Operación Sinergia
Carta abierta a Carlos Molina Tamayo
17/04/2002
- Opinión
Respetado ciudadano:
A la medianoche del lunes 18 de febrero, Globovisión transmitía de nuevo la edición
especial vespertina que se había hecho del programa “...y kico”. Rodeado por los
periodistas Macky Arenas, Norberto Mazza y el conductor del programa Francisco
Bautista, usted resolvía con solvencia las cómplices preguntas que le hacían. En
eso, uno de los periodistas le preguntó por qué no le había dicho nada de lo que
pensaba hacer a su esposa. Usted respondió con un refrán en inglés de cuya
traducción entendí que tenía que saber algo el que algo tenía que hacer. A renglón
seguido usted continuó diciendo, más o menos textualmente, que si su esposa no tenía
nada qué hacer en ella, el hecho de que supiese algo lo único que podía hacer era
entorpecer... la operación.
No sé si fue consciente de ello, pero una sonrisa de falta, de pifia, se coló en su
rostro y de seguidas tuvo un gesto que yo interpreté como un deseo de borrar lo
último, o sea, la palabra “operación”, Daba la impresión de que lo que a las nueve
de la mañana se presentó como un "acto de conciencia individual" se estaba
connotando de “operación” muy rápidamente. Con anterioridad al programa antes
mencionado había seguido sus apariciones en el programa “30 minutos” conducido por
César Miguel Rondón, y en la inusual entrevista con Eduardo Sapene al inicio de la
emisión estelar de “El Observador Venezolano”, principal espacio informativo de R.
C.T.V. Eso sin contar con la rueda de prensa inicial en las primeras horas de la
mañana, y las decenas de veces que extractos de esa rueda de prensa-tubazo se
difundieron en todos los canales de T.V que pude ver a lo largo del día. No lo podrá
negar, ciudadano Molina Tamayo, usted dispuso de una cadena nacional, interrumpida
exclusivamente por los cortes comerciales, desde las nueve de la mañana del lunes
18, como hasta la una de la madrugada del día siguiente. Una palabra salía en todas
sus intervenciones, no muy repetidamente pero sí muy significativamente, y con
carácter de recomendación. Entre otros muchos llamados de corte propagandístico,
usted nos instó a solicitar la renuncia del presidente Chávez y nos llamó a hacer
sinergia. En el diccionario de la Real Academia está definida en los siguientes
términos: Sinergia. (Del griego cooperación) f. Fisiol, Concurso activo y
concertado de varios órganos para realizar una función.
Ciertamente, ciudadano Molina Tamayo, y no crea que estoy fanfarroneando pues no es
esa mi actitud, yo no necesité que usted dijera que lo que había hecho era una
operación militar para saberlo. Y la sinergia que está implícita en toda operación,
en su caso fue magistralmente sencilla: Logística para usar una sala de un hotel
cinco estrellas del este de la ciudad en la realización de una rueda de prensa cuyos
mecanismos de convocatoria si no fueron secretos, por lo menos fueron discretos. Un
texto, muy bien redactado, en el que se resumió el desiderátum del Departamento de
Estado norteamericano sobre lo que debe ser Venezuela. Alguien, vestido de amplio
chaquetón, quien agarrándolo a usted literalmente por el cuello lo sacó de la sala
en la que se realizó la rueda de prensa. Logística de transporte para llevarlo de
canal en canal a lo largo de una agenda agotadora. Y unos medios de comunicación
social absolutamente sinergizados y ávidos de que usted llegara a decir su mensaje
“constitucional”. Cuando usted, con todo desparpajo, caracterizaba los elementos que
debe incluir la guerra mediática que estaba librando, y fascinaba a los periodistas
de Globovisión diciéndoles que desde allí, desde el estudio del programa, ellos eran
muchísimo más letales y eficaces que todos los cañones del ejército, a mi me pareció
que el que fanfarroneaba un poco era usted, y disculpe el atrevimiento.
Quiero colocar sobre el tapete elementos de su discurso que junto al llamado a hacer
sinergia llamaron mi atención: La noción del “Gran País del Norte” (las mayúsculas
las pongo yo para tratar de reproducir el énfasis con el que usted las pronunció),
la noción de la relación “ganar-ganar”, y su visión del ámbito eclesial católico.
