Campanazo de alerta
04/03/2013
- Opinión
De capa caída
Hace ocho días el DANE encendió todas las alarmas con su reporte en el que muestra que la industria manufacturera tuvo un nulo crecimiento en el año 2012 en comparación con el 2011, cuando tuvo un discreto crecimiento del 4.9%. Según el DANE sólo 19 de los 48 subsectores de esta rama lograron crecer en 2012. Por su parte las ventas del comercio al detal crecieron muy poco, sólo el 3%, muy inferior al crecimiento en 2011 que fue del 10.4%. Ni qué decir con respecto al sector externo, para el año completo las exportaciones crecieron el 5.7% en el 2012, lo que contrasta con el 43% del 2011, al tiempo que las importaciones crecieron el 7.2%. Ya nos habíamos anticipado a pronosticar que el desempeño de la economía en general y la industria en particular iba a estar marcado por la aceleración de la desaceleración[1], con los resultados que ahora saltan a la vista. Lo más grave es que estos preocupantes registros no obedecen a una coyuntura sino a una tendencia, pues desde hace dos años largos la industria ha venido de capa caída, sin levantar cabeza. Como lo afirma la ex directora de la Coalición para la Promoción de la Industria Colombiana Martha Lucía Ramírez, “el 23% de las 48 ramas de la industria están en franca recesión, ya que llevan tres trimestres continuos de caídas en la producción, las ventas, las exportaciones y el empleo”[2].
Si bien es cierto el año anterior se alcanzó una cifra récord al exportar US $60.666.5 millones, para un incremento con respecto a 2011 del 5.7%, también se alcanzó el record en las importaciones al pasar estas de US $54.674.8 millones en 2011 a US $58.632.4 millones en 2012. El impacto, desde luego, ha sido mayor en el renglón exportador de las manufacturas; el saldo neto de la balanza manufacturera supera los US $32.000 millones. Dicho de otra manera por cada dólar exportado de productos industriales se importan al país cuatro. Y no es para menos, dado que el 77.7% de las importaciones fueron productos manufacturados y este auge de tales importaciones coincide con el freno de la producción doméstica. Es tal la avalancha de importaciones que, como lo afirma el Presidente de INEXMODA Carlos Eduardo Botero, “algunas firmas han compensado con importaciones, las cuales se han incrementado más de 200%”[3]. Un caso que resulta patético, por lo emblemático, es el Arturo Calle, que pasó de ser reputado confeccionista a exitoso comercializador de prendas de vestir importadas.
El Gobierno Nacional para sobrevender los supuestos beneficios que le reportaría al país el TLC con EEUU le anunció al país que con su entrada en vigencia el PIB crecería un punto porcentual más. Pues bien, el TLC con EEUU entró en vigencia en mayo del año pasado, sin embargo, la más reciente proyección del crecimiento del PB para el 2012 del Banco de la República es del 3.6%, muy alejada de la meta del Gobierno del 4.8% y muy por debajo del crecimiento de 5.9% de 2011. También se dijo que se generarían 500 mil empleos formales en 5 años, transcurrido el primer año la tasa de desempleo pasó del 10.8% en 2011 a 10.4% en 2012 y ello gracias a los 407.000 trabajadores que engrosaron la economía del rebusque, elevándose la tasa de subempleo al 32.4%. Y en cuanto a la dinámica de las exportaciones a los EEUU, estas éstas en lugar de crecer cayeron -2% en 2012 al comparar las ventas de este año con las del 2011. El Embajador de los EEUU salió a controvertir esta cifra, aduciendo que, según las cifras que maneja el Departamento de Comercio de su país, las exportaciones de Colombia a los EEUU crecieron 6.6% y importaciones desde los EEUU crecieron 14.5%, más del doble, lo que tampoco habla bien del mentado TLC. Es de anotar que al cierre de 2012 Colombia tenía vigentes acuerdos comerciales con 19 países, pero como lo reseñó Portafolio “los TLC sirvieron más para importar que para vender en el 2012”[4]. Y ahí vamos!
