Perder es cuestión de método

12/08/2005
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Si usted abordó el tren equivocado, de nada sirve correr en su pasillo en la dirección opuesta”

Dietrich Bonhoefier

Con más ganas que estrategia

En las negociaciones que viene adelantando Colombia, en simultánea con Ecuador y Perú, de un Tratado bilateral de libre comercio con los EEUU han primado la perentoriedad de los plazos sobre el contenido mismo de la negociación, lo adjetivo sobre los sustantivo. Mientras los EEUU han tenido más estrategia que ganas de llegar a un pronto acuerdo; Colombia, por el contrario, ha mostrado más ganas que estrategia negociadora. Y no lo decimos a humo de paja, es que “Aunque existe la idea de posicionarla internacionalmente, Colombia no tiene una visión de largo plazo…La falta de una estrategia se refleja en el hecho de que no hay un puente que una las negociaciones del ALCA con el Plan de desarrollo…En el gobierno falta unidad de criterio frente a las diversas negociaciones que se adelantan…No hay articulación completa del tema con otros ministerios (Ambiente, Protección social y Educación) y con otros sectores que serán fundamentales en la puesta en marcha del ALCA (la DIAN y gremios como ACOPI) y, por otro lado, la falta de información adecuada de cara a los ciudadanos”[1].

Primero fue la proximidad de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, luego sería el inminente retiro de su representante comercial de dicho cargo, para pasar al Departamento de Estado, posteriormente se adujo que el TPA (Autoridad de Promoción Comercial), más conocido como “fase track”, que facultó a Bush para negociar los TLC por la vía rápida expiraba en julio de este año. Luego, a raíz de las dificultades que tuvo la ratificación por parte del Congreso estadounidense del Tratado que había firmado con cinco países centroamericanos(Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) y República Dominicana(CAFTA, por sus siglas en inglés), cedieron un poco las presiones por parte de los Estados Unidos y se atemperaron los desesperados negociadores colombianos, que no ven la hora de firmar el TLC, el cual a pesar de las once rondas de negociación que lleva aún está “crudo”.

¿Después de CAFTA qué?

A su paso por Colombia, el ex presidente Clinton, hizo claras advertencias sobre este particular. Afirmó él que “Este es un mal momento para tratados de libre comercio en Estados Unidos. Hay un impulso emocional de alejarnos de una mayor integración”[2], aconsejó “no entrar en pánico y firmar un mal tratado...”[3] y remató diciendo que “si yo fuera el Presidente de Colombia esperaría, por que hay que sacar un buen acuerdo”[4]. Ahora que, finalmente, el Congreso de los Estados Unidos impartió su aprobación al CAFTA en una reñida votación en la Cámara, de 217 votos contra 215, hay quienes como Luis Carlos Villegas, Presidente de la ANDI, conceptúan que “Ahora no hay excusa para no sentarnos a negociar a fondo los temas agrícolas, sanitarios, textiles y de propiedad intelectual”[5], que han sido los temas más álgidos de los que se han abordado en las distintas rondas de negociación. Uno de los mayores escollos con los que tropezó su aprobación fue la férrea oposición de la poderosa American Sugar Alliance(ASA), la cual tiene una gran capacidad de lobby en el congreso de los Estados Unidos. Su Presidente, Luther Markwart, ya está hablando del precedente que sentó con la aprobación del CAFTA; por su parte, el congresista republicano Clay Shaw, uno de los que lo abanderó, ve muy difícil ahora el trámite del TLC con Colombia por que “desafortunadamente produce azúcar”. Qué tal esto? Es previsible, entonces, que luego de la aprobación del CAFTA los Estados Unidos va a endurecer su posición negociadora de tratados similares a ese. A ello hizo alusión el Jefe(E) del equipo negociador de los Estados Unidos, Bennet Harman, cuando sentenció que “sólo hacemos tratados que puedan ser aprobados en el Congreso”[6], de los Estados Unidos por supuesto.

