Más allá del protocolo de Kyoto

16/01/2008
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“Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla
mientras el género humano no escucha”
Victor Hugo

La polución ambiental

La Revolución industrial de mediados del Siglo XVIII trajo consigo muchos avances y beneficios a la humanidad, al pasar de la manufactura a la maquinización de los procesos productivos; pero, también, aparejó daños indeseables en el medio ambiente.  La invención de la máquina a vapor primero y del motor de combustión interna después, dio pié al desarrollo de la industria del carbón y del petróleo para satisfacer la demanda de combustibles de origen fósil, tanto para la industria fabril como para el transporte.  Desde entonces un gas que es esencial para la vida, como lo es el dióxido de Carbono (CO2), se ha venido convirtiendo imperceptiblemente en amenaza en ciernes para la sostenibilidad del planeta tierra.  Este y otros gases contribuyen al calentamiento requerido por la superficie del mismo para que sea habitable, reteniendo en la atmósfera parte de la energía que “rebota” de la misma una vez que recibe los rayos del sol.  En ausencia de ellos, todo el calor proveniente de los rayos del sol que entrara a la tierra se perdería, con la consecuencia que tendríamos días muy calurosos y noches excesivamente frías.  Estamos hablando del mentado “efecto invernadero” que de no existir la tierra estaría sometida a temperaturas que oscilarían en torno a 18ºC bajo cero.  Pero, cuando su concentración en la atmósfera rebasa ciertos y determinados límites se tornan contraproducentes y potencia aún más el efecto invernadero hasta hacerlo letal. 

La correlación entre el CO2 y la temperatura

La ONU identifica seis clases de Gases de Efecto Invernadero (GEI) emitidos por causas antropogénicas (CO2, CH4, N2O, HFC5, PFC5 y SF6), esto es, debidas a la actividad humana; pero, de lejos el de mayor incidencia es el dióxido de carbono con el 77%.  Dado el peso del CO2, tiende a concentrarse en las primeras capas de la atmósfera, que es la corteza de la tierra, contribuyendo a la elevación de la temperatura de las capas más someras de aire.  De allí la estrecha correlación entre la concentración de CO2 en la atmósfera y la temperatura promedio; existen pruebas irrefutables de ello.  Las emisiones de CO2 tienen un efecto acumulativo y allí radica el peligro, pues, las emisiones de los GEI se dispararon con la evolución industrial y desde entonces no han parado su frenética carrera hacia niveles cada vez más elevados.  Concomitantemente con el aumento de las concentraciones de CO2 en la atmósfera se ha ido elevando también la temperatura promedio, así está demostrado en un estudio muy serio del Nóbel de paz 2007, Al Gore[1] y en el Informe Stern[2].  Svante Arrhenius, fue el primero en aventurar la tesis de que las emisiones de CO2 provenientes de la combustión de derivados de origen fósil y otros procesos de combustión habrían de provocar el calentamiento global, en su obra “sobre la influencia en la temperatura del suelo del ácido carbónico en el aire”, publicado en 1890.  No obstante que las emisiones de origen antropogénico son las más reducidas, a duras penas constituyen el 3.5%, muy por debajo de las que se originan en los océanos (41.5%), el suelo (27%) y la vegetación (27%), es la que hace la diferencia y la de mayor incidencia en el Cambio climático.  Entre el carbón, el gas, el petróleo y sus derivados, son responsables del 80% del CO2 de origen antropogénico que se emite a la atmósfera.  Las emisiones de CO2 por el consumo de combustibles de origen fósil se han incrementado dramáticamente; de acuerdo con el reporte del año 1990 las emisiones en el mundo de CO2 por este concepto fueron de 21.394 millones de toneladas, que al compararlas con 28.192 millones de toneladas en 2005, nos topamos con un crecimiento de 6.798 millones en sólo 15 años, un promedio de 453 mil toneladas por año o, en términos porcentuales, un incremento de 2.1% anual.  Según los expertos la generación de electricidad es responsable del 25% de las emisiones totales de CO2 de origen antropogénico; por su parte la quema de vegetación, tanto bosques como desechos agrícolas contribuye con el 15%, la combustión de los motores de distintos medios de transporte (terrestre, aéreo, marítimo y fluvial) 17.5% y la industria con 19%.  Los registros históricos, que datan desde 1856, muestran claramente que hay una gran correspondencia entre uno y otro fenómeno, tanto la concentración de CO2 como la temperatura suben consistentemente; este es el cambio climático que tiene a la Comunidad Internacional al borde de la histeria por sus devastadores efectos. 



El escepticismo invencible

Empero, no faltan los escépticos, quienes se resisten a aceptar las evidencias.  Hay quienes aducen que la tendencia al calentamiento global está gobernada por alguna otra causa que no identifican y no por los niveles de concentración de CO2.  Se apoyan en el hecho de que “mientras el CO2 aumenta de manera sostenida durante 30 años, las temperaturas globales siguieron su propio curso[3], totalmente ajeno a los niveles de CO2.  Es más, se sostiene que “la temperatura subió primero y después aumentó el CO2”[4], enzarzándonos en la discusión en torno a qué fue primero si la gallina o el huevo.  Un estudio de la revista Science afirma que “El último calentamiento sufrido por el planeta fue provocado por una subida de las temperaturas marinas y no por la acumulación del dióxido de carbono”, para concluir que “la acumulación de ese gas efecto invernadero en la atmósfera fue resultado del calentamiento que aceleró el deshielo”.  Es decir, estaríamos hablando de una especie de causalidad circular en la que resultaría difícil establecer el factor desencadenante.  Para otros, se trata de un fenómeno cíclico, que obedecería a la relación orbital entre la tierra y el sol, en el que los periodos de glaciación van seguidos de períodos de calentamiento y viceversa, de lo cual se colige que el calentamiento global que nos azota sería sólo coyuntural. 

