardia.com. Febrero, 28 de 2012
[19]Amylkar D. Acosta M. Los malos presagios. Julio, 24 de 2012/ Parafiscalidad y competitividad. Septiembre, 25 de 2012
[20]El Nuevo Siglo. Octubre, 3 de 2012
[21]Portafolio. Septiembre, 28 de 2012
[22]El Tiempo. Septiembre, 30 de 2012
[23]El Tiempo. Octubre, 5 de 2012
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