La desindustrialización en su apogeo
La manufacturas vienen perdiendo participación de manera sostenida en el rubro de las exportaciones y la viene ganando en las importaciones, al tiempo que la industria manufacturera ha visto menguada su participación tanto en el PIB como en la generación de empleo. Ahora tenemos una industria que a duras penas pesa el 12% en el PIB, después de representar el 22% a lo largo de los años 80; es decir que en la última década perdió 10 puntos porcentuales. No faltan quienes arguyen que ello es “normal”, que esa misma tendencia se ha venido dando en los países desarrollados, en donde el sector servicios y su denominada “tercera revolución industrial” crece de la mano de las nuevas tecnologías, en detrimento del sector primario y de la industria. Pero, no se puede confundir la gimnasia con la magnesia, como lo sostiene ANIF “el análisis histórico del proceso de desindustrialización en Colombia (1970 – 2010) no parece tener como motivantes ni el diferencial de la productividad industrial, ni el haber alcanzado niveles de desarrollo (medido por PIB per cápita) como los alcanzados por el mundo desarrollado. Así, la hipótesis de un camino ´secular´ de desindustrialización no parece tener mayor asidero para el caso de Colombia, como a veces parece indicarlo el discurso ´oficial´”[5]. De acuerdo con el estudio coordinado por el ex ministro de Hacienda José A Ocampo y Astrid Martínez, entre 1992 y 2007 el ritmo de crecimiento anual promedio del número de plantas industriales en el país fue de – 0.55%. En otras palabras, que a través del tiempo se cerraron más fábricas de las que se crearon[6].
En la última década el terreno que ha ido perdiendo la industria y la agricultura en el PIB lo ha ido ganando no el sector de servicios, como ha ocurrido en los países desarrollados, sino el sector de la minería y los hidrocarburos. El sector de Minas y petróleo pasó de participar con el 2.9% en los años 80 al 8% actualmente; entre tanto, las exportaciones de este sector se elevó desde el 10% en 1970 a cerca del 70% en la actualidad. Ello ha repercutido en los índices de desempleo, ya que este último sector sólo ha absorbido parcialmente la participación que ha perdido la industria en el empleo total. En efecto, como lo señala ANIF, “el descenso del empleo industrial fue más marcado, mostrando una caída de 12.3 puntos porcentuales, con lo que pasó de representar el 29% del empleo total durante 1975 – 1980 a tan sólo un 13.1% durante 2005 – 2008, el empleo minero pasó de representar el 0.4% del empleo total al 1.2%”[7]. Ello se explica en gran medida porque el sector de Minas y Petróleo es intensivo en capital mientras el sector industrial es intensivo en mano de obra.
La maldición de los recursos naturales
Mucho se ha hablado y han corrido ríos de tinta aludiendo a la maldición de los recursos naturales y a la enfermedad holandesa como una de sus más temidas secuelas. La primera hace referencia a la paradoja de que aquellos países dotados con abundancia de recursos naturales suelen depender en demasía de ellos, en desmedro de su aparato productivo. Ello, a consecuencia de la gran afluencia de inversión extranjera directa (IED) para su extracción y el mayor ingreso de divisas por la exportación de tales recursos, los cuales presionan sobre la tasa de cambio del país receptor apreciando su moneda, restándole competitividad tanto a las manufacturas exportadas como a aquellas que compiten desventajosamente con las manufacturas importadas. Este fenómeno es el que se ha dado en llamar enfermedad holandesa, que hace rato contrajo la economía colombiana, pero que tanto el Banco de la República como el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas se resisten a aceptar, pues para ellos, contra toda evidencia, sigue siendo una amenaza en ciernes.
Como lo advierte el analista político argentino Andrés Oppenheimer, refiriéndose a América Latina, “hoy somos mucho más dependientes de las exportaciones de materias primas que hace 20 años, nos estamos desindustrializando”[8]. El primero en hablar de la maldición de los recursos naturales fue el gran pensador Venezolano Arturo Uslar Pietri, en 1936, al referirse a la dependencia cada vez mayor de Venezuela con respecto a la actividad petrolera. Esto dijo: “la riqueza pública venezolana reposa en la actualidad, en más de un tercio, sobre el aprovechamiento destructor de los yacimientos del subsuelo, cuya vida no es solamente limitada por razones naturales, sino cuya productividad depende por entero de factores y voluntades ajenos a la economía nacional”[9]. Y su mayor temor era que Venezuela llegara ser “un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable”[10]. Dicho y hecho, la petrolización de la economía venezolana ha sido su perdición.