Fue Stephen Schneider quien pronosticó por primera vez el calentamiento global en 1976 y fue en 1988 cuando se reconoció definitivamente que el clima es más caliente que antes de 1880 debido al acentuado efecto invernadero y se advierte una tendencia a su recrudecimiento.  Hace tres mil millones de años el sol era demasiado frío y ahora es demasiado caliente.  Para aquel entonces el sol era un 25% menos luminoso que hoy.  Valga decir, que desde los albores del Siglo XX a hoy la temperatura media global se incrementó en 0.74ºC; desde luego, variando de una región del globo a otra.  La tendencia en los últimos 50 años es de un aumento promedio de 0.13ºC por década, prácticamente el doble que hace 100 años, según la Organización Mundial de la Meteorología (OMM).  La observación empírica corrobora tales observaciones, en el sentido que la superficie de la tierra se está calentando al parecer cada vez más rápidamente.  Entre 1906 y 2005 la temperatura se incrementó en 0.76ºC, entre tanto el nivel del océano a consecuencia del fenómeno del deshielo debido a su turno a las altas temperaturas se incrementó en 1.8 metros por año entre 1961 y 2003.  No es casual que once de los últimos doce años se cuenten entre los doce más cálidos desde 1850 (¡!).  Según los registros de la OMM, el 2007 se constituyó en uno de los diez años más calurosos que se conocen y cerrará el decenio con la temperatura media global en superficie más alta nunca antes registrada (¡!).  Es más, el 2007 puede situarse entre el quinto y el séptimo año más caluroso desde que se llevan registros; de hecho “siete de los últimos años se encuentran entre los más calurosos de la historia”[5].  Enero de este año fue el más caluroso de la historia, con una temperatura media global de 12.7ºC, frente a los 12.1ºC del período 1961 – 1990.  Esta es la más clara constatación de que el calentamiento global no es fruto de la imaginación, ni se trata de alarmismos infundados, sino que la realidad es tozuda.  Según expertos, en el caso colombiano pudieron establecer con base en registros continuos en los últimos 50 años, a través de un sistema de cálculo llamado ClimDex, que los cambios en la temperatura media en ciudades como Cúcuta, Santa Marta, Barranquilla, Cali, Leticia, Armenia y Neiva oscilan entre 0.3 y 0.8ºC más.  La media de San Andrés se acerca a los 28ºC cuando era de 27.4 y la de Bucaramanga pasó de 21.1ºC a 22ºC.



LA HUELLA DE CARBONO

La mayor preocupación estriba en el hecho de que la concentración de CO2 es cada vez mayor y nos estamos aproximando peligrosamente al punto de inflexión o de no retorno, que se estima está en las 500 ppm.  Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), una red de más de dos mil científicos creada a propósito por las Naciones Unidas, del cual hace parte el colombiano Germán Poveda, la concentración de CO2 se ha incrementado en cerca del 40% desde la revolución industrial hasta la fecha y que en los próximos cien años se puede duplicar o aún triplicar con efectos impredecibles, si no hacemos nada para evitarlo.  Actualmente dicha concentración está en las 380 ppm, cifra esta que supera el rango natural de los últimos 650.000 años.  La afectación es cada vez mayor y más acelerada, basta con decir que en los últimos doscientos años se ha cargado la atmósfera con una cantidad de dióxido de carbono equivalente a la que se arrojó a la misma en el transcurso de los dos mil años anteriores.  Y si se sigue al ritmo actual de crecimiento de las emisiones en 40 años habremos llegado al punto crítico.  Se estima que anualmente se está arrojando a la atmósfera una carga de 27.000 millones de toneladas de CO2 y crece a una rata del 3% anual; si tal volumen lo congeláramos a una temperatura de 80ºC bajo cero obtendríamos una montaña de 1 ½ kilómetros de alto y 20 kilómetros de circunferencia, algo descomunal.  Pero no sería justo prorratear la responsabilidad de esta polución entre los distintos países, pues es bien sabido que los mayores contaminantes han sido históricamente aquellos con un mayor grado de desarrollo.  Este se ha dado sin mayores miramientos en sus consecuencias colaterales; en este sentido se ha pagado un alto precio en términos ambientales en aras de alcanzar las metas del desarrollo y la modernidad.  Para decirlo sin eufemismos, podemos afirmar que el modelo de desarrollo que ha imperado ha sido en gran medida depredador.  Esta es la faceta más deprimente y detestable del capitalismo salvaje.  Como lo afirma El Espectador, al referirse a lo acaecido en las últimas décadas, “Mientras que en 1961 la humanidad hacía uso de la mitad de la capacidad del planeta para proveer servicios ambientales, hoy utiliza el 125% de esa capacidad”[6].  Y bien lo dijo Gandhi, que “la naturaleza nos prodiga lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no la codicia de todos”.