Teorías para la exportación

Aquí hagamos una digresión para referirnos a este caso, que por su patetismo nos muestra fehacientemente la hipocresía de los Estados Unidos, “adalid” del libre comercio. Los Estados Unidos demanda diez millones de toneladas de azúcar anuales, de las cuales importa por el sistema de cuotas o contingentes 1.2 millones. Colombia, por su parte, produce 2.7 millones de toneladas y exporta 1.4 millones de toneladas, de las cuales sólo acceden al mercado de los Estados Unidos 25 mil toneladas, que es la cuota que se nos asigna, equivalente a sólo el 0.25% de su mercado, lo cual es a todas luces irrisorio e injusto. Ellos, en este caso, como en tantos otros, protegen su mercado doméstico a través de medidas no arancelarias, las mismas que ellos demandan de los demás países que sean abolidas. Son 18 los estados de la Unión Americana productores de azúcar y los que están en guardia, prestos a defender a capa y espada su mercado interno de cualquier intromisión. Y así el señor embajador de los Estados Unidos acreditado en Colombia se atreve a afirmar, en tácita referencia a los productores colombianos, que “Quienes no quieren enfrentar mayor competencia(sic!) o quienes tienen miedo de perder las preferencias nacionales que los han protegido de requisitos de eficiencia(sic!), han hablado a menudo en voz alta…el TLC no puede ser un vehículo para cerrar las fronteras y proteger las industrias no competitivas…”[7]. Este es el típico caso de quien, como en el pasaje bíblico, ve la espiga en el ojo ajeno pero no ve la viga en el propio. Pues bien, la gran concesión que hicieron los Estados Unidos en el CAFTA y por la que sus protegidos pusieron el grito en el cielo fue el permitirle que se importen libre de aranceles a su territorio el equivalente al 1.2% de su mercado, cuota esta que aumentará gradualmente en los próximos cinco años, hasta llegar al 1.7%, esto es de 117.000 toneladas anuales.

Esta dualidad en materia de política comercial no es nueva, ya en el Siglo XIX, Rafael Nuñez, al referirse a la potencia de la época había dejado en claro que "El Gobierno inglés es un Gobierno sabio y generalmente justo; pero, también es de los que creen que la justicia comienza por favorecer los intereses legítimos propios. A ese Gobierno le conviene predicar el libre cambio, por que, en primer lugar, necesita importar unos $800 millones en artículos alimenticios y $600 millones en materias primas, al menor costo posible y, en segundo lugar, tiene una enorme producción fabril. Liberaliza, por decirlo así, su sistema aduanero, no para favorecer la industria extranjera, sino para obtener, sin sacrificio real, compensaciones protectoras de la suya propia. Diremos también que esa enorme y superior producción fabril no se formó sino a la sombra de una protección secular, y no sosteniendo, cuando era imperfecto y débil, una lucha o competencia la habría ahogado en su cuna seguramente"

Uribe en el rancho de bush

Luego, sería la visita del Presidente Uribe a su homólogo, el Presidente Bush, en su rancho de la “capilla de la Pradera”, a pocos kilómetros de Craword, Texas, privilegio este reservado sólo para sus partners. Esta visita generó mucha expectativa en Colombia y se llegó a pensar que esa era la ocasión propicia para darle un impulso decisivo a la negociación del TLC y por ello el Consejo gremial empresarial se apresuró a hacerle entrega al Presidente Uribe de una evaluación completa de las propuestas que estaban sobre la mesa en espera de una respuesta por parte del equipo negociador de los Estados Unidos, con miras a que él estuviera lo suficientemente empapado para su palique con el Presidente Bush. A la postre, la desilusión fue total; los medios dieron cuenta de que el Presidente Uribe no pudo sacarle ningún compromiso al respecto a Bush, quien se limitó a reiterar su apoyo a su lucha en contra de el narcoterrorismo, no ahorrando elogios para quien considera como su “aliado democrático más importante en América”[8].

Algo similar ocurrió en la visita relámpago a Colombia de Bush, con ocasión de la escala técnica que hizo Bush a Cartagena de retorno de Chile, en su primera salida al exterior luego de su reelección, en donde pese a la insistencia sobre el tema por parte de los periodistas en la rueda de prensa que ofreció no pudieron vencer su reticencia al respecto y al final terminó refugiándose en su mutismo sepulcral. Claro que nuestro flamante embajador en Washington y ahora Presidente del BID, Luis Alberto Moreno, fue hiperbólico al momento de exaltar los resultados de la visita del Presidente Uribe al Presidente Bush, pues, según él, a partir de la misma la relación colombo-estadounidense entró en una fase que no dudó en calificar de “cooperación estratégica”. No sabemos si con ello querrá significar que Colombia ingresa de esta manera al exclusivo club de aquellos países con los cuales los Estados Unidos ha resuelto tener una “relación especial”, término este acuñado por Sir Winston Churchill, para referirse a aquellos países con los cuales Washington empezaba desde entonces a establecer vínculos particulares de naturaleza política, fundados en este caso por interés militar, ya que por lengua y cultura no calificamos. Lo cierto es que, para efectos prácticos, de poco o nada le sirve a Colombia tal condición, si ello no se traduce en una posición más flexible de los Estados Unidos en la negociación del TLC. De nada valieron, entonces, las admoniciones de quienes como Portafolio creen que “…nuestro país – con el Presidente Alvaro Uribe a la cabeza – tiene que insistir(aprovechando la excelente relación con el Presidente Bush y los parlamentarios estadounidenses) en que Colombia no sea tratado simplemente como un socio comercial cualquiera”[9].