Pero, el mismo Pietri, luego de sus premonitorias palabras, dejó escrita también la receta que puede servir de antídoto contra la maldición de los recursos naturales y la enfermedad holandesa. Para él “la lección de este cuadro amenazador es simple: urge crear sólidamente en Venezuela una economía reproductiva y progresiva. Urge aprovechar la riqueza transitoria de la actual economía destructiva para crear las bases sanas y amplias y coordinadas de esa futura economía progresiva que será nuestra verdadera acta de independencia. Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales. Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales”[11].
A ello justamente se refiere la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL Alicia Bárcena, cuando llama la atención sobre el hecho que “no existen estructuras propias en las economías de América Latina y el Caribe que permitan pensar en un crecimiento sostenido. Hay que ser muy cautos porque una cosa es que América Latina esté creciendo, pero hay que entender por qué lo esta haciendo, y está creciendo por razones que no son las mejores desde el punto de vista de la sostenibilidad del crecimiento y del desarrollo… En el 2012 a la región le fue mejor que al resto del mundo, con un crecimiento del 3.1% basado en buenos términos de intercambio, mejores niveles de empleo e incremento del consumo, pero no de la inversión…es necesario superar modelos basados en importaciones y consumo, potenciar la productividad, las inversiones de calidad y desarrollar una explícita política industrial…”[12]. Ello es tanto más válido si, como ya lo hemos analizado, el boom minero –energético está en su cuarto menguante y amenaza con arrastrar en su caída las economías que, como la co
Virar o morir
Pero, si bien es cierto Colombia ha resultado víctima de la maldición de los recursos naturales no ha sido porque ello era inexorable, sino por las políticas públicas equivocadas, inspiradas todas ellas en el fracasado y desprestigiado Consenso de Washington. Los dómines de la economía nacional creen a ciegas en la mano invisible de Adam Smith y creen que el mercado se encarga de arreglar las cargas, reduciendo el Estado a su papel, que lo cumple a medias, de mero regulador. Otros países han sabido aprovechar el cuarto de hora del boom minero –energético para mejorar su competitividad y diversificar su economía a través de la inversión en infraestructura, Colombia no. Es el caso de Ecuador, cuya inversión en obras públicas representa 13% del PIB, que contrasta con el 1% del PIB que invierte Colombia y cómo estamos de lejos de alcanzarlo si la gran meta de la administración Santos es el de elevar ese porcentaje al 3% en la próxima década. Lo señala la Presidenta del Consejo Privado de Competitividad Rosario Córdoba, citando a Rodrik y su teoría de la transformación estructural, “el logro de altas tasas de crecimiento de largo plazo requiere el trabajo sobre los fundamentales (infraestructura, instituciones, educación), pero también de una política de cambio estructural que apunte a transformar la fisonomía del aparato productivo”[14].
Recientemente escribió el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes que “es urgente e indispensable que nos ocupemos del estancamiento de la industria…La economía no va a progresar adecuadamente si la industria no coge impulso y da un gran salto adelante. También es evidente, que con la actual política industrial esto no va a suceder…Algo estamos haciendo mal”[15]. Está en lo cierto el Ministro Hommes, pues ell desarrollo industrial está llamado a ser el eje de la generación de empleo productivo, del incremento y diversificación de las exportaciones y en general de la competitividad. Como lo afirma Martha Lucía Ramírez, “estamos resignándonos a ser un país emergente de segunda categoría, en vez de aspirar a ser de primera y acercarnos así a ser un país desarrollado”[16]. Pero, cómo vamos a llegar a ser un país desarrollado, cómo va a coger impulso la industria y a dar el gran salto adelante si seguimos arrastrando como si fuera una cruz ese gran rezago en materia de infraestructura, en el cual Colombia ocupa el puesto 69 entre 144 naciones calificadas en el Índice Global de Competitividad. Perú, por ejemplo, está 8 puestos por encima de Colombia y no es casual que este país haya venido creciendo a un mejor ritmo que nuestro país. Aunque las comparaciones son odiosas, esta es elocuente: el flete por kilómetro recorrido en la ruta Charleston – Atlanta (EEUU) o Roterdam – Franckfort (UE) cuesta US $1, en cambio en la ruta Buenaventura – Bogotá cuesta US $4.4, más de 4 veces por Dios! Y claro este sobrecosto en el flete se convierte para el exportador colombiano es un arancel implícito que lo saca de la competencia.