Para mostrar la distancia que separa a los países desarrollados y aquellos en vía de desarrollo en esta materia, digamos que los EEUU solamente emiten actualmente más de 6.000 millones de toneladas anuales de CO2.  Cada estadounidense fue responsable en el 2004, por ejemplo, de la emisión en promedio de 20.6 toneladas de CO2 a la atmósfera por distintos medios, superando varias veces el promedio de Suramérica toda.  Le siguen en su orden los australianos con 18, los españoles con 10.8.  Es lo que se ha dado en llamar la huella de carbono, que otros prefieren denominar huella ambiental, que no es otra cosa que la marca que dejamos las personas en nuestras actividades cotidianas.  No deja de ser irónico que los dos países con la mayor huella de carbono, los EEUU y Australia, han sido justamente los más renuentes en aceptar las medidas tendientes a reducir las emisiones de GEI previstas en el Protocolo de Kyoto.  Ellos no han podido entender lo que con tanta sapiencia advertía Marco Aurelio, en el sentido que lo que es malo para el enjambre es malo para la abeja! Hasta hace muy poco se les atribuía a los países desarrollados la mayor responsabilidad de esta tragedia, porque así la podemos catalogar; pero, más recientemente, con el auge de China y la India, la balanza ha empezado a inclinarse en contra de las economías llamadas “emergentes”.  De hecho ya China se convirtió en el segundo pais más contaminante, siguiendo de cerca de los EEUU con 5.000 millones de toneladas de CO2 al año.  Y las proyecciones son aún más desalentadoras, puesto que se prevé por parte de los expertos que mientras lo EEUU incrementará sus emisiones un 21% en los próximos diez años, China, que aumentó sus emisiones un 47% en los últimos diez años, duplicará las suyas en ese mismo lapso y la India, que ya ocupa un quinto lugar en el ranking de los mayores emisores de CO2, las triplicará.  Con razón se afirma por parte del IPCC que los países pobres podrían producir su propia crisis climática en apenas veinte años, si continúan creciendo las emisiones de dióxido de carbono al mismo ritmo que ahora!

La emergencia climática

Ahora bien, el hecho de que en los últimos once años se hayan registrado las temperaturas más altas desde hace cincuenta tiene sus implicaciones, nefastas todas ellas.  El calentamiento global se manifiesta de múltiples maneras, muchos de los desastres que antes se le achacaban a la naturaleza ahora nos hemos podido percatar que responden al cambio o, mejor dicho, al desorden climático.  Cuado no son las olas de calor las que agobian a las poblaciones son las olas irresistibles de frío.  El calor infernal que abrazó a Europa, pero muy especialmente a Francia, en 2003 causó más de 30.000 muertes.  Fenómenos como los ciclones han aumentado desde los años 70 su frecuencia, duración e intensidad y, desde luego, sus estragos han sido mayores a consecuencia del calentamiento global[7].  Está demostrado que tsunamis como el devastador del Océano índico en 2004, que cobró más de doscientos mil muertes, tienen su origen en el aumento de la temperatura del mar; el huracán Katrina, que azotó la costa Este de los EEUU y asoló a Nueva Orleáns en el 2005 se encargó de advertirle a Bush que, como dice Green Peace “Dios siempre perdona, el hombre a veces, la naturaleza… nunca” los desafueros que se cometen contra ella.  Y lo sentenció Galileo, hace muchísimos años:
Con toda justicia, la naturaleza se venga a veces de la ingratitud de los que la han maltratado durante mucho tiempo”.

Y de contera, con el aumento de las temperaturas han empezado a proliferar plagas mortales para los seres humanos y enfermedades como la malaria se han extendido hasta altitudes en las que antes tenían baja prevalencia.  Los incendios forestales, las inundaciones y las sequías[8], los procesos de desertificación[9], fenómenos como el de La Niña y del Niño son cada vez más recurrentes y funestos, provocando el éxodo y las migraciones masivas.  De acuerdo con la Cruz Roja y la Media Luna Roja, los datos e la última década (1997 – 2006), en comparación con lo de la década anterior (1987 – 1996), revela que los desastres naturales a nivel mundial aumentaron en un 60% (¡!), al pasar de 4.241 a 6.806 episodios[10], todos ellos atribuibles al desorden climático.  Y estas catástrofes le han salido por un ojo de la cara a quienes la han padecido.  Basta con mencionar los costos en millones dólares de los seis mayores siniestros de 2007: inundaciones en Pakistán US $1.158, incendio en California US $1.033, tifón en Shangai Asia US $880, inundaciones en México US $700 y el huracán Felix en el Caribe US $500.  Al margen de estas tragedias, se estima en US $200.000 millones anuales el impacto del calentamiento global, un monto mayor al PIB anual de Colombia, que no supera los US $150.000 millones. 

El desorden climático

El clima se ha enloquecido, ahora llueve en verano y hace verano en invierno; la hidrología y la meteorología son cada vez más caprichosas e impredecibles.  El antes infalible Almanaque Bristol pronosticaba con gran exactitud los temporales de lluvias y el alejamiento de las mismas, hoy en día ha perdido toda utilidad.  Según las proyecciones del IPCC, si seguimos como vamos, en el 2100 el aumento promedio de la temperatura puede ser de 3.5ºC y el nivel promedio del mar subiría hasta sesenta centímetros en el caso del océano Pacífico y hasta cuarenta centímetros para el Caribe, con todas sus consecuencias.  Como quien dice, estamos andando en el filo de la navaja, sin advertirlo! Los estragos están a la vista.  Los arrecifes coralinos son ecosistemas muy sensibles que ocupan el 1% del área del Océano de la tierra, que no soportan temperaturas superiores a 28.5° C, están amenazados de muerte debido a las altas temperaturas en el mar, las cuales superaron en el Caribe los 30ºC durante quince semanas en el 2005 y en el 2006 siempre estuvieron por encima de los 29ºC.  Cuando ello ocurre, sobreviene el “blanqueamiento” de los corales, que no es sino otra forma de describir su muerte lenta pero inexorable.  Y no hay que perder de vista que en los corales habita el 65% de las especies pesqueras del mar Caribe; ello es lo que está en juego, nada menos.  Para complicar aún más las cosas, la alteración de dichas temperaturas incide sobre las corrientes de agua termohalinas (que enfrían y calientan e circuito equilibrado), que sirven de “amortiguador” natural del clima que existe en la tierra, generando así una gran inestabilidad que podría eventualmente conducir a una especie de época de glaciación perpetua. 