Los eeuu “negocian” sin ceder

Entre tanto las negociaciones del TLC siguen en un punto muerto, por cuenta de la intransigencia del equipo negociador de los Estados Unidos, que, al mejor estilo de la Escuela de Harvard, pretende negociar sin ceder en nada[10], lo cual sólo puede conducir a la firma del Tratado no por la vía de la negociación sino de la adhesión al mismo. Ya el Presidente de la SAC, Rafael Mejía, lo había presagiado con mucha antelación; esto nos contó anticipadamente: “La posición de los negociadores norteamericanos es de un proteccionismo total y una absoluta inflexibilidad y en esas circunstancias no podemos avanzar”[11]. En efecto, en las primeras ocho rondas no se avanzó mayormente en el tema agropecuario, uno de los más sensibles. De entrada los Estados Unidos sentaron su posición en el sentido de que ellos no negocian ni las ayudas internas ni los subsidios a las exportaciones de los productos agrícolas; pero, eso sí, exigen de la contraparte, esto es de Colombia, Ecuador y Perú, que desmonten sus salvaguardas y la franja de precios que buscan compensarlos. Como quien dice, la ley del embudo, lo ancho para ellos y lo angosto para uno! Como lo dice Rafael Mejía, Presidente de la SAC, “Ellos no quieren abrir su agricultura, pero pretenden que sí lo hagamos nosotros”[12].

Ante el empantanamiento que se presentó en la mesa de las negociaciones, en la VIII ronda los Estados Unidos propuso y los representantes de los tres países andinos lo aceptaron sumisamente que en adelante la negociación del tema agrícola se haría en mesa separada y en forma bilateral. El 6 de mayo, la delegación colombiana envió una primera oferta a los Estados Unidos, contentiva de nuestros intereses tanto ofensivos como defensivos y ellos dieron la callada por respuesta. Ante su silencio y en un hecho insólito, que fue duramente reprobado por los gremios del sector agropecuario, la delegación colombiana envía a la delegación estadounidense el 23 de junio una oferta mejorada. Sólo a fines de julio, por fin los Estados Unidos responden, pero con unas contrapropuestas consideradas por los gremios como “inaceptables para el sector agropecuario colombiano”[13]. En enérgica Carta de la SAC al gobierno, le dijo a este que “EEUU no hace ninguna propuesta ni reconoce ningún instrumento, sino se limita a solicitar, de plano y en la mayoría de los productos, liberación inmediata”[14]. Por su parte, Luis Eduardo Quintero, Presidente de la Federación Nacional de Cerealeros, no ocultó su inconformidad por la blandengue posición de los negociadores colombianos, “se entregó un paquete con mejoras sin recibir nada a cambio”[15], dijo. Y no era para menos, habida cuenta que la misma incluía la desgravación inmediata para el trigo, la cebada y otros cereales estadounidenses, sin que los EEUU se movieran un ápice. Las relaciones entre el gobierno y los gremios de la producción nunca habían llegado a un punto más bajo.

Colombia acorralada

La negociación estuvo a punto de irse a pique, mientras tanto el embajador de Colombia en Washington estaba abstraído en procura de su elección como Presidente del BID. El impasse presentado puso en duda, incluso, la asistencia de la delegación de Colombia a la Ronda de Guayaquil y retrasó más de dos meses la primera reunión bilateral de Colombia con los Estados Unidos para abordar el tema agropecuario. El Presidente de la SAC llegó a afirmar, supremamente disgustado por la actitud de los negociadores de Colombia, que “EEUU está acorralando al gobierno colombiano y este no se defiende”[16]. En uno de los tantos episodios que a diario se palpan en el seno del gobierno, el Presidente de la República y el Ministro de Comercio entraron en contradicción al momento de reaccionar frente a la crisis planteada, pues mientras el primero afirmaba categóricamente que el TLC “no tiene reversa” e instó a las autoridades norteamericanas a apresurar su firma, para el segundo la negociación estaba pasando por “…la parte más obscura de la noche…las dificultades parecen insalvables”[17]. El Ministro fue mucho más lejos aún, al sostener que “No sería pertinente que nos sentáramos en una mesa a negociar y dejar que la contraparte imponga sus condiciones. El asunto es de equidad en este acuerdo y si no es posible no se puede firmar…estamos conscientes de esa posibilidad; no nos arredra, sabemos que existe, no la queremos y estamos empeñados en llegar a una negociación que satisfaga al país[18].

