En Colombia, marcha reveló inconformidad con los medios de información

06/03/2008
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La marcha de este 6 de marzo, que le hizo sentir al país y al mundo que las víctimas del paramilitarismo y del Estado deben ser escuchadas, sentidas, apreciadas, acompañadas y tenidas en cuenta, tuvo un ingrediente adicional: la crítica a los medios de información colombianos.

A la par de fotografías de desaparecidos, desplazados y masacrados, en diversas ciudades del país se observaron múltiples formas de expresión que rechazaban la actitud de las empresas informativas. “Manipuladores”, “deformadores de la verdad”, “mentirosos”, “ocultadores” y una decena más de adjetivos se observaron en pasacalles, grafitis, puestas en escena y en simples cartulinas.

¿Qué hace que un ciudadano, de 50 años, taxista de profesión, escriba en una cartulina que tanto prensa, radio y televisión,
“son medios de tergiversación, desinformación y traición”, y salga a mostrarla en una manifestación ciudadana? ¿O que unos estudiantes rebeldes todos ellos, con menos de 20 años, prepararen escenas callejeras diciéndole a los transeúntes que hay unos medios que no respetan las diferencias y llamándolos “mercaderes del dolor”?

Son dos generaciones muy distintas que, curiosamente, se encuentran en la critica a los medios de información y juntos descubren que la realidad local, regional y nacional no está narrándose satisfactoriamente.

Algo pasa con los medios de información en nuestro país que el ciudadano de a pie está protestando contra ellos. A juzgar por las diversas expresiones observadas durante la marcha, las empresas de comunicación que producen informativos nacionales y regionales parece que están de espaldas a la realidad nacional y la gente así lo está sintiendo.

Tales manifestaciones ciudadanas revelan que, pese a la estabilidad económica y a los avances tecnológicos, las empresas informativas no gozan de la suficiente credibilidad, un valor esencial a la hora de narrar los hechos y ofrecérselos al público. Algo tienen que estar fallando: quizás sean las maneras de informar, los contenidos de las noticias, las narrativas audiovisuales, la gestualidad de las presentadoras o todas en su conjunto, pero lo que se vio en las calles fue una serie de expresiones adversas a los medios de información cuya lectura no puede pasar desapercibida.

La gente, esa del común que compra un diario, enciende la radio o mira la televisión para informarse, está aprendiendo a ver lo que Michael Ignatieff, un estudioso de las sociedades en conflicto, ha advertido:
“los hechos no se presentan nunca al público como simples proposiciones neutras a nuestra disposición para hacer un examen objetivo. Nos llegan siempre envueltos en una valoración”.

Con lo expresado en esta marcha, la gente está demostrando que reconoce esas valoraciones de las que habla Ignatieff, se siente inconforme con ellas y las rechaza. Algunos ya sienten que, por ejemplo, las víctimas del paramilitarismo y el Estado están lejos de ser agendadas en los medios. Hoy tienen más peso en la opinión pública las sacrificadas a manos de la insurgencia, una manera inequitativa de narrar un país en guerra. Así lo hicieron sentir el pasado 4 de febrero los medios de información, sobre todo los televisivos y radiales, hoy en el centro de los cuestionamientos.

Esta actitud ciudadana plantea un hecho concreto: está reaccionando al propósito homogeneizante de los medios de información y la falta de democracia informativa, que no ofrece la posibilidad de pensar en uno, dos o tres diarios de gran circulación, o en la emisión de un noticiero de televisión o un programa de opinión de talante ideológico distinto que cuenten de diversa manera la realidad.

En la actualidad asistimos a la unificación y uniformidad de la información. Es como si hubiese una gran sala de redacción central, con uno jefe de redacción y unos editores únicos, que le dictan a los distintos medios informativos las noticias, el orden en que deben aparecer, el enfoque y hasta la manera cómo deben vestirse las presentadoras y los presentadores. No hay diferencia alguna en la puesta en escena de las noticias. Las mayorías se nutren de la radio y la televisión, y allí están sintiendo que todo es lo mismo, y está aprendiendo a rechazarlo.

Esta ausencia de diferenciación ideológica y de reiterada homogeneización de los hechos noticiosos, sobre todo en el campo político – incluyendo allí la confrontación armada que vive el país -, borra toda imagen de imparcialidad y profesionalidad como forma de mantener una audiencia lo mejor formada y la más amplia posible, que le permita hacer, como dice Ignatieff, un examen objetivo de la realidad.

Esa idea refuerza lo que el investigador holandés Teun Van Dijk advierte acerca de los medios de información en relación con aquello que reproducen a través de la fabricación de las noticias, en el sentido de que como proveedores principales de discursos públicos, proporcionan algo más que una agenda de temas y debates públicos:
“En parte autónomos de su forma de reproducción cultural, y en parte dependientes y controlados por estructuras e ideologías sociales más amplias, los medios informativos incorporan esas estructuras e ideologías a sus propias rutinas de fabricación de noticias y a las estructuras convencionales de sus informaciones”.

Tales apreciaciones, que provienen del campo teórico, coinciden con lo que aquel taxista, los estudiantes y muchos otros en el país hicieron sentir en sus expresiones de rechazo: que perciben estrategias mediáticas de ocultamiento o de resalte -que contribuyen a legitimar a unos y a deslegitimar o excluir a otros- y que pretenden falsear el sentido y la realidad de los hechos.

En el fondo de todas esas inconformidades subyace un aspecto sustancial: la gente del común está reconociendo los dispositivos propagandísticos de la información que están aplicando los medios de información en Colombia para contener la amenaza de la disidencia y alinderar a la mayor cantidad posible de sectores sociales en torno a unos objetivos políticos estandarizados que pretender fijar las llamadas clases dominantes del país.

Es hora de reflexionar sobre las maneras cómo se está contando la realidad, qué se está diciendo de quienes protagonizan la noticia, qué elementos se le está dando a la ciudadanía para decidir en democracia y cómo puede una pieza periodística convertirse en un elemento que reivindique el interés general y elimine la ambición particular.


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Juan Diego Restrepo E. es editor Agencia de Prensa IPC, Medellín.  www.ipc.org.co

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