Cuando el IPCC se atreve a afirmar que “el calentamiento lleva a unos cambios abruptos e irreversibles” y el PNUD en su Informe sobre Desarrollo Humano 2006 – 2007 advierte que “el cambio climático amenaza con desencadenar reveses sin precedente en el Desarrollo humano”, no lo dicen a humo de paja.  Es que se tienen muchas pruebas al canto, capaces de persuadir al más incrédulo, la principal de ellas lo que ha ocurrido con el deshielo de los casquetes polares y la progresiva desaparición de los páramos, así como la continua subida del nivel del mar.  En la presente temporada de deshielo del Ártico, que finalizó en septiembre, la superficie media de agua que se mantuvo congelada fue de 4.28 millones de kilómetros, la menor de toda la historia, superando la cifra record de 2005.  Por lo que al nivel del mar se refiere, se encuentra ya 20 centímetros por encima de los cálculos que se hicieron en 1870[11].  No está muy alejado de la realidad el despacho de prensa emitido recientemente desde Rovaniemi, Finlandia, la patria chica de Papá Noel, a propósito del calentamiento global.  Se dice en él que “si se hacen realidad los pronósticos más pesimistas sobre el cambio climático en el extremo norte de Europa, Papá Noel tendrá que ponerse pantalones cortos para trasladarse en un trineo tirado por camellos”[12].  No puede ser más patética la nota.  Y bien se ha dicho que un pesimista suele ser un optimista mejor informado.  Y n se trata de alarmismos o tremendismos mediáticos, es que ya estamos llegando a extremos en los que la realidad supera la imaginación.  Por fortuna, como nos lo recuerda Shelley E.  Taylor, “el optimismo siempre tiene su manera de colarse al futuro, lo cual lo protege de las desilusiones pasadas”.  Y no hay otra manera de lograrlo, sino actuando en consecuencia y sin tardanza para conjurar los peligros que nos acechan. 

Si por allá llueve, por aquí no escampa      

Colombia y la región Latinoamericana, desde luego, no se sustraen de este fenómeno global y han visto de qué modo sus páramos y glaciales vienen retrocediendo año a año inexorablemente.  De no hacer nada para detenerlo, estamos a muy pocos años de su virtual desaparición y las próximas generaciones tendrán que conocerlos a través de postales, películas y documentales que darán cuenta de su antigua existencia.  El caso más patético es el de la Sierra Nevada de Santa Marta, declarada por la UNESCO reserva de la Biosfera, que se preciaba de tener nieves perpetuas en sus picos más elevados – a 5.775 metros de altura - (Colón y Bolívar), ahora avanza hacia su cumbre el desierto que ya está en sus estribaciones, producto de la deforestación, la tala indiscriminada por cuenta del narcotráfico y la aspersión masiva con glifosato en el intento fracasado de combatirlo, que han servido de catalizador del cambio climático, exacerbándolo.

REPLIEGUE DE LOS GLACIALES EN A.  L



KYOTO O NO KYOTO

Una primera alerta, que después se convertiría en alarma, en el sentido de que algo había que hacer para impedir que el cambio climático siguiera haciendo de las suyas, fue el agujero que empezó a mostrar la capa de ozono que nos protege contra los rayos ultravioletas que, a poco andar, se convertiría en una verdadera tronera.  Ello, junto con el fenómeno cada vez más extendido de la lluvia ácida, puso a la comunidad internacional con los pelos de punta y se vio compelida a actuar.  En efecto, en 1987 se firmó en Montreal el
Protocolo, fijando metas de reducción en la producción de gases CFC (clorofluorocarbón), halones, bromuro de metilo, cuya presencia en la atmósfera se ha podido comprobar es la principal causa del adelgazamiento de la capa de ozono.  Y gracias a las acciones que se emprendieron a partir de la firma de dicho Protocolo, que fue ratificado por 184 países, se ha podido contener el avance de la degradación de la capa de ozono.  Gracias a este compromiso, la producción mundial de compuestos de cloro que tanto afectan la capa de ozono se ha reducido en un 90%, lo cual ha repercutido en la reducción de la concentración de estos compuestos químicos en la parte baja de la atmósfera (troposfera).  Ello se ha traducido a su vez en la restauración de la capa de ozono; según los expertos, de mantenerse la voluntad y la decisión que hasta ahora ha mostrado la Comunidad internacional, dentro de muy pocos años podremos hablar de la completa regeneración de la capa de ozono.  Esta es la más clara demostración de que cuando se quiere se puede! Claro está, el cambio climático no deja de ser una amenaza latente a la posibilidad de dicha recuperación, una razón más para apercibirse del mismo. 

La preocupación por el Cambio climático no es nueva, ya en 1994 la mayoría de los países del orbe habían firmado la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.  Como antecedentes de esta podemos resaltar la importancia de
la Conferencia Mundial para el Clima y el Desarrollo en Hamburgo en 1988.  Allí se propuso una mayor eficiencia energética para disminuir las emisiones de dióxido de carbono en el periodo 2000 - 2015 entre el 30% y el 50%.  Ese mismo año en Toronto, científicos de 45 países hablaron en la Conferencia sobre Cambios Atmosféricos en torno al efecto invernadero.  En ese momento el tema ya había tomado tanta trascendencia a nivel mundial, que científicos y funcionarios de 188 naciones se dieron cita en la Conferencia de Londres para el Cambio Climático en 1989, año en el cual se reunieron también los líderes mundiales en La Haya, preocupados por los descubrimientos que se estaban haciendo debido a las emisiones de gases por la combustión de hidrocarburos.  Luego, vendría la Conferencia de las Naciones Unidas para el Ambiente y el Desarrollo en 1992 en Río de Janeiro.  Una de las grandes conclusiones de este evento fue la Convención Básica para el Cambio Climático, a través de la cual se planteó la necesidad de que las naciones más industrializadas redujeran sus emisiones al nivel de 1990.  Para revisar el avance de la Convención, se reunieron en Berlín en 1995 representantes de 150 naciones, pero los resultados fueron decepcionantes, entre otras razones, porque no había interés político ni económico en promocionar fuentes alternas de energía, aminorar las descargas de gases producidos por combustión de hidrocarburos o aplicar impuestos al carbón. 