No obstante, dan la impresión de que cada uno de ellos maneja su propia agenda y su propio guión, por que al tiempo que el Ministro de Comercio, Jorge Humberto Botero, por primera vez pone en duda la posibilidad de firmar el Tratado de marras, el Presidente de la República no disimula su desespero por que la firma se dé cuanto antes, sin parar mientes en las consecuencias que puedan derivarse de ese hecho; se muestra resuelto a jugarse su abultado capital político en este salto al vacío. Veamos lo que afirma: “…yo creo que ha llegado el momento de acelerar y ojalá pudiera tener cerrada esa negociación del TLC con los EEUU en el curso de las próximas semanas…lo digo aquí claramente, invito a los compatriotas a que creemos una atmósfera favorable para acelerar la negociación y cerrar rápidamente el Tratado”[19]. Esta posición del Presidente parece desestimar las preocupaciones que embargan al Ministro de Comercio, pero es muy coherente con la directriz que dio desde un primer momento a los altos funcionarios del gobierno y que es la única a la que deberán ceñirse los negociadores por la parte colombiana. nos referimos al famoso Memorando emanado del despacho de la Presidencia, f echado el 12 de mayo de 2003, en el cual se lee que “Al fijar las posiciones de las diferentes dependencias sobre el mencionado acuerdo, aspiro a que se le indique al Presidente no por qué no se puede negociar, sino, por el contrario, qué debemos hacer para que el acuerdo sea posible”[20].

Despacio que estoy de prisa

Previamente, el inefable Rudolf Hommes, había orquestado el pronunciamiento de “un grupo de eminentes empresarios antioqueños”[21], que “le escribió al Presidente pidiéndole que agilice la negociación y que no deje perder la opotunidad…los directivos de la ANDI deben tomar atenta nota de esta comunicación, pues puede indicar que llegó la hora de marcar diferencias con la SAC y ponerle límites a la solidaridad intergremial…”[22]. Estos “eminentes empresarios” fueron de los poquísimos que salieron en defensa del TLC, luego del llamado que hicieran al unísono el gobierno y el embajador estadounidense a los presuntos “ganadores” de concretarse su firma. Su llamado no es otro que a recurrir a la estrategia del náufrago, de sálvese quien pueda; que la ANDI, que representa a los industriales abandone a quienes representan al sector agropecuario, que se salven ellos y a este que se lo coma el tigre! Por fortuna, a este aún le queda el salvavidas del “Single Undertaking”, que quiere decir que nada se da por negociado hasta que todo esté ya negociado; es decir, que a la hora de nona nos tenemos que jugar el todo por el todo. Ojalá este principio, que fue pactado antes de arrancar con la negociación, no se tire por la borda.

Así el Ministro de Comercio exterior subestime los devastadores efectos de un impacto negativo del TLC en el campo, por considerar que “…el 70% de los pobres de este país está en las zonas urbanas y la actividad agropecuaria genera solo el 12% del PIB…”[23], las consecuencias que se siguen no son nada despreciables. Estamos hablando de la suerte de 11.5 millones de los 44 millones de colombianos, que también son colombianos, de los cuales el 69% está por debajo de la línea de pobreza; y, de contera, 4.8 millones de empleos de los 17.8 millones con los que cuenta el país están en el campo. Aún después de la apertura atolondrada en la que nos embarcó Hommes en la década del 90, el sector agrícola contribuye todavía con el 14% al PIB del país, después de representar el 22% a comienzos de dicha década. Bien lo dijo el propio Presidente Uribe en las propias barbas del Tío Sam, en Miami, “un agro débil es igual a un terrorismo fuerte”[24]. Y no estaba cañando, ello es lo que está en juego.

En el punto de no retorno

El país debe de ser consciente de que estamos a punto de que los negociadores por la parte colombiana del TLC con los Estados Unidos, nos están llevando de la mano a un punto de no retorno; razón suficiente para despabilarnos y no tragar entero todas las aseveraciones que a diario se hacen, a través de una bien sincronizada propaganda oficial, sobre las bondades de dicho tratado, hasta hacer de él la panacea. Claro, que algo va del unanimismo y la euforia del comienzo de la negociación, a las caras largas que se empiezan a ver ahora, por parte de quienes se muestran desilusionados por el curso que han tomado las negociaciones. Ahora son muchos los voceros de los gremios quienes prefieren sustraerse de tal negociación, pues, tal y como nos ocurre a los creyentes a propósito del cielo, que todos ambicionamos llegar a él, pero no por ahora. No puede perderse de vista de que, en tratándose de un Tratado, este una vez ratificado por los congresos de ambos países, como lo prescribe la Carta, entra a formar parte del bloque de constitucionalidad, lo cual conlleva su intangibilidad, de contar con el asentimiento de las partes contratantes. Así quedó, por lo demás, previsto en una de las cláusulas del CAFTA(Artículo 22,4) que a la letra dice: “Ninguna parte podrá hacer una reserva respecto a alguna disposición de este Tratado sin el consentimiento escrito de las otras partes”.

