Una piedra en el camino

12/04/2005
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«... También me dijo un arriero,
que no hay que llegar primero;
que lo importante es llegar.»
José Alfredo Jiménez Cuando los españoles llegaron al centro de México, Moctezuma Xocoyotzin ejercía el poder en Tenochtitlan y Cuauhtémoc gobernaba Tlatelolco, que hoy dista de la primera sólo unas cuantas estaciones del metro. Muerto Moctezuma, los mexicas eligieron a Cuauhtémoc señor de las dos ciudades. Tlateloloco fue sitiada y sus habitantes resistieron heroicamente durante 80 días al cabo de los cuales Cuauhtémoc cayó prisionero. Siempre el discurso oficial, se ha empeñado en mostrar a Tlatelolco como el lugar de encuentro entre el legado español y la herencia indígena. En los primeros años del siglo XX, México conmovió al mundo con una revolución de neto corte agrarista y uno de sus líderes: Pancho Villa, estuvo preso en Tlatelolco, lugar del que escapó "disfrazado de licenciado", como él mismo lo cuenta en sus memorias. Emiliano Zapata sería asesinado en una emboscada y la revolución traicionada. En la historia de México, algo no encaja con el concepto de «encuentro» que pretende enunciarse en Tlatelolco. El Presidente Adolfo López Mateos construyó allí un inmenso conjunto habitacional y junto a la colonial iglesia de Santiago y las antiguas ruinas tlatelolcas, se erigió el inmenso edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores. A la plaza del lugar, se le dio el conciliador nombre de «Plaza de la tres culturas». Muchos años después, el 2 de octubre de 1968, cuando una multitudinaria manifestación de obreros y estudiantes reclamaba justicia social y repudiaba al gobierno de Díaz Ordaz Tlatelolco volvería a cubrirse de sangre. Fuerzas del ejército y de la Brigada Blanca combinadas dispararon contra los manifestantes con un saldo luctuoso considerable. En México, como en toda América Latina, está demostrado que a nada teme tanto el sistema, como a la alianza entre obreros y estudiantes. "Me gustan los estudiantes
Porque son la levadura
Del Pan que saldrá del horno
Con toda su sabrosura
Por la boca del pobre
Que come con amargura "
Cantaba Violeta Parra. Los muertos fueron centenares y la cacería de brujas duró mucho tiempo. Desde entonces el pueblo comenzó a llamar al lugar «Plaza de las sepulturas». Eran los tiempos del PRI, Partido Revolucionario Institucional, (¿Se puede institucionalizar una revolución?), que gobernó el país durante siete décadas, en las que la corrupción y el fraude fueron la norma. Quedando demostrado que cualquier camino es válido para la conservación del poder. En 1988 el pueblo mexicano dio muestras de haber llegado al fin de su paciencia y votó multitudinariamente a Cuauthémoc Cárdenas, hijo del legendario caudillo que entre otras cosas, se negó a entregar a los Estados Unidos de Norteamérica la riqueza petrolera del país. Cuauthémoc fue postulado por el izquierdista PRD, Partido Revolucionario Democrático, pero esta vez el fraude tuvo un carácter sumamente moderno: «Se cayó el sistema» y el conteo de votos nunca pudo realizarse correctamente. El fraude fue tan burdo, que poco faltó para que Carlos Salinas de Gortari, pidiera disculpas al asumir. Para las elecciones de 1994, el PRI vivió la peor crisis de su historia. Un sector del partido, con ánimos de intentar democratizar «desde adentro», postuló para la primera magistratura a Luis Donaldo Colosio, Fue el primero en reconocer una derrota en unas elecciones, en el estado de Baja California y defendió en su programa la separación de las funciones entre partido y gobierno. Fue asesinado en plena campaña electoral, en la ciudad de Tijuana, en el estado de Baja California. Proponía más de lo que el sistema podía aceptar. Su crimen nunca ha sido completamente esclarecido. No hay mucha seguridad sobre si el número 13 es de mala suerte, algunos dicen que es lo contrario; pero el décimo tercer presidente priísta consecutivo, sería el último de la serie. A Ernesto Zedillo Ponce de León, que gobernó de 1994 al año 2000. le tocaron los difíciles años de la crisis financiera. Ni la posición de México como socio del Tratado de Libre comercio, con Estados Unidos de Norteamérica y Canadá, ni sus estudios de economía, le sirvieron para que su partido conservara el poder. Había llegado la hora de democratizar y a falta de otro candidato, se eligió a Vicente Fox, ex gerente de Coca Cola y candidato del Partido Acción Nacional, viejo contendiente del PRI y representativo de la extrema derecha. A quien los mexicanos no votaron por considerarlo bueno, sino por creerlo «lo menos malo». Vicente Fox fue aclamado como el triunfador de la lucha entre la democracia y el autoritarismo. Ese fue su único momento de gloria, ya que a poco de asumir se precipitó por una pendiente hacia la impopularidad, arrastando consigo a su partido que en el 2003 fue derrotado por el PRI en las elecciones legislativas nacionales y hace un año perdió los comicios estatales y locales. Durante la campaña electoral Fox ofreció: Terminar con la corrupción; salvar la economía y democratizar el país. No se han cumplido las promesas. Lejos de terminar con la corrupción, no hace mucho la influyente revista Proceso, indicaba que presuntamente el presidente panista se apropió de zonas ejidales y federales al comprar con un prestanombres la bahía de El Tamarindillo, en costas michoacanas. Hay que agregar versiones sobre los negocios familiares