Bien pronto el Cambio climático dejó de ser una entelequia, para empezar a ser objeto de observación, registros, seguimiento y control.  Llegar al Protocolo de Kyoto en 1997 fue una tarea que comenzó institucionalmente doce años antes en Villach, donde se reunieron científicos de 29 países y reconocieron lo que en 1957 profesores de Hawaii habían descubierto: un incremento permanente del dióxido de carbono en la atmósfera que estaba generando un efecto invernadero sobre el planeta. 
El Protocolo de Kyoto fue firmado por 141 países en 1997, pero sólo fue ratificado por 125 naciones y sólo entró en vigencia en 2005, una vez que se incorporó Rusia al mismo, que hasta la fecha había sido tan renuente a ratificarlo como los Estados Unidos.  El objetivo que ha perseguido es reducir en un modesto 5% las emisiones de gases causantes del efecto invernadero para el 2012 frente al nivel que se tenía en 1990, tomado como año base. 
El propósito no era otro que tratar de este modo de conjurar los peligros que entraña el calentamiento global.  EEUU se ha mostrado reticente a acogerse al mismo y en marzo de 2001 Bush retiro la firma que había estampado su antecesor, Bill Clinton, alegando que su aplicación le salía demasiado costosa y que, además, no comprometía por igual a países desarrollados y en desarrollo. 

La administración Bush condicionó su apoyo en el futuro a este instrumento tan valioso a que su aplicación no cause “…daños esenciales a la economía estadounidense y ser verdaderamente mundial, es decir, involucrar a todos los países”.  Entre tanto la flamante Secretaria de Estado,
Condolezza Rice, refiriéndose desdeñosamente al Protocolo de Kyoto, sugirió que este “es muy dañino y negativo para la economía estadounidense.  No es parte de nuestro futuro”.  Sin embargo, el huracán Katrina se encargó de darle una dura lección a Bush, pues los daños ocasionados por el Huracán Katrina representaron 1.7% del PIB! Como lo afirman el Senador italiano Francesco Martone y Giusseppe Demarzo, miembro de la Associazione A Sud “el aparente autismo de la administración Bush es realmente la lúcida consecuencia de la imposibilidad del actual paradigma de salir de la dependencia respecto a los combustibles fósiles y de la urgencia de asegurarse el control de esos recursos, así sea con el uso de la fuerza militar[13], amén de los inextricables vínculos, difíciles de disimular, del cogollito de la administración Bush con la industria petrolera.  En este caso, como en el Teorema de Hardin, el afán de lucro desmedido e inmediatista de la ganancia, lleva a desestimar los riesgos que comporta la adicción a los combustibles de origen fósil.

De Kyoto a Bali

Lo que empieza a debatirse ahora es qué pasara a partir de 2012, cuando expire el primer tramo de obligaciones establecidas por el Protocolo de Kyoto para los países industrializados.  Sobre todo, luego del 4º reporte del IPCC, conocido como GEO 4, fundado por la OMM y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) e integrado por 2.500 científicos de más de 130 países, luego de indagar durante más de 20 años sobre las causas y efectos del Calentamiento global, que no puede ser más dramático.  Ellos no hicieron otra cosa que corroborar la inminencia de lo que el Secretario general de las Naciones Unidas, Banki Moon, describió como una película de terror, aludiendo al futuro que se avizora a consecuencia del Cambio climático.  La principal conclusión de este Panel es la afirmación, con un 90% de probabilidad, que el principal causante de este fenómeno son las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el hombre y que sus impactos pueden ser reducidos a un costo razonable.  Ya lo había advertido el ex Secretario General de las Naciones Unidas, Kofee Annan, de lo que se trata es de “mantener estabilizadas las concentraciones de gases de efecto invernadero a un nivel compatible con el desarrollo sustentable, la producción de alimentos y la preservación de los ecosistemas” y no dudó en señalar el Cambio climático como una de “las principales amenazas para la paz y la seguridad”.  Como lo afirmó Al Gore, al momento de recibir el Premio Nóbel de Paz, refiriéndose al Cambio climático, “Es una verdadera emergencia planetaria y debemos responder rápidamente…Debemos actuar para encontrar una manera de cambiar la conciencia del mundo…Haré todo lo que pueda para tratar de entender cuál es la mejor forma de usar el honor y el reconocimiento que implica este premio, como forma de impulsar el cambio de conciencia”. 

Pocas veces la Comunidad científica internacional había arribado a un consenso como el alcanzado por este Panel, al afirmar sin ambages quelos principales causantes del cambio climático y sus estragos son las emisiones de gases con efecto invernadero provocados a su vez por el hombre.  Ello ya esta fuera de toda duda, aunque no faltan los escépticos que se resisten a aceptar las evidencias; ello no es de extrañar, ya que como afirmó Albert Einstein es más fácil desintegrar el átomo que los prejuicios.  Por ello, no es de extrañar que el Presidente del PP español, Mariano Rajoy, haya salido con semejante barrabasada al afirmar que “
de este asunto sé poco, pero mi primo supongo que sabrá...  Claro.  Si los mejores científicos no pueden asegurar qué tiempo meteorológico hará en Sevilla mañana, cómo pueden asegurar cuál será el clima en la Tierra dentro de 300 años…Hay otros problemas más importantes”.  Pero, qué más puede esperarse de alguien que fue capaz de espetar, en respuesta a la decisión de Rodríguez Zapatero de integrar a su equipo asesor de cara a los próximos comicios varios premios Nóbel, que “no necesitamos eminencias, porque tenemos principios y valores”.  Estas pamplinadas son la excusa perfecta para encogerse de hombros, cruzarse de brazos y no hacer nada mientras vamos con los ojos abiertos camino al precipicio.  Claro que predecir, como lo advierte Niels Bohr, es muy difícil, sobre todo si se trata del futuro; pero, es que la incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado, que es al que nos remiten las investigaciones de los expertos cuyos resultados son incontestables.  Podemos repetir con Albert Einstein que “locura es seguir haciendo lo mismo y esperar un resultado diferente”.  Como lo afirmó el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban ki- Moon, en el acto de entrega del Informe del IPCC, “El mundo está al borde de la catástrofe…El futuro está en nuestras manos: los cambios climáticos son un desafío para nuestros dirigentes…O la humanidad hace algo contundente antes de 20 años contra el cambio climático o este nos tomará tanta ventaja que no lo podemos parar”.  Bien dijo Publio Siro que “el hombre prudente se previene contra el futuro como si estuviera presente”.