Recordemos lo que le pasó a Colombia con un Tratado similar a este que se negocia, cuya ratificación se hizo efectiva en 1936, convirtiéndose en una piedra en el zapato para el país y sólo pudo desembarazarse de su desventajoso rigor, mediante el canje de notas que tuvo lugar entre los gobiernos de EEUU y Colombia en 1949. Sólo con la aquiescencia de Washington fue posible que Colombia se quitara del cuello ese collar-bomba, que amenazaba su despegue industrial. Eso sí, como en la Unión Americana cada Estado federado es autónomo, cualquiera de ellos sí puede establecer reservas a la aplicación del mismo. De hecho, a guisa de ejemplo, en la ronda de Lima se supo que el Estado de Nueva York se sumó al acuerdo sobre compras estatales, mientras que North Dakota y Alaska pidieron expresamente no ser incluidos. Dentro de los estados de interés para Colombia están pendientes aún las respuestas de Georgia y California. Para utilizar la expresión del Embajador William Word, ya estamos habitando el peor de los mundos!

Levantarse de la mesa es una opción

Ya han transcurrido más de quince meses desde que se iniciaron las rondas de la negociación, que tuvo su grilla de partida en La Heroica, sin que puedan mostrársele al país resultados tangibles beneficiosos para su futuro desarrollo, ya que, como en el suplicio de Tántalo, cada vez que los interesados creen tener al alcance de la mano los enormes beneficios que podría depararle una negociación equilibrada, que tome en cuenta las asimetrías entre dos economías, en la que mientras la una juega poker la otra juega 21, ellos se esfuman y ello ocurre una y otra vez. En toda negociación, a la hora de las definiciones, la posibilidad de pararse de la mesa por parte de los negociadores además de ser una carta de negociación es también una opción. No estamos fatalmente condenados a tener que firmar un Tratado de libre comercio de los Estados Unidos si el mismo no ofrece las garantías y los beneficios que se esperan de él. Como dicen en Antioquia, es preferible ponerse colorado un ratico y no descolorido toda una vida!

- Amylkar D. Acosta M. es Presidente Sociedad Colombiana de Economista

- Bogotá, agosto 13 de 2005

www.amylkaracosta.com



[1] Portafolio. Iván Rojas. Septiembre, 3 de 2003

[2] El Nuevo Siglo. Junio, 23 de 2005

[3] idem

[4] Portafolio. Junio, 23 de 2005

[5] El Tiempo. Julio, 29 de 2005

[6] Portafolio. Julio, 27 de 2005

[7] El Nuevo Siglo. Julio, 15 de 2005

[8] El Tiempo. Agosto, 5 de 2005

[9] Portafolio. Editorial. Julio, 18 de 2005

[10] Roger Fisher, William Ury y Bruce Patton. Cómo negociar sin ceder. 2a Edición. 2003

[11] El Nuevo Siglo. Noviembre, 3 de 2004

[12] El Nuevo Siglo. Julio, 29 de 2005

[13] El Nuevo Siglo. Julio, 31 de 2005

[14] Portafolio. Agosto, 1 de 2005

[15] El Nuevo Siglo. Agosto, 12 de 2005

[16] El Tiempo. Julio, 15 de 2005

[17] El Nuevo Siglo. Julio, 6 de 2005

[18] El Nuevo Siglo. Agosto, 12 de 2005

[19] El Nuevo Siglo. Agosto, 13 de 2005

[20] Memorando. De: Presidente de la República. Para: ministros, superintendentes, embajador de los EEUU, Asesor Rudolf Hommes, Alto Consejero Presidencial Fabio Echeverri. Asunto: negociaciones internacionales. Numeral 5)

[21] Portafolio. Agosto, 8 de 2005

[22] Idem

[23] Rev. Dinero. Jorge H Botero. Mayo, 30/ 2.003

[24] La República. Editorial. Marzo, 11 de 2004

https://www.alainet.org/es/articulo/112721

Del mismo autor

Clasificado en

Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS