La desprotección social

07/02/2004
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Desde que se hicieron las disculpas, el gato ya no come queso! Colombia es un país singular, en donde las mayores tragedias pasan por desapercibidas, pues ya son parte de su monótona cotidianidad. Por ello no es extraño que la súbita muerte del niño Escolin Bueno Tocora, en el Tolima, a consecuencia de una mordedura de culebra, por no contar con el antídoto, mientras que otro niño, Andrés Felipe Colorado, se salvaba milagrosamente en el hospital San Vicente de Paúl, en Antioquia, pasaran rápidamente a un segundo plano. Era más importante para el país enzarzarse en la disputa en torno a la reelección presidencial, que saber por qué, después de contar el país con un laboratorio de sueros antiofídicos único en su genero en la región, se cerró hace diez años por parte del INVIMA. El extinto INS: víctima del reduccionismo estatal Por no contar con la infraestructura adecuada para funcionar, de modo que se garantizaran los estándares de buenas prácticas de manufacturas, se cerró no solamente el laboratorio con que contaba hace diez años el INS para producir los sueros antiofídicos, sino que también se suspendió la producción de la vacuna contra la fiebre amarilla y la vacuna antitetánica, por los mismos motivos y por la misma época, sin que una sola mano piadosa se condoliera por su suerte. Así, de exportadores a Brasil y Venezuela, entre otros, por cuenta de funcionarios negligentes y gobiernos indolentes, hemos quedado a expensas de laboratorios privados en el primer caso y de las importaciones de antimaláricos. Claro, que para el señor Ministro de la Protección Social, Diego Palacios, "Los casos de los niños son fortuitos. Idealmente el INS debería tener el laboratorio, pero no necesariamente". El país había mantenido a raya durante muchos años las enfermedades tropicales, a través de campañas permanentes de vigilancia, control y prevención epidemiológica. Colombia estuvo a la vanguardia, así lo reconoce el Banco mundial: "En 1995, Colombia logró lo que pocos países de América Latina habían conseguido: unos niveles de cobertura de hasta 90% o superiores en todas las vacunas rutinarias. La vacuna se había constituido en el mejor antídoto contra las enfermedades endémicas (fiebre amarilla y dengue, malaria, sarampión, etc.). Como lo afirma el Director del INS, Jorge Boshell, "La fiebre amarilla no es una enfermedad erradicable, como la poliomelitis o la viruela, por ser una enfermedad silvestre; la única solución es prevenirla mediante la vacunación". De allí la urgente necesidad de incluir la vacuna contra la misma en el Programa Ampliado de Inmunización, PAI. Complementariamente, es menester el control vectorial, mediante una campaña sostenida de fumigación tanto en los centros urbanos por debajo de los 1.800 metros sobre el nivel del mar, en donde se da el mosquito transmisor Aedes aegypti, como en las zonas rurales selváticas en donde se incuba el otro mosquito del género haemagogus. Todo lo anterior sería en balde si no se capacita al personal médico y paramédico y a la comunidad en general, en atención, control y diagnóstico de la enfermedad. La ley 100 y la salud pública Buena parte de las fallas en los mecanismos de prevención y control son atribuibles a la inoperancia de la Ley 100. A partir de su expedición, se bajó la guardia en materia de salud pública, particularmente en lo que hace relación a los programas de inmunización; el despiporre ha sido descomunal. Se supone que las campañas de vacunación son responsabilidad de las EPS y las ARS, pero no hay manera de verificar su eficiencia y eficacia, a falta de un buen control sobre las mismas. A ello ha contribuido el afán de reducir el tamaño del Estado a como dé lugar, enervándolo y sin reparar en los daños que pueda ocasionar. Es el caso de la fusión de los ministerios de Salud y de Trabajo en uno sólo, el Ministerio de la Protección social. Lo propio podemos decir de lo que ahora se pretende hacer con la Superintendencia de Salud; en lugar de fortalecerla para que cumpla eficazmente con su función de vigilancia y control, se ha optado por fusionarla con la Superintendencia de subsidio. Se le dijo, se le advirtió, se le recomendó.... Así las cosas, no es de extrañar que "...a pesar de que hace meses se hicieron sonar todo tipo de alarmas, el país esté enfrentando un mal que con la suficiente prevención se habría podido impedir...Nadie entiende cómo, si de tiempo atrás estaban identificadas las áreas prevalentes de la fiebre, no se adelantaron campañas agresivas de vacunación dirigidas a quienes tenían la intención de viajar en la temporada de vacaciones al parque Tairona y a la Sierra nevada"(1)1. En efecto, sólo el 20 de enero, después de varios decesos a causa de la epidemia que el Ministro de Protección Social se resistía a reconocer, se cerró el Parque Tairona, más de 25.000 personas pasaron por estás áreas de riesgo y estuvieron expuestas a contraer la enfermedad, sin que nadie los alertara o previniera, ahora esparcidas por todo el país. Ello ocurrió, no obstante las advertencias de los servicios seccionales y el INAS, que ahora, según su subdirector, Jairo Oviedo, quedó reducido a ejercer la vigilancia epidemiológica. Unos y otro alertaron al gobierno central