El cambio climático y el desarrollo humano

Enhorabuena el PNUD se ocupó de la problemática planteada por el cambio climático en su Informe sobre el Desarrollo Humano (IDH) 2007 – 2008 con el lema La lucha contra el cambio climático: solidaridad frente a un mundo dividido.  Este es un asunto de vital importancia para la humanidad, pues, como se afirma en el mismo “El cambio climático amenaza con desencadenar reveses sin precedentes en el desarrollo humano”.  A pesar de que, al decir de Marcuse, las verdades objetivas no necesitan demostración, dicho Informe abunda en razones para demostrarlo y no duda en afirmar sin rodeos que “El cambio climático es la nueva amenaza mundial y el mayor desafío para la racionalidad colectiva global en un mundo que no sabe cooperar”.  Menos mal que, como lo afirma el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki- Moon, “hay medios reales y asequibles para combatir el cambio climático”, aunque el tiempo para actuar se nos agota.  Al paso que vamos, más pronto que tarde la concentración de CO2 en la atmósfera llegará al punto de inflexión, de no retorno, en el que sus consecuencias se pueden tornar irreversibles.  Como lo afirma el Secretario de las Naciones Unidas, “ahora lo que se necesita es una acción política fuerte” para conjurar este peligro.  Estamos, como quien dice, en el filo de la navaja, pues independientemente de lo que se haga la temperatura promedio del planeta subirá al menos 1.3ºC con respecto a la era preindustrial, a consecuencia de de los GEI ya acumulados en la atmósfera y si se sobrepasa apenas el umbral de los 2ºC sobrevendría la debacle.  De todos modos, los resultados de las acciones que se emprendan hoy sólo se verán por allá hacia el 2030.

El peligro está allí, a la vuelta de la esquina y lo peor que puede hacerse es enterrar la cabeza en la arena como el avestruz y desentenderse del asunto o, peor aún, caer presa del “efecto Tiburón”, a propósito de la película de Spielberg, ocultando la presencia del gran tiburón para evitar la huída de los turistas.  Ya no hay disculpas, pues estamos advertidos de lo que se nos viene pierna arriba y podemos decir con Zalamea que no hay tiempo que perder, hay vida por ganar.  Con razón afirmó Sven Lindquist “ustedes ya saben lo suficiente.  Yo también.  No son conocimientos los que nos hacen falta.  Lo que nos hace falta es valor para comprender lo que sabemos y sacar conclusiones de ello”.  Por ello celebramos la realización de la 13ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 13 Unfccc) en la isla de Bali (Indonesia).  Asistieron aproximadamente 180 países, entre delegados - entre ellos 114 ministros de Medio Ambiente -, observadores intergubernamentales y organizaciones no gubernamentales, ministros de economía y finanzas de más de 35 países y el Presidente del Banco Mundial, además del Secretario General de la ONU.  Esta cumbre se propuso retomar las metas planteadas por el Protocolo de Kyoto aprobado en 1997 y vigente desde 2005, el cual expira en 2012 y contempla en su agenda, además, aspectos tan importantes y primordiales como la discusión en torno a la propuesta de constitución de
l fondo de mitigación, adaptación, transferencia tecnológica y la reducción de emisiones por la deforestación en los países en vías de desarrollo (REDD).  Como dijo Yvo de Boer, Secretario ejecutivo de la Unfccc, al ponderar la importancia de esta convocatoria, “los ojos del mundo están sobre ustedes.  Bali tiene una inmensa responsabilidad”.

Esta era la oportunidad para acordar la Hoja de ruta que deberá seguirse, para salirle al paso al peligro inminente que representa el cambio climático y no podía malograrse.  Una de las novedades que tuvo esta cita fue la presencia del nuevo Primer Ministro de Australia, el laborista Kevin Rudd, con el cual la causa de la lucha para contrarrestar el cambio climático ganó un aliado, ya que él en su campaña además de prometer el retiro de sus tropas de Irak se comprometió a ratificar el Protocolo de Kyoto.  Para él la lucha por revertir el cambio climático tiene la mayor prioridad.  Con ello los EEUU quedará más aislado de lo que estaba, como el patito feo, merced a la obstinación del inefable Bush en no hacer lo propio, no obstante ser el mayor contaminador del planeta tierra.  El Presidente del IPCC, Bert Metz, emplazó a la clase dirigente a dar muestras de su disposición a actuar contra el cambio climático, ahora que las evidencias no dan pábulo al regodeo y a la dilación ya que el tiempo apremia.  Como lo afirmó el Secretario General de las Naciones Unidas “El tiempo de las dudas ha pasado.  Necesitamos un acuerdo global que responda al cambio climático en todos los frentes…reducir e invertir el cambio climático es el reto de nuestra época”. 