Pero, no sólo andamos mal en materia de infraestructura, en el Índice de Rendimiento Industrial Competitivo no estamos mejor y este es el que mide la mayor o menor inversión del país en actividades fabriles y en investigación y desarrollo para incorporar tecnologías de punta a los procesos productivos. En ello también estamos rezagados, Colombia ocupa el puesto 74 entre 118 países considerados. Y en tratándose de innovación Colombia ocupa el puesto 92 en el escalafón entre 141 países. Así no se puede!
A falta que hace una política industrial proactiva y explícita, que sea capaz de aprovechar los mayores ingresos provenientes del boom minero-energético para acometer en serio la Agenda Interna para la Productividad y la Competitividad. Una de las conclusiones del Foro Económico Mundial fue que “Colombia hace parte del grupo de países que debe capitalizar su amplia disponibilidad de recursos energéticos para que, de manera sostenible, pueda maximizar los retornos de la industria y apoyar una mayor diversificación de la economía”[17].
Si no hay un viraje de la política económica en esta dirección estaremos cada vez más expuestos y nuestra vulnerabilidad será aún mayor frente a los choque externos. Para nadie es un secreto que así como el auge de los commodities nos abrió mercados para nuestras exportaciones y ello contribuyó además a mejor los términos de intercambio, ahora cuando la economía de la Unión Europea sigue sumida en la más profunda crisis y la economía estadounidense sigue bamboleándose al borde del “precipicio fiscal”, el riesgo de una recaída de la economía colombiana como la que se experimentó en 1999 y 2009 es alto y para ello no estamos preparados. El cuadro que nos pinta el Presidente de la ANDI Luis Carlos Villegas es tremendamente amenazador: “mercados internacionales deprimidos, una agresiva competencia mundial y un panorama que no se despeja…El crecimiento mundial y el de Colombia no repuntan, el comercio internacional seguirá con un bajo dinamismo y los empresarios se enfrentarán a una situación de fuerte competencia, baja rentabilidad y grandes limitaciones en materia de competitividad…No podemos desconocer la pérdida de competitividad cambiaria de los empresarios y difícilmente se puede compensar plenamente con aumentos de productividad microeconómica”[18]. Será por ello que los empresarios se muestran tan pesimistas tanto con el Gobierno Santos como con la economía, pues así lo indica el hecho que, según la Encuesta de Opinión Industrial de Fedesarrollo reciente, el Índice de Confianza Industrial cayó el 8% entre enero de 2012 y enero de 2013.
Los aprietos en que andan los cafeteros no es sólo de los cafeteros, es de los arroceros, de los cacaoteros y en general del sector agrícola y pecuario, quienes se sienten, además de inermes desguarnecidos frente a la competencia feroz que se ha propiciado con la atolondrada desgravación arancelaria y los TLC que se vienen firmando a tontas y a locas sin reparar en sus perjuicios. Sería mucho pedir, a propósito, que le quiten el pié al acelerador de la negociación de más acuerdos y tratados comerciales a la espera de que se frene apreciación del peso frente al dólar? Porque, medidas como las que ha tomado el Gobierno, de proteger algunos sectores vía aranceles o subvenciones son insostenibles y las que ha venido tomando el Banco de la República son sólo lenitivos tardíos y temporales. Además de que su intervención en el mercado cambiario sigue siendo tímida y no logra siquiera mover la aguja de la revaluación, las sucesivas bajas en sus tasas de intervención no surten efecto.