Quisiera, para empezar, concordar con usted en que el pueblo de Venezuela ha
madurado. Pienso que ha madurado tanto porque está inmerso en algo que hoy está más
candente que nunca y que se llama Proceso Constituyente, el cual en una de sus fases
produjo ese documento que usted menciona como Constitución Nacional, y que en su
decir luce como un documento viejísimo, y no como ese significativo espacio de poder
ciudadano que se arrebató hace escasos dos años a la vieja clase política, en lo que
fue el proceso que culminó en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela. Esa misma Constitución Nacional que le permitió a usted pararse
públicamente a decir lo que dijo, y de la cual, a mi juicio, usted abusó, como
trataré de demostrarlo seguidamente, no es, como usted lo hace aparecer, algo de
toda la vida. Es, pésele al golpe de Estado mediático, uno de los frutos más
señalados de los tres años de gobierno del presidente Chávez. No se olvide usted,
ciudadano Molina Tamayo, de lo grueso que hubo de tragar la Fuerza Armada Venezolana
cuando era comandada por Blanca Ibáñez y no había manera constitucional de reventar.
Usted, ciudadano Molina Tamayo, habla como si su sentido común fuese EL
sentido común y es eso lo que me parece profundamente autoritario. Su “Gran País del
Norte” es para mí esos Estados Unidos que a Bolívar le parecieron destinados a
llenar de plagas a la América Latina. Creo firmemente que después de haber sido
durante casi un siglo el suplidor de petróleo mayor y más lacayo de los Estados
Unidos de América, podemos exhibir la más ejemplarizante relación ganar-perder de
toda la América Latina. Y que si los amigos son así, ¡qué serán los enemigos!
Pero el lugar en el que percibí la más molesta sensación de avasallamiento
discursivo de su parte fue en su visión de las tensiones en relación a la Iglesia
Católica. Compartimos una doble condición que yo pretendo honrar: La de ciudadanos
venezolanos y la de cristianos católicos. Usted habla como si la única tensión en
relación a la iglesia Católica proviene del hecho de lo que usted califica de
agresiones del gobierno contra la iglesia, y su fe católica lo lleva a participar de
un sentimiento de desagravio a ésta. Esa no es la única posible tensión. Formo parte
del grupo de cristianos católicos que estamos organizándonos para protestar la
conducta escandalosa de la Conferencia Episcopal Venezolana al pretender utilizar la
fe de Cristo y de su iglesia en el enfrentamiento de las fuerzas de la dominación al
Presidente Chávez. En el ámbito eclesial latinoamericano, junto fuerzas con quienes,
desde diferentes puntos, promovemos la Causa por la Beatificación de Monseñor Oscar
Arnulfo Romero y los Mártires Jesuitas de El Salvador, quienes fueron asesinados en
el ejercicio de su ministerio sacerdotal, por fuerzas que seguían los dictados del
que usted llama el “Gran País del Norte”. Su delito fue defender los derechos del
pueblo oprimido.
Como ve, ciudadano Molina Tamayo, miradas tan opuestas como la suya y la mía tienen
que tener una forma ciudadana de resolverse. Esto es, que respetándose los designios
de la mayoría, se tomen en cuenta las posiciones de la minoría al interior de un
ámbito de tolerancia. En pocas palabras, que la misma Constitución que usted invocó
para decir lo que dijo, prevé que la posibilidad constitucional de revocar a los
gobiernos -otra de las conquistas de la Constitución Bolivariana- está
taxativamente prevista en el documento constitucional y se llama Referéndum
Revocatorio. No se puede sustituir con encuestas el voto consciente de todos y cada
uno de los venezolanos en el derecho de hacerlo. Los lapsos y los mecanismos del
referéndum están previstos y caben sólo dos actitudes: Acatarlos y permitir la paz,
o contrariarlos y provocar la guerra.
Hace 29 años, en Chile, la “operación” se llamó “Jakarta”. En ella entraron en
sinergia los camioneros que producían desabastecimiento, los mineros del cobre que
hacían huelgas de niños malcriados, las señoras vestidas de visón que salían a tocar
cacerolas, el apoyo irrestricto de El Mercurio y los principales medios de
comunicación social, y finalmente los pilotos de la CIA que bombardearon el palacio
de La Moneda, asesinando al heroico presidente constitucional Salvador Allende.
No sé si usted terminará siendo el Pinochet de la partida, pero le pregunto:
¿bombardearán a Miraflores...? Porque golpe de Estado es golpe de Estado donde
quiera que se pare.
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