A juicio de Hans Verolme, director del Programa de Cambio Climático, del Grupo ambientalista World Wild Fund, “Después de este Informe no quedarán políticos que puedan argumentar que no saben lo que es el cambio climático o que no saben que hacer al respecto”.  Era de esperar que así lo entendieran los concurrentes a la prueba de calentamiento que tuvo lugar en Bali, de la cual deberían salir metas mucho más ambiciosas y compromisos más serios de cara al post Kyoto, pues, después que los científicos al unísono lanzaran la alerta ahora el turno era para la dirigencia política.  La urgencia de actuar es mayor en la medida que, como lo sostiene el IDH en alusión a los países desarrollados “quienes contaminan no sufren las peores consecuencias de su propia contaminación”; los más fregados son los países en desarrollo, por ser los más vulnerables y los menos capaces de protegerse a sí mismos.  Bien lo dijo el ex Secretario General de la ONU, Koffi Annan, a propósito de esta asimetría, “los países más vulnerables son los menos capaces de protegerse a sí mismos.  También son los que menos contribuyen a las emisiones mundiales de GEI.  Si no se toman medidas, pagarán un precio alto por las actividades de otros”.  Ello es tanto más cierto, en la medida que mientras el Cambio climático es global sus efectos son locales, pagando justos por pecadores.

Se trataba esta vez de considerar medidas más drásticas, metas más ambiciosas que las contempladas en el Protocolo de Kyoto y el comprometimiento de todos los países sin excepciones.  Hay que evitar que las temperaturas medias en el siglo XXI suban por encima de los 2.5ºC con respecto a la era preindustrial, si no queremos llegar al temido punto de inflexión, para lo cual habrá que reducir las emisiones de GEI entre el 50% y el 80% respecto al año 2000.  Esta eventualidad “es una amenaza masiva al Desarrollo Humano”, como lo sostuvo Bruno Moro, representante del PNUD en Colombia.  Muchos observadores consideraban que sería un fracaso la realización de esta Cumbre, si no se lograba el compromiso de reducir al menos entre un 20% y 25% las emisiones de GEI respecto a 1990 hacia el 2020.  Bert Metz, Presidente del IPCC, emplazó a los políticos a lanzar una señal clara de que están dispuestos a luchar contra el cambio climático, ahora que todos los datos científicos están sobre la mesa.  Reducir y revertir el cambio climático, entonces, es el reto de nuestra época, no hay asomo de duda; pero el camino a recorrer para alcanzarlo está plagado de abrojos y espinas.  Como bien lo advirtió el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban ki- Moon, “va a ser una singladura larga y difícil, pues sin una voluntad firme y sostenida no se logrará un acuerdo antes del 2009”, considerada la fecha límite para tener a tiempo el que desde ya se considera será el reemplazo del Protocolo de Kyoto.  Gracias a Dios que, como lo afirma Al Gore, “la voluntad política es un recurso renovable”.  Esta vez, en el transcurso de las deliberaciones en Bali,
los gobiernos aceptaron de modo informal que el rango de reducciones deberá oscilar hacia 2020 entre 25 por ciento y 40 por ciento respecto de las emisiones de 1990.  El Informe del IPCC, que fue presentado a la consideración de los delegados reclama a los gobiernos un compromiso tal que permita contener el aumento de las emisiones de gases invernadero en 10 ó 15 años.  Se debería alcanzar una reducción de al menos 50 por ciento para 2050, para evitar que la temperatura del planeta se eleve más de dos grados, lo que permitiría prevenir las consecuencias más graves del recalentamiento planetario. 

Además de la nueva postura de Australia, hubo otro hecho que contribuyó aún más al aislamiento de la delegación de los Estados Unidos, nos referimos a la presencia en la Cumbre del Senador demócrata y ex candidato presidencial, John Kerry, respaldando la necesidad de un acuerdo obligatorio de los países en torno a tales metas, que tanto abomina la administración Bush.  Como lo dijo coloquialmente en una rueda de prensa, "Es importante que Estados Unidos, por así decirlo, salga en la foto".  Y al final lo logró, no antes de la reprimenda del laureado con el Nóbel de la Paz, Al Gore, que se dejó venir con una dura invectiva que puso contra las cuerdas a la señora Harlan Watson, Jefe de la delegación estadounidense.  Esto dijo: “mi propio país, Estados Unidos, es el principal responsable de obstruir el progreso aquí en Bali”.  Y ya no estaba hablando el ex vicepresidente de los EEUU ni el candidato a ocupar la Casa Blanca, sino, nada menos, que el Premio Nóbel de la Paz 2007! La delegación de Papua Nueva Guinea le pidió a los Estados Unidos que se retirara del recinto de la Cumbre si no estaban dispuestos a suscribir los acuerdos a los que se había arribado, lo cual obligó a su delegación a consultar con Washington y terminó aceptando a regañadientes seguir haciendo parte del proceso y acogiéndose a lo ya consensuado entre las demás delegaciones.  No se puede perder de vista que este viraje en la posición tan recalcitrante de la administración Bush responde sobre todo al giro que ha venido dándose en el propio Estados Unidos.  Recientemente se radico en el Congreso de la Unión un proyecto de Ley sobre Seguridad Climática Americana, que le fija metas a la nación en cuanto a la reducción de GEI se refiere, del cual son autores congresistas de extracción tanto republicana como demócrata, como los senadores John Warner y Joe Lieberman, respectivamente.  Sin embargo, Bush acaba de anunciar que no la sancionará si es aprobada.  Es más, de un tiempo a esta parte varios Estados han ido avanzando a contrapelo de las directrices del gobierno Federal en estas materias[14]; de hecho, hace algún tiempo entró a regir la Iniciativa Regional sobre Gases Invernadero que vincula a diez estados de la región nororiental de la Unión Americana.  Pero, Bush, como los borbones, ni olvida ni aprende, recientemente le ego al Estado de California el derecho a establecer una norma por encima de los estándares impuestos a nivel nacional, orientada a que los automóviles que se fabriquen hacia el futuro reduzcan sus emisiones de GEI.  Esta medida le pone freno a 12 estados más que se aprestaban a tomar idéntica medida.  A Dios gracias, los días de la administración Bush están contados y todo indica que los demócratas le asestarán en noviembre del año entrante otra derrota a los republicanos en la carrera por la Presidencia como ya ocurrió en las legislativas de hace un año y entonces las cosas serán a otro precio.