Veamos: Entre el 12 de febrero de 2012 y el 13 de febrero de 2013, el Banco Emisor bajó su tasa interbancaria del 5.25% al 3.75%, es decir el 28.5%. Sin embargo la tasa que aplican los bancos comerciales a las tarjetas de crédito y la tasa de usura pasaron en ese mismo lapso del 29.88% al 31.13%, es decir, tuvieron un incremento de 4.18%. Es más, como lo denuncia el Editorial de la separata de Portafolio Mercado de Dinero, “la tasa de intervención estaba en 4.25% antes del 28 de enero, sin embargo, el interés bancario corriente, es decir la tasa promedio que cobran los bancos a sus clientes era de 20.75%, a todas luces es demasiado alta…es exagerado y ninguno de los beneficios para estimular la economía se trasladan al consumidor final que es quien paga altas tasas por sus créditos…Los micro, pequeños y medianos empresarios pagan hasta 35.63% efectivo anual por un préstamo”[19]. Y concluye diciendo “la tasa del mercado, no se está rigiendo por la del Banco de la República”[20]. Y, a todas esas, cabe preguntarse en dónde anda la Superintendencia Financiera, cómo es que permiten tasas de colocación con tan altos márgenes de intermediación que rayan ya con el agiotismo y no pasa nada.
Huelga decir que, en tales condiciones, resultan nugatorios los esfuerzos del Banco de la República al tratar de estimular la demanda a través de la baja de su tasa de intervención. Como si lo anterior fuera poco y en momentos en que a la economía lo que le hace falta son medidas contracíclicas para reactivarla, en la reforma tributaria reciente[21], a pesar de la retórica en sentido contrario del Gobierno, lo cierto es que terminó metiéndole la mano al bolsillo del contribuyente de clase media y ello va a contrapelo de lo que se busca, porque ello terminará resintiendo el consumo. Por ello era contraindicado y contraproducente hacerlo, pero se hizo. A través de esta reforma se creó una nueva categoría de personas naturales para efectos tributarios, que son los empleados, en la cual caben los asalariados y aquellos quienes trabajan por honorarios para un solo empleador que perciban ingresos mensuales que superen los $3.8 millones. Estamos hablando del 50% de la totalidad de personas naturales que declaran renta, esto es 500.000 de ellos, los cuales venían tributando con base en el régimen anterior $2.6 billones y ahora deberán tributar $3.2 billones adicionales[22]. Dicho de otra manera, a ellos se les incrementó el gravamen sobre la renta en más del 100%.
Bogotá, marzo 1 de 2013
[1] Amylkar D. Acosta M. Maquillada y retocada. Diciembre, 20 de 2012/Los malos augurios. Febrero, 9 de 2013
[2] La República. Marzo, 1 de 2013
[3] El Espectador. Febrero, 27 de 2013
[4] Portafolio. Febrero, 25 de 2013
[5] ANIF. Carta financiera 159. Julio/septiembre de 2012
[6] Coalición para la Promoción de la Industria Colombiana. Hacia una Política Industrial de nueva generación para Colombia. 2011
[7] Idem
[8] El Tiempo. Noviembre, 4 de 2012
[9] Ahora. Editorial. Julio, 14 de 1936
[10] Idem
[11] Idem
[12] Portafolio. Febrero, 14 de 2013
[13] Amylkar D. Acosta M. Los malos augurios. Febrero, 9 de 2013
[14] Portafolio. Noviembre, 20 de 2012
[15] Portafolio. Febrero, 5 de 2013
[16] El Tiempo. Febrero, 28 de 2013
[17] www.portafolio.com.co Abril, 23 de 2012
[18] Portafolio. Febrero, 18 de 2013
[19] Mercado de Dinero. Editorial. Noviembre de 2012
[20] Idem
[21] Ley 1607 de 2012
[22] Asobancaria. Semana económica. Enero, 28 de 2013
https://www.alainet.org/es/active/62099
Del mismo autor
- El tiempo apremia 23/11/2017
- Análisis de las tendencias de la economía 03/04/2013
- Campanazo de alerta 04/03/2013
- Realidad y perspectivas 28/01/2013
- Un salto al vacío 03/12/2012
- Del voto preferente 19/11/2012
- El día después de mañana 03/11/2012
- El PGC 2013 28/10/2012
- Justicia a la justicia 28/10/2012
- Equidad o inequidad 06/10/2012