de su esposa: Marta Sahún, acusada por su opositores de utilizar su posición para consolidar su poder mediante la fundación Vamos México cuyos apoyos provienen, entre otros, de la Lotería Nacional y de la Comisión Nacional del Libro Gratuito. Respecto de la salvación de la economía, no solamente no se corrigió el rumbo neoliberal, que ya habían iniciado los últimos presidentes del PRI, sino que se profundizó, con los resultados conocidos de desigualdad, desocupación y miseria, no resueltas. ¿Qué pasó con la democratización? México es una nación plural constituida por varias culturas de pueblos diferentes, pero la desigualdad como norma, propició el alzamiento zapatista del primero de Enero de 1994. - «Yo me sentaré con el subcomandante Marcos y resolveré este problema en 15 minutos». Prometió Vicente Fox en su campaña. Muchos minutos después, (cinco años), el problema no solamente no ha sido resuelto, sino que en 2001, el Congreso se negó a reconocer los derechos de los pueblos originarios, sin que al empresario devenido en presidente se le moviera un pelo. Los zapatistas respondieron construyendo laboriosamente los municipios autónomos, en los que la democracia participativa se ha convertido en ejemplo para las comunidades indígenas. Si alguna intención democratizadora quedaba en el Partido Acción Nacional, Fox, acaba de echarla por tierra, porque durante los últimos años Andrés Manuel López Obrador, el perredista Jefe del Gobierno de la ciudad más grande del mundo, surgió como el gran oponente. Claro enemigo de las políticas neoliberales y con marcadas posturas de defensa de los más desprotegidos, sus posiciones lo colocaron en la cresta de la ola. Ya en el 2003 una encuesta mostraba que a pesar de sus muchos errores 7 de cada 10 habitantes de la Capital estaban conformes con su alcalde Con marcado consenso en los sectores populares y también entre los intelectuales, lo que como hemos visto da como resultado una alianza insoportable para el sistema, López Obrador, se ganó a pulso la antipatía de Fox, por destacar sin misericordia sus debilidades. En respuesta, el presidente instruyó a sus hombres para que apuntaran todas sus baterías contra él y por supuesto encontró como aliados a sus odiados priístas, que no vacilaron en participar de la conjura, ante un peligro mayor. Se trataba de detener la bola de nieve, porque López Obrador figura como el favorito en todas encuesta preelectorales. Había que buscar una fórmula que lo sacara de la contienda electoral y la encontraron aprovechando que la legislación mexicana considera culpable a todo imputado hasta que pruebe su inocencia; acusándolo de desacato, al desconocer una orden judicial que suspendía la construcción de un camino cuyo «daño», al parecer es que desemboca en un hospital privado. Pudo tratarse de un descuido o se puede calificar el hecho como una falta relativamente menor si se la compara con los muy conocidos casos de incompetencia gubernamental, negligencia y corrupción, en los que no ha habido acciones legales. Las acusaciones sobre presuntos negociados del presidente y su esposa, pueden no ser tarea para los investigadores. Los políticos que en el 2000 canalizaron más de 100 millones de dólares de Petróleos Mexicanos a la campaña presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), pueden quedar sin castigo. Puede fracasar el nombramiento de un fiscal especial para examinar los cargos contra el ex presidente Luis Echeverría por su responsabilidad en la matanza Tlatelolco. En México, lo que no se puede hacer es denunciar al sistema como generador de desigualdad e intentar cambiarlo lesionando los intereses de los poderosos. A estas alturas pocos creen que los motivos que llevaron a López Obrador al desafuero son de índole jurídico y no ideológicos y los que realmente saben de leyes, como el exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juventino Castro y Castro, se ha pronunciado contrario al procedimiento, planteando dudas serias sobre su legalidad y calificándolo de «pifia constitucional». Los mexicanos que tienen gran sentido del humor, han comenzado a llamar a la simbiosis de los partidos tradicionales como PRIAN, (de PRI y PAN), pero más allá de la broma, están muy enojados. En el México lindo y querido, el aire puede cortarse con un cuchillo y todo parece indicar que se avecinan días difíciles que pueden desembocar en una gran crisis política. Así lo ven analistas financieros de Europa y Washington, que están muy lejos de simpatizar con el proyecto transformador de López Obrador, pero que coinciden en afirmar que su desafuero puede tener graves consecuencias para la estabilidad política y económica de México, y generar un clima de incertidumbre que inhiba el flujo de las inversiones que el país necesita. Hay una sombra que recorre México de una punta a otra, es el fantasma de Emiliano Zapata, al que el sistema convirtió en mártir. La emboscada esta vez, no es con fusiles, sino que en el colmo del refinamiento, se pretende usar la ley para matar las ambiciones políticas de López Obrador. Más convertirlo en mártir, puede ser una pésima jugada, porque sin él en la contienda electoral, cualquiera que sea el ganador, será un presidente considerado ilegítimo por su pueblo y con poca o ninguna credibilidad en el exterior. Lo temible es la sangre no olvidada de Tlatelolco. Lo lamentable son los pueblos indígenas postergados.
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