sobre un incremento ostensible en el número de afectados por la fiebre amarilla desde el año 2000 y sobre todo en el 2003, cuando los casos reportados se quintuplicaron. La tardía reacción del gobierno hizo, que la alerta declarada por el atolondrado Ministro de la Protección social se convirtiera en pánico. Millares de colombianos se agolpaban en los centros de atención en demanda de la vacuna, la cual se empezó a aplicar a la topa tolondra, en no pocos casos sin requerirla o después de haber estado expuestos. Incluso, como lo reconoce el propio Ministro "...supe que vacunaban a la gente a la entrada del parque y la dejaban seguir sin importar que la vacuna tiene que ser puesta 10 días antes"(2)2. La epidemia de la fiebre amarilla puso en evidencia la imprevisión, la improvidencia y la improvisación que han caracterizado a este gobierno. A la pregunta de si había vacunas suficientes para atender la emergencia, el Ministro de Protección social, Diego Palacio, respondió sin pestañear que "Sí. Siempre han existido vacunas suficientes para inmunizar a la población en riesgo"(3)3. Sin embargo, el hecho de que el gobierno hubiera tenido que salir en carreras, a importar 3 millones de dosis de dicha vacuna no confirma la afirmación del Ministro; por el contrario, demuestra que el país no contaba con inventarios del biológico para adelantar la prevención activa, una vez que se conoció la epizootia en la región Caribe, a raíz del registro de la muerte de varios primates en la Sierra Nevada de Santa Marta, en los primeros días de enero de este año. Desafortunadamente en el gobierno de Uribe los ministros dejaron de ser fusibles, por que él mismo es el fusible, el cual está hecho de teflón, por ello todo le resbala, merced a su amplia popularidad, con cargo a la cual giran todos sus ministros. Como lo afirma el diario de los Santos "En otros países, por asuntos de menos importancia ruedan cabezas"(4)4. Una respuesta tardía Pero, no; el Ministro de la Protección social ni se inmuta y dice tener su conciencia tranquila, al tiempo que arremete contra sus críticos, de quienes dice "Les ha faltado rigor científico...lanzan juicios sin un amplio conocimiento del tema"(5)5 y se las apaña para achacarles la responsabilidad de la crisis a los entes territoriales, ya que las funciones de promoción y prevención se descentralizaron. Pero, ocurre que la Superintendencia de salud es una entidad adscrita directamente al Ministerio del ramo y el gobierno se dejó sorprender por la epidemia de la fiebre amarilla, como ya había ocurrido con el rebrote del sarampión por la ineficacia de tal organismo de vigilancia y control. O sino, cómo se explica, que sólo ahora el INS empieza a producir de nuevo la vacuna, después de diez años de no hacerlo, lo cual comprueba que en ello hubo desidia e incuria oficiales. Este Ministro, como otros, también se ha contagiado por la arrogancia y la prepotencia, mal endémico en el gabinete del Presidente Uribe, pues todos ellos suelen arroparse con la popularidad presidencial, para lanzar sus invectivas contra quienes osen disentir de sus decisiones u opiniones. Acostumbrados como están a que los medios se conviertan en sus cajas de resonancia, no se soportan una sola crítica. De allí la reprimenda del Ministro de la Protección social contra estos, por que, según él "Necesitamos medios de comunicación que salieran no a echarle leña al fuego, sino a ayudar a orientar a la gente sobre qué hacer frente al problema"(6)6 y ahora va más lejos, cuando afirma que están siendo manipulados por "...mafias de cuello blanco, que están incrustadas en el sistema, acostumbradas a chupar sangre de la salud y a que nadie las vigile...se la van a jugar toda por mantener ese imperio que han sostenido hasta ahora"(7)7. Hable ahora o calle para siempre Este es el estilo que se ha impuesto en el gobierno; ya se ha vuelto proverbial la estratagema de utilizar la muletilla de la "anticorrupción" para descolgársele por las orejas a los problemas y no asumir responsabilidades por parte de los funcionarios del alto gobierno. La cantaleta de este gobierno contra la politiquería y la corrupción ha sido sólo eso, cantaleta; hasta ahora no ha trascendido de la retórica, no pasa de ser una frase de clisé. De allí que le asista toda la razón al periódico El Tiempo, cuando demanda del Ministro que concrete, "Quiénes son los mafiosos que según él, están saqueando los sagrados recursos que deben ser utilizados para proteger la salud de los colombianos"(8)8. O que hable ahora o calle para siempre! De otro modo, una vez más, sólo se estaría tendiendo una cortina de humo para ocultar su incapacidad e incompetencia y pretendiendo frenar "...los debates, mociones de censura e incluso muchos medios se volverán cajas de resonancia de problemas a veces de desinformación"(9)9. A qué le teme, señor Ministro? Bogotá, febrero 7 de 2004 * Amylkar D. Acosta Medina. Presidente Sociedad Colombiana de Economistas. www.amylkaracosta.com Notas: 1.- El Tiempo. Editorial. Enero, 25 de 2004 2.- El Tiempo. Enero, 30 de 2004 3.- Idem 4.- El Tiempo. Enero, 25 de 2004 5.- El Tiempo. Enero 30 de 2004 6.- El Tiempo. Enero, 30 de 2004 7.- El Tiempo. Febrero, 5 de 2004 8.- El Tiempo. Editorial. Febrero, 6 de 2004 9.- Ibidem
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