Esta Convención arrancó con muy malos augurios, pero tuvo un final feliz; contra todos los pronósticos se logró un consenso importante que habrá de allanar el camino de la negociación del post – Kyoto, flanqueado como está por las evidencias científicas de un lado y los intereses creados del otro.  Fue indispensable prolongar por un día más las deliberaciones antes de alcanzar un acuerdo, dado el empantanamiento de las mismas por la polarización EU – UE tras dos semanas de ardua negociación, igual que ocurrió con la Quinta Conferencia Ministerial de la OMC en Cancún en el 2003.  “Nuestra posición no ha cambiado”, había sentenciado de entrada la Harlan.  La diferencia fundamental radicaba en la negativa del bloque encabezado por Estados Unidos y de la mano con Japón, Rusia y Canadá en aceptar que las medidas acordadas además de tener un poder vinculante implicaran metas cuantificables.  Aunque esto último no se logró, al menos se impidió que su postura diera al traste con la Convención, dado que su objetivo era el boicot de la misma y a despecho de sus pretensiones se logró sacar avante la ansiada Hoja de Ruta de la negociación que sigue de cara al 2012, cuando vence la primera fase del Protocolo de Kyoto.  El grupo denominado G – 7 + China, del cual hace parte Colombia, el cual aglutina a más de 132 países en vía de desarrollo, obtuvo un logro muy importante al persuadir a los países desarrollados sobre la necesidad de crear un Fondo Mundial de Adaptación y Mitigación alimentado por ellos, a manera de compensación por el daño que ellos la han infligido al medio ambiente.  A través de este Fondo recibirán un importante apoyo financiero y tecnológico con miras a fortalecer las medidas conducentes a frenar el calentamiento global, la adaptación al mismo y paliar sus efectos.  Los escépticos contumaces fracasaron en su intento de filtrarse en las negociaciones de Bali, en donde pretendían pescar en río revuelto.  Yvo de Boer, máximo portavoz de las Naciones Unidas los puso en sitio al afirmar que “defender que no existe calentamiento global es como decir que la tierra es plana.  Los días de los escépticos han terminado[15].  Esta por verse qué va a pasar con la iniciativa de la Coalición para los Bosques Tropicales, aupada por un grupo de países en desarrollo entre los cuales se cuenta Colombia, que quieren recibir ayuda y/o compensación para el mantenimiento y conservación de los mismos.  Por lo pronto, se sabe que recibirán el apoyo del Fondo de Bosques y Carbono, administrado por el Banco Mundial y creado con aportes de la UE y Japón.

En Bali se dio el primer paso de un largo camino por recorrer, la nueva convocatoria será en Polonia en 2008 y luego la cita será en Dinamarca en 2009, donde se esperan definir los compromisos globales y por países que entrarían a regir una vez pierda vigencia el Protocolo de Kyoto.  El momento no puede ser más auspicioso para avanzar en el propósito de trabajar denodadamente y de consuno por parte de todos los países en procura de revertir el Cambio climático y evitar la hecatombe largamente anunciada.  Concluyamos con el padre de la teoría de la relatividad que “si hemos de sobrevivir como humanidad, necesitamos cambiar nuestra manera de pensar”.  Como lo admite el Informe Stern, elaborado por el ex economista Jefe del Banco Mundial y dado a conocer por Tony Blair a fines de 2006, talvez, todavía no es utópico aunque sí urgente intentar cambiar de modelo.  Este es un compromiso ético, humanitario si se quiere, insoslayable de las presentes generaciones para con las generaciones venideras, En este sentido es un imperativo hacer todo lo posible, todo cuanto esté a nuestro alcance, para que la opinión pública se movilice en procura de contener esta amenaza apocalíptica del cambio climático.  De lo contrario, estaríamos incurriendo en lo que Al Gore denomina apropiadamente “cobardía moral” imperdonable.


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Amylkar D. Acosta M. es Ex presidente del Congreso de la República

Medellín
, diciembre 24 de 2007
www.amylkaracosta.net



[1] Al Gore.  Una verdad incómoda

[2] Nicholas Stern.  El Informe Stern; la verdad del cambio climático

[3] Eduardo Ferreira, Presidente de la Federación Argentina de Ecología Científica (FAEC)

[4] Idem

[5] Portafolio.  Omar Baddour, meteorólogo del OMM.  Diciembre, 14 de 2007

[6] El Espectador.  Editorial.  Agosto, 12 de 2007

[7] Amylkar D Acosta M.  El día después de mañana.  Diciembre, 19 de 2005

[8] Amylkar D.  Acosta M.  La sed global.  Marzo, 22 de 2006

[9] Amylkar D.  Acosta M.  Alerta naranja.  Junio, 5 de 2006

[10] El Espectador.  Diciembre, 9 de 2007

[11] Portafolio.  Omar Baddour, meteorólogo del OMM

[12] Portafolio.  Diciembre, 11 de 2007

[13] Universidad de Antioquia.  Alma Mater.  Expouniversidad.  Medellín, julio de 2007

[14] Amylkar D.  Acosta M.  El día después de mañana. 

[15] El Tiempo.  Diciembre, 15 de 2007

https://www.alainet.org/es/articulo/125191

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